La pasada noche del domingo, una columna de camiones cargados de grava, furgones y autobuses avanzaba por la carretera que conduce hacia el paso fronterizo de Jarinje, que separa la República de Kosovo de la vecina Serbia. A poco más de 80 kilómetros, otra hilera de vehículos pesados se dirigía desde la ciudad de Mitrovica, de población mayoritariamente serbia, hacia el cruce fronterizo de Bernjak. Poco antes de llegar, los autos comenzaron a detenerse, bloqueando las vías para salir del territorio por el norte.
Detrás de estas barricadas se encuentra la minoría serbia de Kosovo que se opone a la nueva ley del Gobierno que exige que todas matrículas de los automóviles tengan matrícula kosovar en un plazo de máximo de dos meses. Así, los serbios étnicos que viven en Kosovo y que todavía utilizan placas emitidas por Serbia deben sustituirlas.
Además, la normativa también obliga a titulares de documentos de identidad y pasaportes serbios obtener un documento adicional para entrar a Kosovo. Una medida que deben cumplir, pero a la inversa, aquellos kosovares que quieran cruzar la frontera con Serbia.
En principio, la norma kosovar debía entrar en vigor este lunes 1 de agosto, pero el primer ministro del país, Albin Kurti, se ha visto obligado a postergar su aplicación al 1 de septiembre. Todo, con el objetivo para frenar una nueva escalada de tensión entre su país y Serbia, de la que Kosovo se separó de forma unilateral en 2008, nueve años después del final de la guerra con Belgrado (1998-1999).
Inestabilidad en la región
De eso han pasado ya más de dos décadas, pero la paz no es todavía una realidad, sino un objetivo que, desde hace unos meses, parece estar cada vez más lejos. Sobre todo porque la invasión de Ucrania por parte de Rusia (histórica aliada de Serbia) ha despertado el temor de que estalle un nuevo frente bélico en el corazón de Europa.
De hecho, en marzo, pocos días después de que Moscú comenzase a bombardear Kiev, la presidenta de Kosovo, Vjosa Osmani, manifestó que "los objetivos del Kremlin también incluían desestabilizar los Balcanes Occidentales". No es la única nación que ve la inestabilidad mundial que ha provocado la guerra de Ucrania como una amenaza a su soberanía.
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Las antiguas repúblicas yugoslavas de Macedonia del Norte y Albania han conseguido recientemente desatascar las negociaciones para adherirse a la Unión Europea tras años de espera. En parte también porque la importancia estratégica de los Balcanes ha aumentado considerablemente.
Sin ir más lejos, el Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, ha pedido una mayor cooperación con esos países para evitar que Rusia "explote las debilidades" de una región en un equilibrio inestable.
La presencia de la OTAN
Si en este tiempo se ha conseguido cierta estabilidad es gracias a que Kosovo cuenta con el apoyo de la OTAN, que actualmente tiene desplegados en el país más de 3.700 efectivos. Forman parte de la Fuerza Internacional de Seguridad para Kosovo (KFOR), la sección militar de la Alianza que entró en el territorio en 1999.
Fue en verano, después de que Naciones Unidas quedara como administradora provisional del territorio tras la guerra y el Consejo de Seguridad de la ONU aprobase la Resolución 1244 que permite la presencia internacional en el territorio.
Sin embargo, la organización militar intervino en el conflicto meses antes, cuando bombardeó Yugoslavia durante 78 días en una operación sin precedentes cuyo objetivo era "evitar una limpieza étnica" en Kosovo, de mayoría albanesa y con religión musulmana. Desde entonces, los soldados de la OTAN tienen la misión de mantener el orden y la seguridad en Kosovo.
De ahí que, ante la disputa actual, la KFOR anunciase que "estaba preparada para intervenir" en caso de que se pusiera en peligro la estabilidad del norte de Kosovo. "Se tomarán todas las medidas necesarias para mantener un entorno seguro en todo momento, de acuerdo con su mandato de la ONU", avisó la unidad el domingo en un comunicado publicado en su cuenta de Twitter.
No reconocimiento de Kosovo
En este sentido, la OTAN también ha recordado su apoyo al proceso de normalización de las relaciones entre Pristina y Belgrado. Unas negociaciones que llevan realizándose desde 2011 con la Unión Europea como mediadora y que tiene el objetivo de crear las condiciones necesarias para que ambos países logren sus aspiraciones de ingreso a la UE.
España, Grecia, Eslovaquia, Chipre y Rumanía son los cinco países europeos que no reconocen la independencia de Kosovo
No obstante, la independencia y la soberanía de Kosovo son motivo de debate incluso dentro del bloque comunitario. Hoy por hoy, cinco países -España, Grecia, Eslovaquia, Chipre y Rumanía- no reconocen la declaración unilateral de independencia kosovar de 2008. Una posición contraría al resto de socios europeos, pero que está orientada a no sentar un precedente en sus respectivos Estados.
De esta manera, se suman así a países como China y Rusia, que tampoco reconocen a Kosovo como país soberano y que tienen capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Claro está que Serbia desde el primer momento mostró su oposición a la separación de la que un día fue una provincia serbia. Sin embargo, en total son cerca de 50 países, entre los que se incluyen potencias como India o Brasil, los que se niegan a reconocer la independencia del territorio.