Casi cien horas después del furibundo ataque con el que el general Surovikin quiso presentarse en sociedad, vengando de paso la afrenta de la explosión del puente de Kerch, Rusia no ha conseguido avanzar un solo kilómetro en ninguno de los dos frentes. Si el objetivo era cambiar la dinámica de la guerra y pasar a la ofensiva, no hay señales de dicho cambio por ninguna parte: sabemos que Rusia está intentando romper las líneas ucranianas al oeste de Kreminna, para evitar la captura del eje con Svatove, pero sin éxito alguno.
Sabemos también que siguen los continuos ataques contra los barrios de las afueras de Bakhmut (Artemivsk), en la región de Donetsk, pero, de nuevo, tras semanas y semanas de intentos, las conquistas se miden en calles. No hay ahora mismo una relación entre los sangrientos ataques a zonas residenciales por todo el país, con un saldo de veinte civiles muertos, y la situación en el campo de batalla. De hecho, lo último que sabemos, vía Reuters, es que oficiales prorrusos en Jersón habrían pedido a Moscú evacuar cuanto antes la capital ante la inminencia de una ofensiva ucraniana.
También se ha rumoreado en las últimas horas un posible ataque desde Zaporiyia, remontando la orilla sur del Dniéper, hacia la central nuclear de Energodar, aunque la esperada contraofensiva hacia Melitopol sigue postergándose. Lo cierto es que la guerra pasa ahora mismo por una fase de reubicación de recursos y hombres, reparación de daños y muchas amenazas desde todos lados, pero pocos hechos. Imposible anticipar por dónde romperán las olas en los próximos días.
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El bombardeo a infraestructuras
Lo que sí hay que reconocer es que, si bien Rusia no ha conseguido dar un giro a la situación, al menos sí ha conseguido ralentizar los avances ucranianos. La desesperación de la semana pasada ha dado paso a una situación de cierta calma tensa. Los bombardeos son escasos y los combates, aún más. Por parte rusa, como decíamos, ya van llegando parte de los movilizados al frente este, aunque, como era de esperar, sin la formación necesaria para una acción de este tipo, lo que probablemente derive en actos de indisciplina y rebaje la moral de los regimientos, así como su eficacia.
Aparte, y como nueva muestra de que el objetivo a corto plazo sigue siendo defensivo, los medios prorrusos llevan días publicando imágenes de lo que serían enormes excavaciones al estilo de la "línea Maginot" con la que Francia pretendía defenderse de Alemania durante la II Guerra Mundial. Estas largas extensiones de terreno defensivo no corresponderían en principio a la zona de Svatove, como dichos medios publicaron, sino más bien al eje Lisichansk-Zolote, lo que supone, en la práctica, casi un regreso a las fronteras de 2015.
Dando por bueno que la iniciativa sigue del lado ucraniano, hay que matizar algunas cuestiones: de entrada, es una realidad que el bombardeo de infraestructuras en la retaguardia -no así el de edificios de civiles, que solo pretenden alimentar el terror y la propaganda- ha abierto un frente de preocupación con el que Ucrania ya no contaba. Los daños a centrales eléctricas, generadores y depósitos de agua potable dificultan no solo la vida en las ciudades, sino que obligan a derivar recursos del frente.
El problema a la hora de analizar el fruto de ese tipo de ataques es que los efectos no se ven de inmediato. Por una vez, parece que Rusia podría estar pensando a medio plazo, más allá de la urgencia del presente. Por una vez, Rusia, y en concreto Surovikin, podrían estar reconociendo en el ejército ucraniano a un enemigo a su altura y no a un simple insecto al que pisotear. Este verano, durante meses, Ucrania estuvo bombardeando la retaguardia rusa, sin prisa ninguna por avanzar. De repente, un día de septiembre, las líneas colapsaron y todo el avance se produjo de golpe. Sin duda, eso es lo que pretenden los rusos y parece mejor idea que apelar sin más a la fuerza bruta. Otra cosa es que funcione, claro.
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Dirección Svatove y Melitopol
Del lado ucraniano, quedan aún las secuelas del enorme golpe moral recibido, pero también el recuerdo de todos los encajados y superados durante la atroz primavera pasada… y el convencimiento de que algo como lo del lunes no se puede repetir por una cuestión de recursos. Se estima que Rusia gastó casi mil millones de dólares en misiles de una sola tacada. Repetir exhibiciones de este tipo no es algo que ahora mismo esté al alcance de su economía y, en realidad, para que tuviera un efecto duradero, probablemente sería lo necesario.
Pese a las informaciones prorrusas, no hay evidencia de que las fuerzas locales hayan perdido el territorio ganado en la región de Lugansk (Makiivka, Tors´ke…) y siguen esperando la orden de avanzar en dirección a Kreminna y Svatove, buscando el control definitivo de la disputada autopista P66 que les permitiría llegar luego al eje Sievierodonetsk-Lisichansk sin necesidad de cruzar el río Donets. El domingo pasado parecía cuestión de horas, pero, como decimos, los planes cambiaron de la noche a la mañana.
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En el sur, los rusos temen un avance hacia Vasilivka, además de la citada ofensiva sobre Jersón capital. También parecía el curso más lógico de los acontecimientos el pasado fin de semana y también ha habido que retrasar las acciones. Desde Vasilivka, Ucrania podría tener acceso directo a la citada central nuclear de Energodar, con la apropiación de recursos energéticos que eso supondría, y, a la vez, podría avanzar hacia Melitopol y Crimea por la E105, partiendo en dos el territorio ocupado por los rusos en los primeros días de la invasión.
Tanto la ofensiva sobre Svatove como el ataque rumbo Vasilivka-Melitopol son de un riesgo tremendo y solo se pueden afrontar con un cien por cien de garantías de éxito. De lo contrario, las tropas ucranianas podrían quedar atrapadas con cierta facilidad. Parece que lo que está intentando ahora mismo Surovikin es ganar tiempo. La siguiente semana será clave para ver si el movimiento del lunes realmente ha estabilizado los frentes en espera de la llegada masiva de movilizados o si, por el contrario, vuelve a haber un colapso repentino como los de Kiev, Járkov o el norte de Jersón. Si algo hemos aprendido en estos meses es que Rusia siempre es más débil de lo que aparenta sobre el terreno... y mucho más débil de lo que repite su propaganda.
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