Este jueves, Liz Truss cumple un mes en el cargo, tiempo del que en realidad solo ha dispuesto de la mitad. Fue el 23 de septiembre, concluidos los fastos tras la muerte de Isabel II, cuando comenzó a gobernar, anunciando la mayor bajada de impuestos en medio siglo. En apenas 10 días daba marcha atrás en su plan de reducir del 45% al 40% el tipo máximo del IRPF para las rentas más altas tras un descalabro de la libra y un conato de rebelión en el Partido Conservador, que ya le ha hecho saber que no dispone de un periodo de gracia o cortesía. Cercanos a Truss empiezan a hablar de "golpe" interno contra la primera ministra.
La semana ha comenzado con una líder que pese a todo se aferra a su máxima, a su discurso liberal y que quiere mostrarse ajena a las corrientes de opinión dentro y fuera de sus filas. Su referente político es Margaret Thatcher y quiere trascender más como la nueva 'dama de hierro' que como 'de hojalata', como la ven sus críticos. Cuestionan que quiera recortar los subsidios sociales para reducir la deuda pública al tiempo que reduce la carga fiscal a quienes no pasan precisamente por apuros económicos. Las clases populares viven una delicada situación y el Partido Laborista tiene mucho que decir si Truss mantiene la senda. De hecho, los sondeos ya muestran un alza de los opositores.
Antes de que Isabel II opacara la llegada de Truss a Downing Street, las dudas en torno a la premier estaban motivadas por su falta de coherencia ideológica, habiendo defendido la permanencia en la Unión Europea y después el brexit, entre otros golpes de timón. En su campaña de primarias y en su primer discurso tras suceder a Boris Johnson propuso un recetario genuninamente liberal y thatcheriano, pero en el contexto de un sistema sanitario al borde del colapso, una profunda crisis en el sistema de transportes o una inflación en cifras no vistas desde hace 40 años. La tarea no era sencilla y el inicio no ha podido ser más desafortunado.
Ahora, Truss ya no solo tiene que lidiar con el destino de un país, también con los problemas en su propia casa. La ministra del Interior, Suella Braverman, es quien ha señalado a varios parlamentarios, entre ellos el exministro Michael Gove, de orquestar "un golpe". También Kemi Badenoch, ministra de Comercio Internacional, que apunta entre otros a Penny Mordaunt, líder de los tories en la Cámara de los Comunes, acusándola en pleno congreso del partido, que se celebra en Birmingham, de "lanzar granadas" contra su propio gobierno.
"Tengo un plan claro"
En Reino Unido, los diputados cuidan su escaño en sus circunscripciones aunque cueste la disciplina de voto en Londres. Muchos conservadores temen perderlo con las impopulares medidas que se avecinan. "Vamos a tener que tomar decisiones sobre cómo reducir la deuda neta en relación al PIB a medio plazo. (...) Tenemos que ver estos asuntos en conjunto, hemos de ser fiscalmente responsables", ha declarado Truss en una entrevista a la BBC, sin entrar en detalles.
Truss se mueve en la ambigüedad en vista de la repercusión de sus medidas. En un artículo en The Daily Telegraph asegura tener "un plan claro para el Reino Unido", pero dice también que está dispuesta a "escuchar". "Hemos de alejarnos de la política de distribución de la riqueza y trabajar juntos para construir una economía de alto crecimiento y bajos impuestos. (...) Quiero convencer al público. Quiero ganarme sus corazones y mentes, porque realmente creo que mi plan es el adecuado para el país", escribe la primera ministra.
[Por qué el Reino Unido de Liz Truss no se parece en nada al de Margaret Thatcher en 1979]
El ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, sopesa adelantar a octubre la presentación de su plan económico completo, prevista en un principio para el 23 de noviembre. Quiere calmar y dar certidumbre a los inversores, pero hasta ese momento solo desliza nerviosismo.
Este miércoles, Truss cierra el congreso del partido en Birmingham. El país estará pendiente de sus palabras, pero también sus 'colegas' en el patio de butacas. Lo que se esperaba un baño de masas será un discurso con un pie en el abismo, solo un mes después.