Dijo Charles Michel, la misma tarde del jueves en que se anunció la muerte Isabel II, que la reina de Inglaterra "nunca dejó de mostrarnos la importancia de los valores duraderos en un mundo moderno" y que "pocos dieron forma a la historia global" como hizo ella. Y, visto desde Bruselas, eso es lo que se ha acabado. Lo define muy bien José Manuel Albares: "Con ella se cierra el siglo XX".
El ministro de Exteriores, de hecho, abunda en esa reflexión para este periódico: "Con ella probablemente se va la última gran figura del siglo XX. Es curioso, porque hace pocos días se fue Mijaíl Gorbachov y ahora Isabel II... sí, se acaba el siglo XX".
Las palabras de Albares, al otro lado del teléfono, se entienden mejor cuando calibra el desafío al que se enfrenta el nuevo rey Carlos III: "Ha tenido mucho tiempo para prepararse. Y sabiendo que este día llegaría, ha tenido que amoldarse él también entre dos siglos, y dos formas de entender el mundo, Europa, los cargos... el siglo XXI, que es otra forma de entender el mundo y cómo se ejercen los cargos".
Y ahí está la clave: el Reino Unido después del 8 de septiembre es un elemento completamente nuevo en un nuevo mundo que acelera en sus convulsiones.
En realidad, el mundo ya no es tan "moderno", como refería el presidente del Consejo Europeo, sino más peligroso ahora. Y la historia dejó de ser tan "global" el día en que Londres consumó el Brexit, a pesar de aquel sombrero quizás 'europeísta' que portó la reina en la apertura parlamentaria de 2017. Pero es que el destino parece haberse confabulado para que todo cambie súbitamente.
No hay UE para los británicos; la primera ministra lleva tres días en el cargo; el rey apenas 24 horas en el trono... y mientras, ni el mundo ni Gran Bretaña han tenido tiempo de digerir nada de todo esto, entre pandemias y guerras.
"Tanto en Downing street, con Boris Johnson, como en Buckingham, son dos procesos de sucesión que ya se veían venir", continúa Albares. "He hablado con la embajada en Londres y con el embajador británico en Madrid, y toda la información que nos llega es que nada se sale de la normalidad".
Pero, ¿qué es la normalidad cuando todo esto no había ocurrido desde antes de la invención de la televisión? "Estoy seguro de que tanto el nuevo rey, que ha estado junto a su madre mucho tiempo, como Liz Truss, a la que conozco bien como ministra de Exteriores y que tiene enorme experiencia de Gobierno, van a tomar las mejores decisiones".
101 años
Con la muerte de Isabel II desaparece la única jefa de Estado que ha conocido el 85% de los británicos, los que han soplado hasta ahora menos de 70 velas en su cumpleaños. Y la convulsión en la identidad del reino formado por cuatro países (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte), y cuya soberana lo era también de 14 más, es fácilmente medible por los 101 años que separan la fecha de nacimiento de su primer jefe de Gobierno, sir Winston Churchill (1874) y la última primera ministra de Su Majestad, Liz Truss (1975).
Su heredero, Carlos III, se ciñe la corona con 73 años, y eso también tiene otro significado evidente: que deberá afrontar un modelo de monarquía en todo distinto al de su madre. Si ella fue la estabilidad, la permanencia, el símbolo, la eternidad, reinando desde la juventud hasta la senectud, el nuevo monarca llega a Buckingham con más pasado que futuro.
Ese pasado, polémico, es demasiado conocido: llega un rey públicamente adúltero, un divorciado al frente de la Iglesia anglicana, la más tradicional entre las cristianas protestantes. Y si citábamos a la flamante gobernante conservadora para destacar los 101 años de distancia con Churchill que cubrió el reinado de Isabel II -medio siglo XX y casi un cuarto del XXI-, eso no estará entre los activos que pueda ofrecerle el nuevo monarca.
"Pero es un hombre de mentalidad abierta, mucho más de lo que creemos en España", opina Federico Trillo, exministro y exembajador de España en Londres, ante la llamada de este periódico.
"Los británicos son monárquicos en cuanto que patriotas... ella encarnaba a Bretaña, la permanencia. Y él es un hombre muy preparado y cuyas posiciones políticas que más ejerce, su ecologismo, encaja muy bien en dos extremos que podrían parecer irreconciliables, la tradición conservadora, que es muy rural en Reino Unido, y los movimientos más progresistas contra el cambio climático".
Pero es cierto que todo cambia de golpe. Nuevo rey y nuevo Gobierno -el cuarto en sólo seis años desde el referéndum del Brexit- para los casi 70 millones de habitantes del Reino Unido, de los cuales -según su pirámide poblacional- no más de un millón de ellos recuerdan al anterior soberano, Jorge VI.
