Si hubiese que definir en una palabra la estrategia en materia de política exterior que ha seguido Recep Tayyip Erdogan en los últimos meses habría que optar por contradictoria. Sobre todo porque desde que se inició la guerra en Ucrania el presidente turco se ha negado a posicionarse en un bando u otro. Pero también porque ha reforzado al mismo tiempo su compromiso con la OTAN y sus lazos tanto con Rusia como con Irán, país al que Occidente acusa abiertamente de promover el terrorismo.
Han pasado sólo unas semanas desde que Turquía retiró su veto a la adhesión de Finlandia y Suecia a la Alianza Atlántica. Un movimiento que aplaudieron los aliados, pero que enfureció a Vladímir Putin, que rápidamente amenazó con responder de "manera simétrica" ante cualquier atisbo de despliegue militar en los países nórdicos.
Este mismo martes, sin embargo, Erdogan ha viajado a Teherán para reunirse con su homólogo ruso y con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi. Este triunvirato, conocido como la "Troika de Astaná" (nombre con el que se conoce a las conversaciones que tratan de dar con una solución política para la guerra de Siria), ha discutido sobre el conflicto sirio, pero también sobre la guerra en Ucrania.
Apoyo a Ucrania... y a Rusia
El viaje da fe de las contradicciones con las que convive Erdogan. Y es que como miembro de la OTAN debería estar alineado con el gobierno de Ucrania, afín a los valores europeos. Unos valores a los que, sobre papel, Turquía intenta acercarse desde 1999, cuando fue reconocida como candidata oficial a la plena adhesión a la Unión Europea.
Quizá por eso Turquía se ha convertido en el principal proveedor de los drones Bayraktar TB2 con los que las fuerzas ucranianas hacen saltar por los aires los tanques rusos. Quizá también por eso se ha ofrecido, junto con Naciones Unidas, a mediar entre Rusia y Ucrania para alcanzar un acuerdo que permita reanudar las exportaciones de cereales ucranianos y combatir así la crisis alimentaria global.
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Sin embargo, desde que Erdogan llegó al poder en 2014 ha establecido numerosos vínculos con Putin. Sobre todo comerciales, ya que Ankara es un importante importador de gas ruso, por lo que ha descartado aplicar sanciones a Moscú, a diferencia de Estados Unidos y los países de la UE.
Además, la filial rusa Rosatom está construyendo la primera planta nuclear turca, en Akkayo, como parte de un acuerdo bilateral firmado en 2010.
Guerra en Siria
A pesar de su actual cercanía, física como política, la historia que comparten está marcada por los tiras y afloja que deja la guerra de Siria. Ambos países, y también Irán, están militarmente activos en esa guerra, aunque cada uno desde un bando distinto.
De hecho, Rusia e Irán apoyan desde el inicio de la contienda al presidente Bashar Al-Assad, mientras que Ankara apoya a los rebeldes que quieren derribarlo. Su principal preocupación, no obstante, son los rebeldes kurdos, a quienes considera terroristas.
En Siria, Rusia e Irán apoyan al presidente Bashar Al-Assad, mientras que Turquía apoya a los rebeldes
De ahí a que esta semana, durante la cumbre, Erdogan haya anunciado sin el visto bueno del resto que atacará dos zonas del norte de Siria controladas por estas milicias: Manbiy y Tel Rifat. "Ha llegado la hora de limpiar estos puertos en los que estas organizaciones terroristas se refugian", ha señalado el mandatario.
Eso no significa que los lazos que mantiene Rusia con Irán se hayan debilitado. De hecho, durante la reunión de Teherán, ambas potencias han firmado hasta ocho documentos de cooperación y memorandos de entendimiento en diversos campos. Entre ellos, se encuentran el objetivo de alcanzar los 30.000 millones de dólares en intercambios comerciales y una prórroga de 25 años del contrato de exportación de gas iraní.
Incomodidad en la OTAN
Esta colaboración no ha caído en gracia a la alianza militar liderada por Estados Unidos, que arrastra años de hostilidades con Irán. Así, no es de extrañar que Turquía esté considerado el socio más incómodo de la OTAN.
Pero si se ha ganado ese título no es solo por sus simpatías con terceros, sino por sus constantes enfrentamientos con países miembros de la organización.
Es el caso de Grecia, con quien no se pone de acuerdo sobre el límite de las aguas territoriales donde se encuentran grandes yacimientos submarinos de gas. Una disputa que ha llevado a Erdogan a amenazar en numerosas ocasiones con invadir las islas del mar Egeo.
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Este doble juego de Erdogan lleva a preguntarse dónde quiere realmente estar Turquía. Y quizá, la respuesta más sencilla sea en ninguna parte que no sea en casa.
Así lo sostiene Alper Coskun, exdiplomático turco y miembro principal de Carnegie Endowment for International Peace en un artículo de The New York Times. "Es natural y correcto que mantenga relaciones estrechas con Rusia e Irán para proteger los intereses nacionales, al tiempo que cumple con los deberes de membresía de la OTAN", señala.
La clave está en los "intereses nacionales" de los que tanto habla el presidente turco. Una justificación que le ha llevado incluso a agasajar al príncipe saudí Mohamed bin Salman tras el asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi en Estambul para conseguir las cuantiosas inversiones saudís que ayudarían a recuperar la maltrecha economía de Turquía.