Un viejo proverbio sobre causalidad y casualidad dice: "Dos hechos insólitos que ocurren en el mismo tiempo y lugar, obligatoriamente tienen relación". Ni te cuento si son tres, en un lugar estratégico y con una guerra de por medio.
La red sísmica de Suecia detectó "una liberación masiva de energía este lunes", concretada minutos después en dos explosiones en las proximidades de la isla danesa de Bornholm, la zona por la que los oleoductos Nord Stream penetran en suelo europeo. La primera explosión se registró a las 2:03 de la madrugada, hora local, y la segunda 17 horas después, a las 19:04. Una de las explosiones submarinas provocó un temblor de 2,3 de magnitud.
Los impactos provocaron tres fugas en los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2, que corren paralelos por el lecho del Báltico procedentes de Siberia con gas ruso con destino a Europa Central. El primero dejó de bombear hace un mes por una supuesta avería en una turbina rusa y el segundo nunca ha llegado a funcionar debido a la guerra en Ucrania. Pero ambas conducciones están repletas de gas metano para mantener la presión en los conductos. El gas está saliendo al mar Báltico como si de un poderoso geiser se tratase.
Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó el martes que las fugas de los oleoductos Nord Stream fueron causadas por un "sabotaje" y advirtió sobre la "respuesta más fuerte posible" en caso de que se ataque la infraestructura energética europea activa.
La presidenta del Ejecutivo comunitario ha hecho estas declaraciones tras hablar por teléfono con la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, cuyo gobierno (al igual que el de Suecia) ha señalado que las fugas detectadas en esos gasoductos que unen Rusia con Alemania son fruto de "actos deliberados".
Estos fallos se dan tras la advertencia de la CIA al gobierno alemán de un posible ataque a los oleoductom de la que ha informado el martes Spiegel. Nord Stream AG, el operador de los gasoductos, en sus documentos de protocolo, había dicho que la probabilidad de que se produjera un fallo o una fuga en el gasoducto es "tan baja como una cada 100.000 años". La empresa también había asegurado que "no se espera que sean necesarias las reparaciones de la tubería durante la vida operativa mínima de Nord Stream de 50 años".
La Red Sísmica Nacional de Suecia dijo que los avisos sobre las fugas de gas llegaron desde la administración marítima a las 13:52 y a las 20:41 del lunes, respectivamente, después de que los barcos detectaran burbujas en la superficie. Inmediatamente, la Autoridad Marítima decretó a los buques que mantuvieran una distancia de 5 millas (8 kilómetros) de las fugas y a los aviones, una altitud de seguridad de 1.000 metros.
[Fugas de gas y riesgo de explosión: la rotura del Nord Stream puede provocar un desastre ecológico]
El gas metano no es tóxico, aunque es un potente agente de efecto invernadero. Pero el problema es que su menor densidad puede afectar a la flotabilidad de los buques y a la estabilidad de los aviones. Los aviones pueden sortear por otras rutas la vertical sobre los vertidos, pero el tráfico marítimo debe pasar obligatoriamente por los puntos de fuga. Recordemos: la salida del estrecho de Sund, uno de los que separan Dinamarca de Suecia.
En una guerra ya se sabe qué ocurre con la verdad. Pero esta guerra es muy rara. Los teóricos dos bandos han diagnosticado la misma causa del siniestro: un sabotaje. El gobierno polaco, a través de su viceministro de Exteriores, Marcin Przydacz, asegura que "no se puede descartar ningún escenario", algo que también habría deslizado Mette Frederiksen, primera ministra danesa, a los medios de su país en un acto, precisamente, de inauguración de otro gasoducto en Polonia. Los diarios alemanes Der Tagesspiegel y Der Spiegel también apuntan a esta posibilidad.
Y aquí aparece Alemania. Su dependencia del gas ruso es uno de los puntos vulnerables de la Unión Europea. Ha llenado sus depósitos al 80% un mes antes de lo previsto, pero sus previsiones eran de seguir llenando tanques para afrontar el invierno de 2023 si la guerra durara hasta entonces. Por los estrechos de Skarregat, Kattegat y Sund siguen llegando día a día metaneros de Noruega, Bélgica y Países Bajos para afrontar los riesgos.
La importancia de este flujo es tal que, según El País, el Nord Stream 1, antes de la parada de hace un mes, aportó alrededor de 350 gigavatios hora de gas ruso, frente a los 2.900 que llegaron de estos tres países. Desde este lunes los buques metaneros no pueden atravesar con seguridad los estrechos.
El canciller Scholz se ha dedicado este verano a tranquilizar a su población sobre las reservas energéticas para afrontar el invierno. Pero, por si acaso, ha extendido un cheque de 300 euros a cada pensionista animándole a que busque los meses fríos en países más cálidos.
Algo no acababa de estar atado en los cálculos alemanes, pero en todo caso Berlín contaba con las cinco terminales flotantes de gas natural licuado (GNL), aprobadas en tiempo récord por su gobierno, dos de las cuales deberían empezar a funcionar a finales de este año o principios del próximo.
Con los estrechos cerrados o en peligro, este suministro está en el aire. Scholz también contaba con que a partir del verano próximo fueran metaneros estadounidenses los que descargaran el combustible en sus cinco terminales regasificadoras móviles.
Si la fuga sigue, si desde suelo ruso nadie cierra la espita o si, como apremian los expertos, la Unión Europea no soluciona los agujeros, este tráfico será imposible. El gas se convertirá en un peligro licuado para la navegación. La misma incertidumbre se cierne sobre todos los países bálticos: Polonia, Estonia, Lituania, Letonia, Finlandia e incluso Suecia.
El autor del sabotaje –si, como parece, se confirma esta hipótesis- ha dado en el clavo en su golpeo contra los gasoductos. Eso indica que la inestabilidad ha firmado un largo plazo en la región y, desde luego, que su virulencia puede incrementarse en los meses próximos.
Mientras tanto, el castillo de Hamlet en Elsinor y la tumba de la escritora Karen Blixen en Rungsted, ambos enclaves, en la costa danesa, contemplan como las burbujas estériles del gas echado a perder inundan sus atmósferas más frías que nunca.
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