Liz Truss aguanta, o lo pretende. La primera ministra del Reino Unido se ha sometido este miércoles al control en la Cámara de los Comunes, pero más que a la oposición ante quien ha rendido cuentas es ante sus propios diputados, con la mente en un relevo que salve el mandato conservador. La prioridad, evitar elecciones.
"Soy una luchadora, no una desertora", ha proclamado Truss en respuesta al líder del Partido Laborista, Keir Starmer. "He actuado velando por el interés nacional para asegurar que tengamos una estabilidad económica", ha asegurado ante Starmer, que ya le supera en intención de voto.
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Truss se ha defendido atacando en su comparecencia semanal en el Parlamento, cargando duramente contra la oposición. Ha asegurado que en 45 días en Downing Street ha "hecho más" que Starmer en más de dos años al frente de los laboristas y, en una paradójica crítica, ha acusado a su rival de "no tener un plan económico".
"Soy alguien que da la cara y que está dispuesta a tomar decisiones difíciles", ha añadido la primera ministra, ridiculizada por momentos por la oposición, que ha enumerado todos sus bandazos o se ha reído tras cada compromiso que la líder ha lanzado en su turno de palabra.
"Perdón" y rectificación
Este lunes, el nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt -Truss destituyó el viernes a Kwasi Kwarteng- desbarató el grueso del proyecto "de crecimiento" con el que la conservadora asumió el cargo. 24 horas más tarde, la premier pedía "perdón por los errores" en la BBC, sabedora de su delicada situación.
El 31 de octubre, si aún sigue el gobierno en pie, Hunt concretará previsiblemente grandes recortes del gasto público tras revertir la mayor parte de las rebajas impositivas y limitar el alcance de las ayudas energéticas. Se espera que el anuncio tenga efectos sobre las pensiones y los subsidios sociales a los más pobres.
Según un sondeo de YouGov, el favorito entre los conservadores para sustituir a Truss es Boris Johnson.