Vladímir Putin no es el avaro y cascarrabias Ebenezer Scrooge de Charles Dickens ni el Grinch del Dr. Seuss, y no solo porque de los tres sea el único real, sino porque los dos últimos acabaron mostrando compasión. "No podemos permitir que Putin nos robe la Navidad", ha dicho el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, quien, como si del protagonista de un cuento o película propio de estas fechas se tratara, se ha puesto manos a la obra para que el malo no se salga con la suya.
Hace apenas un año, Ucrania celebró las fiestas con la guerra solo como una lejana posibilidad, iluminando y engalanando las calles y las plazas, levantando mercados. Las fotografías desalientan porque solo 365 días después faltan 7,5 de los 41 millones de habitantes, hoy refugiados; porque al menos 6.000 civiles han muerto, según Naciones Unidas, de ellos cerca de 500 niños, según Unicef; por las familias rotas, sin techo; por los apagones, el frío y la escasez ante el invierno.
"Nadie va a cancelar la Navidad ni el Año Nuevo", ha desafiado Klitschko en una entrevista a la agencia RBC. El mensaje puede sonar contradictorio en el contexto de un conflicto o con la obligación -es cuestión de vida o muerte- de emplear la energía en lo estrictamente necesario. Pero se trata de una cuestión de orgullo, de que el enemigo no arrebate también esta tradición, aunque tenga que ser, porque así será, con abetos sin luces, o que las que se pongan no lleguen a encenderse.
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"Se instalarán árboles para recordar a nuestros niños el estado de ánimo de Año Nuevo", insiste Klitschko. Estarán por toda la capital, patrocinados por empresas locales. Lo que no habrá serán reuniones masivas ni conciertos en una ciudad que el 24 de febrero de 2022, cuando Putin ordenó la invasión, contaba con 2,8 millones de personas. Las que quedan tratan de acumular recursos y ropa de abrigo entre cortes de luz y de agua fruto del calculado ataque del Kremlin a la infraestructura civil.
"Que nadie se olvide de Ucrania"
Y es que en la intención de Putin de dejar a Ucrania sin Navidad hay más de literal que de literatura. Incapaz de ganar metros en el campo de batalla, lleva semanas centrado en doblegar la moral de la población y llevar al límite a su gobierno. En una de sus recientes alocuciones nocturnas, el presidente Volodímir Zelenski no pudo evitar reconocer la certeza de que los ataques contra la infraestructura crítica continuarán, pero garantizó que con duro trabajo, severas restricciones y un uso racional de la energía, el país podrá superarlo.
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Además, no está solo. Estados Unidos ayudará a Ucrania en el restablecimiento de la energía y los aliados acumulan recursos "en apoyo a la resistencia civil ucraniana". El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se ha repetido este martes en una afirmación por otro lado necesaria: estará con Ucrania "todo el tiempo que sea necesario" y "no dará marcha atrás". Necesaria por la sensación de soledad y desamparo que puede acabar calando en los hogares.
Hay nervios, cansancio y hasta grietas en lo que hasta ahora era pétreo. En las últimas horas, Zelenski ha amonestado al alcalde Klitschko por a su juicio no haber habilitado un número suficiente de refugios de emergencia. "Las autoridades locales no se han desempeñado bien en todas las ciudades. (...) En particular, hay muchas quejas en Kiev. Para decirlo suavemente, se necesita más trabajo". Para Klitschko, esta crítica está fuera de lugar, en lo que supone la primera fisura pública en la unidad.
Olena Zelenska, esposa de Zelenski, se encuentra en Londres para dirigir un discurso ante el Parlamento. Sabedora de primera mano de la situación en su país, ha pedido en una entrevista en la BBC "que nadie se olvide de la tragedia de Ucrania esta Navidad". A unos 150 kilómetros de Londres, en Ipswich, voluntarios envuelven juguetes para que el 12 de diciembre partan camiones a Ucrania y ningún niño se quede sin su regalo. Pretenden llegar a 20.000.
La Navidad será oscura y fría para los ucranianos en su país, pero también difícil para los millones que lo han abandonado, en su mayoría mujeres y niños, lejos de su casa, de familiares y de lo que hasta hace unos meses fue su vida.