Todo está preparado en Moscú para que, este viernes, Vladimir Putin anuncie formalmente la anexión de los territorios conquistados en las provincias ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Es una decisión que se llevaba esperando meses, pero que solo se ha tomado una vez visto que la vía exclusivamente militar no iba a permitir estabilidad alguna. Disfrazando de legalidad lo que es una invasión pura y dura contraria a todo derecho internacional, Putin pretende al menos calmar a la opinión pública nacional y meter más presión a las potencias occidentales.
Sus falsos referendos, sin garantía alguna y con militares llamando a las puertas para obligar al voto, no han sido reconocidos aún por ningún país, ni siquiera por Bielorrusia, que ya es decir. India y China, enormes estados con sus propias tensiones internas, han insistido en la necesidad de respetar la integridad territorial de los países. De hecho, esa defensa de la integridad territorial es la base de la política internacional china y, a buen seguro, Xi Jinping se habrá llevado las manos a la cabeza al ver la decisión de Putin, que le aísla aún más del resto del planeta.
Aunque para las Naciones Unidas y el resto del mundo civilizado, las fronteras de Rusia seguirán siendo las que se acordaron en Minsk en 2015, para Putin y sus fanáticos, ahora incluirán cuatro nuevas provincias. El movimiento parece desesperado dada la situación actual del conflicto -la inminente caída de Limán abre al ejército ucraniano el camino a Kreminna y Svatove, ciudades clave para los rusos en el Donbás ocupado- y provoca una serie de consecuencias de lo más variadas, alguna de ellas, ciertamente preocupante.
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La integridad territorial y su defensa nuclear
A partir de este viernes, estas cuatro provincias no serán territorios prorrusos ni repúblicas populares simpatizantes, sino parte integral de la propia Federación Rusa. Eso, evidentemente, despierta una primera alarma: desde el principio del conflicto, el Kremlin y sus voceros han acudido regularmente a la amenaza nuclear contra Occidente. La justificación, en todo caso, ha sido defensiva. Dichas armas nucleares no se utilizarían para atacar Ucrania o cualquier otro país, sino "para proteger la integridad territorial rusa".
¿Hasta dónde van a llevar este principio a partir del viernes? Para Moscú, Limán ya es Rusia, como lo serán Jersón o Melitopol o Mariúpol. En principio, atacar cualquiera de estas ciudades sería como atacar Kursk o Bolgorod. Ahora bien, sabemos que, este mismo verano, hubo ataques con misiles a zonas de Crimea, incluida la capital, Sebastopol. Obviamente, esos ataques fueron obra del ejército ucraniano, aunque Kiev nunca los reivindicara. En Moscú, prefirieron no darle demasiada publicidad y mirar hacia otro lado, pese al pánico que causaron dichos ataques entre los muchos veraneantes que tuvieron que volver a Rusia espantados.
Cuando hubo que hacer referencia a la situación, se apeló al término "terrorismo", una palabra que el Kremlin utiliza constantemente para definir los ataques de otras regiones sometidas (Chechenia, Osetia, Transnitria…) tanto cuando en rigor son acciones terroristas como cuando son más bien estrategias defensivas. La clave, a partir de ahora, y teniendo en cuenta que la guerra va a seguir y que Ucrania no va a respetar ninguna falsa frontera, será la consideración que Rusia le dé a esos ataques. Es posible que la "operación militar especial" se convierta en una "operación contraterrorista especial" y punto.
De hecho, el que vayan a mandar a trescientos mil reclutas para librar una guerra convencional invita a pensar en que todo seguirá, más o menos, como hasta ahora. Por otro lado, si Putin quisiera que todo siguiera como hasta ahora, ¿por qué anexionarse formalmente terrenos que no domina completamente? ¿Cuáles son, además, esas nuevas fronteras? ¿Incluyen la totalidad de esas regiones tal y como las dividió administrativamente Ucrania en su momento o solo la parte ocupada? En este último caso, ¿darán ya por finalizadas las hostilidades y respetarán el otro lado de la nueva frontera? Parece improbable.
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Un paso temible hacia lo desconocido
Lo que queda claro es que este movimiento estratégico abre nuevas e indeseables opciones. Casi desde el principio de la guerra, se ha hablado de la tentación de usar armas nucleares "tácticas". Rusia lleva años comprando masivamente este tipo de armamento que se puede utilizar en forma de "bomba sucia" o como cabeza de un misil de corta o larga distancia. Sus efectos son imposibles de medir porque el rango va desde los 0,3 kilotones hasta treinta veces esa potencia. Las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki tenían una potencia de dieciséis y veintiún kilotones respectivamente. Mataron a entre 130.000 y 250.000 japoneses.
Hacer el cálculo de cuántas víctimas podría causar una bomba de menor potencia es absurdo. No se ha hecho nunca y hay demasiados factores que intervienen. ¿Va a lanzarla Putin sobre población civil, sobre unidades militares, en lugares abiertos, en estructuras cerradas? No tenemos ni idea y, por lo tanto, desconocemos las consecuencias, aunque intuimos que serían devastadoras y exigirían una respuesta de la OTAN que nos metería de una manera u otra en un conflicto nuclear a gran escala.
¿Es eso lo que nos espera? Afortunadamente, aún no parece lo más probable. La inteligencia estadounidense afirma que no ha observado movimientos de este tipo de armas hacia posiciones cercanas al frente de Ucrania. Rusia no quiere perder la guerra, pero tampoco quiere desaparecer, por mucho que eso suponga la desaparición de algunos de sus enemigos. Incluso en la hipótesis más conservadora -uso de un arma táctica nuclear sin respuesta por parte de la OTAN o con una respuesta convencional-, Moscú perdería el apoyo de India y China inmediatamente. Se trataría de un suicidio en toda regla.
Ahora bien, la justificación ya está ahí. El uso del arsenal nuclear ya entraría dentro de una narrativa exculpatoria. Ya no sería "estamos atacando a otro país" sino "estamos defendiendo nuestra patria". De momento, todo indica a que la guerra seguirá en los términos actuales y que lo que busca Putin con la movilización parcial es poder defender esos territorios que se ha anexionado sin tener que apelar a lo desconocido. Puede que le sirva. Si no es el caso, seguirán sus delirios y sus amenazas. Hasta dónde las llevará o hasta dónde su propio ejército le dejará llevarlas es lo que desconocemos.
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