Y todos ellos hartos de huelgas encadenadas que paralizan los servicios públicos, de desabastecimientos repentinos en los supermercados, y de listas de espera eternas en la Sanidad pública.
Menos 'brexiteers'
Unos ciudadanos siempre orgullosos y ahora molestos porque en el último año han estrenado papeleos largamente olvidados para viajar, estudiar o trabajar en Europa. Herederos de una economía mundial y financieramente boyante que ahora decrece en su peso global y presenta una insufrible inflación del 10,1%... que los expertos auguran alcanzará el 18% a finales de año).
Todos, si ahora buscan algún asidero permanente al que agarrarse, ya no lo hay. Ni siquiera la Unión Europea, el club inventado tras la II Guerra Mundial para que el viejo continente dejara de ser el epicentro de la confrontación y la muerte en el mundo.
Hoy, según datos de YouGov, el 52% de los británicos creen que volver a ser una isla y dejar "el continente" fue "una mala decisión", mientras que sólo el 36% cree que fue la "correcta".
...bueno, al menos en el pasado mes de julio, que es de cuando data esta última encuesta. Y es que, a la vista de la serie de datos acumulados de estos sondeos, los británicos se sienten más brexiteers que remainers cuando su Gobierno los lidera con determinación que en los momentos de crisis, como lo más duro de la pandemia o los meses transcurridos tras el inicio de la guerra en Ucrania.
En todo caso, en esta nueva época grandes acontecimientos encadenados, todos ellos convulsos para Europa, las opiniones públicas son sensiblemente cambiantes. "Y sin embargo, no creo que si hoy votaran de nuevo, cambiara nada", repone Trillo. "Si algo han sido los británicos siempre es insulares: contra Roma, contra el Papa y contra Bruselas".
Irlanda y Gibraltar
En estos días de luto, la Unión Europea ha ofrecido -por boca de todos sus líderes- sus condolencias al pueblo británico. Y se ha mostrado amistosa con el primer Estado miembro que desafió el proceso integrador, político y económico inaugurado en los mismos años 50 en los que llegó al trono la fallecida monarca.
Pero a Truss, que votó por la permanencia y ahora asume con "entusiasmo y decisión" la gestión de los rescoldos de la "retirada", le cae una herencia envenenada: el desafío de desarrollar la ley impulsada por Boris Johnson con la que Londres se saltará el acuerdo comercial con la UE.
La ausencia de aduanas entre las dos Irlandas salvó los Acuerdos de Viernes Santo y, con ellos quizá, la paz a los dos lados de una frontera borrada entonces. Pero, según los líderes del Partido Conservador, ha creado "una especie de mercado único" en la isla pequeña, "y, con él, una disfunción insoportable en el mercado interior británico", en palabras del diplomático británico David O'Sullivan.
En este punto, Bruselas es tajante. "El acuerdo de retirada se debe cumplir en su totalidad", han expresado en numerosas ocasiones los portavoces de la Comisión. "Y no se me pasa por la cabeza que vaya a ocurrir otra cosa", añade el ministro español de Exteriores.
Albares recuerda que con Truss al otro lado de la mesa negociadora, él ha tratado "en intensas conversaciones" el asunto de Gibraltar, en el que España tiene la última palabra tras el Brexit. "Siempre tuvo una actitud constructiva para lograr el espacio de prosperidad compartida que queremos". Y eso sí, concluye que "nada hace pensar que ahora que es la jefa de Gobierno vaya a incumplir el acuerdo de retirada de Reino Unido de la UE".
Lo cierto es que los 70 años del reinado de Isabel II han tocado a su fin como si fuese un ciclo definido previamente por el destino. Como dijo el jueves Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ella "representa toda la historia de Europa, que es nuestro hogar común con nuestros amigos británico".
Recogió de la II posguerra mundial un país derruido y humillado, en una situación dramática. Asistió y llevó la batuta entre bambalinas durante los años de la descolonización. Alentó en silencio la entrada en la entonces Comunidad Económica Europa (CEE) y, finalmente, ejerció de símbolo de estabilidad cuando los populismos ganaron el Brexit... y ahora que todo está hecho y el mundo vuelve a cambiar de paradigma, ahora cede el cetro.
O gestiona tu suscripción con Google
¿Qué incluye tu suscripción?
- +Acceso limitado a todo el contenido
- +Navega sin publicidad intrusiva
- +La Primera del Domingo
- +Newsletters informativas
- +Revistas Spain media
- +Zona Ñ
- +La Edición
- +Eventos