No es la primera vez que las tropas rusas juegan al desgaste en Ucrania. Aplicaron la estrategia por primera vez en marzo, cuando bombardearon sin tregua durante meses la planta siderúrgica de Azovstal, en Mariúpol, esperando a que los militares atrincherados en los túneles de la acería se rindieran. En junio volvieron a probar suerte: aislaron y atacaron día y noche Severodonetsk y Lysychansk, en el óblast de Lugansk.
Ahora, los soldados del Kremlin han vuelto a las andadas en la localidad de Bakhmut, situada en el Donbás, con la única intención de infligir el mayor daño posible. Hace ya muchos meses que los rusos intentan desesperadamente capturar la ciudad mientras los ucranianos tratan de mantenerla. Una larga batalla que sólo ha servido para que ambos ejércitos malgasten fuerzas y recursos y no logren avanzar en sus objetivos.
La zona en sí misma no tiene un gran valor estratégico. Tampoco es una línea de comunicación esencial. De ahí que la insistencia de Rusia por controlarla, después de haber perdido muchos otros y más importantes territorios, sea tan desconcertante. El propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, abordó esa cuestión hace unas semanas: "En Bakhmut es donde la locura del mando ruso se hace más evidente: día tras día, durante meses, están mandando a sus hombres a morir allí, concentrando la gran parte de sus ataques de artillería".
En caso de tratarse de un episodio de locura este parece haber llegado a su pico en los últimos días: los ataques de artillería se han incrementado hasta niveles nunca antes vistos. Este mismo lunes, el Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Ucrania afirmó en su actualización diaria de Facebook que se han repelido grandes ataques rusos en las áreas de Bakhmut y Avdiivka durante las últimas 24 horas. La presión rusa es tan fuerte que Ucrania incluso se ha visto obligada a enviar refuerzos, incluidas las Fuerzas Especiales, según informa The New York Times.
Así, esta pequeña ciudad, que antes de la guerra contaba con unos 70.000 habitantes, está cada vez más devastada. Ahora las bombas caen sobre los edificios previamente bombardeados y las imágenes que llegan de la línea del frente, a escasos kilómetros a las afueras del centro, recuerdan a la batalla de Passchendaele, también conocida como "la batalla del barro", que tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial. En un paisaje lleno escombros y cenizas, los soldados ucranianos se mueven por las trincheras con el agua hasta las rodillas.
Una imagen que lleva a preguntarse de nuevo: ¿para qué quiere Rusia un lugar hecho ruinas, sin agua potable ni electricidad y sin conexión a otros territorios ocupados? Porque Bakhmut conecta con Lyman, un cruce ferroviario que sirve como un importante centro de suministro para el Donbás. Pero Lyman fue liberada en octubre y, en vista de la actual degradación de las fuerzas rusas y de la escasez de recursos, recuperarla es un objetivo poco realista a corto plazo.
La respuesta, según explicó Guillermo Ortiz en este periódico, podría estar en que Bakhmut se ha convertido en un capricho del Grupo Wagner, una organización paramilitar dirigida por el empresario Eugeni Prigozhin que desde hace meses tiene posiciones en la zona. Sin embargo, ahora el Kremlin ha enviado a Bakhmut a algunas de las unidades que se replegaron de Jersón, de acuerdo con fuentes de la inteligencia estadounidense consultadas por el New York Times.
Eso significaría, entre otras cosas, que Moscú (y no sólo su milicia) está dispuesta a sacrificar soldados y recursos para recuperarla. O, en otras palabras: que Vladimir Putin está desesperado por conseguir cualquier tipo de victoria militar. Y para lograrlo lo antes posible está centrando sus esfuerzos en los pequeños pueblos cercanos a la región de Donetsk, que está bajo su dominio.
Red de barricadas
Mientras pelea por Bakhmut, el ejército de Rusia vigila con cuidado el sur, donde ve como una amenaza real que las fuerzas ucranianas consigan cruzar a la orilla derecha del río Dniéper y lancen una contraofensiva en el este de la región de Jersón. Ese no es, sin embargo, su mayor temor.
La principal preocupación del Kremlin es en realidad que Ucrania ataque las líneas de comunicación terrestres -como se conoce a las rutas que conectan una unidad operativa con su base de suministro- que unen Ucrania con la península de Crimea. Por eso, los soldados rusos llevan fortaleciendo sus posiciones a lo largo de esos derroteros desde inicios de octubre. Ahora, las imágenes satelitales de Maxar Technologies permiten ver cómo y dónde están situadas exactamente estas líneas defensivas.
Al parecer, las tropas rusas han priorizado la excavación de trincheras y la construcción de defensas antitanque de dientes de león, según recoge en un análisis el Institute for the Study of War (ISW). Unas barricadas que, en su mayoría, están situadas de forma perpendicular a las carreteras y cerca de dos puntos concretos: del río y de la frontera de Crimea.
Eso significa, de acuerdo con el think tank estadounidense, que el ejército de Rusia se está preparando para mantenerse en una posición de defensa prolongada. O, al menos, lo suficientemente resistente para que aguante el invierno. Así, la intención de las tropas de Putin es continuar con su estrategia de desgaste.
El problema es que este plan parte de la base de que los ucranianos van a lanzar, en plena temporada de frío, una enorme contraofensiva como la que les permitió recuperar Járkov, Lyman, Izium o la ciudad de Jersón.
Sin embargo, por el momento se desconocen cuáles van a ser los próximos movimientos de las fuerzas de Kiev. Las últimas actualizaciones apuntan a que algunas unidades habían conseguido cruzar a la otra orilla y que se encuentran en un extremo de la península de Kinburn. Allí Rusia también ha construido fortificaciones en la línea de 3 kilómetros que separa la península del continente.
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