Putin invadió Ucrania y cambió el mundo: la guerra que ha obligado a la UE a reinventarse
Putin quería apoderarse del territorio vecino y convertirlo en un Estado fallido en apenas unas horas. No lo consiguió, y más de 300 días después, el orden internacional ya no volverá a ser el que era.
29 diciembre, 2022 03:57Cuando la guerra termine, el mundo ya no será como iba a ser. Todavía es pronto para evaluar los efectos completos, pero la invasión que Rusia inició en Ucrania hace ya más de 300 días ha dinamitado la arquitectura internacional construida tras el fin de la Guerra Fría de la misma manera que la Primera Guerra Mundial dejó un mapa roto y con los grandes Imperios en muerte cerebral, y la Segunda Guerra Mundial partió el planeta en dos grandes bloques.
Probablemente ese no era el principal objetivo del presidente ruso, Vladímir Putin, cuando decidió lanzar un ataque militar a gran escala en Ucrania el 24 de febrero de 2022. Él quería y esperaba apoderarse del territorio vecino, privarle de su soberanía, convertirlo en un Estado fallido y colocar a un gobierno títere de Moscú en apenas 72 horas.
Un plan ambicioso que falló, llevándose por el camino decenas de miles de vidas y forzando a más de siete millones de personas, según datos de ACNUR, a abandonar su hogar en lo que es una de las peores catástrofes humanitarias desde mitad del siglo pasado.
Meses de feroz resistencia ucraniana alimentada por el apoyo financiero y armamentístico de Occidente han conseguido frenar (e incluso revertir) el avance caótico de Rusia en el campo de batalla. Fuera de él, el conflicto ha obligado a Europa a revisar de raíz algunos de sus principios y creencias fundacionales.
No hubo fin de la historia
"Una de las lecciones que nos deja este conflicto es que nunca llegó a haber un fin de la Historia", señala Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano experta en Rusia. Se refiere a la tesis que tras la implosión de la Unión Soviética en 1991 defendieron historiadores como Francis Fukuyama y que hablaba de cómo la detención de los conflictos bélicos daría lugar a un período pacífico estable.
"Rusia nunca ha llegado a integrarse en el sistema internacional y eso lo vemos ahora, como también vemos que la desintegración de la URSS no ha sido pacífica", explica Milosevich-Juaristi a EL ESPAÑOL.
"No hubo un fin de la Historia; Rusia no se ha integrado nunca al sistema internacional creado a finales de los 90"
A lo largo de la contienda, Putin ha utilizado toda una retahíla de argumentos para justificar lo que hoy por hoy sigue llamando "operación militar especial". Estos van desde que "Ucrania está gobernada por neonazis" hasta que "la OTAN está arrinconando a Rusia", pasando por el que defiende "la necesidad de liberar a los rusos de la región del Donbás".
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Ninguno de estos, sin embargo, alcanza el peso que tiene el argumento histórico. Ese que viene a defender, en una reinterpretación de la historia a gusto del consumidor, que Ucrania es un Estado ficticio que debe volver a ser lo que era: un territorio dentro de Rusia. "Volvemos a una dinámica del siglo XIX de la lucha por los territorios y del uso de argumentos históricos", sostiene la investigadora de Elcano, que recuerda que esta es también -y sobre todo- "una guerra de trincheras".
En los últimos años, la Unión Europea (UE) ha reforzado sus políticas de ciberdefensa. Y aunque el conflicto también ha saltado al ciberespacio -en abril el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, anunció la creación de un ejército de Tecnología de la Información-, lo cierto es que la sangre se vierte en el mundo real.
"La disuasión ha fracasado en Europa y nos hemos dado cuenta de que hay que cambiar el enfoque basado en la seguridad por el de la defensa", concluye Milósevic. En esta línea, Diego López Garrido, exsecretario de Estado para la UE subraya en el libro ¿Hacia un nuevo orden mundial? (Deusto, 2022) cómo Europa se ha dado cuenta de la necesidad "de construir una política de seguridad y defensa común más resiliente, cohesionada y basada en la autonomía de la toma de decisiones" que sea compatible con la OTAN.
El rearme de Europa
Una de las consecuencias más evidentes de la guerra en Ucrania es, precisamente, la remilitarización de Europa, que "ha hecho una apuesta presupuestaria y política sin precedentes por el rearme", según explica Carme Colomina, investigadora principal del CIDOB especializada en Unión Europa, a este periódico.
Este movimiento era impensable hasta hace poco. Sin embargo, Las imágenes de los tanques rusos marchando desde Bielorrusia hacia Ucrania crearon tal sensación de vulnerabilidad que numerosos países han modificado sus políticas exteriores. Algunos incluso, dando un giro de 180 grados.
"Hasta ahora la UE confiaba más en su capacidad de seducción que en su capacidad de disuasión"
Alemania es quizá el caso más paradigmático. Tras más de ocho décadas de desarme, el Gobierno de Olaf Scholz aprobó de la noche a la mañana el desbloqueo de un fondo de 100.000 millones de euros para mejorar las condiciones de su desvencijado ejército.
Los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) y Polonia han seguido la misma línea. Para hacer frente a las amenazas que puedan llegar de su vecino del este han decidido invertir miles de millones de euros para aumentar su gasto en defensa en los próximos años. "Esto es un cambio en la naturaleza propia de la UE, que hasta ahora confiaba más en su capacidad de seducción que en su capacidad de disuasión", señala Colomina.
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La decisión de Finlandia y Suecia de abandonar su histórica neutralidad e ingresar en la OTAN es también una muestra más de la percepción compartida de inseguridad que se ha instalado en el territorio europeo. Y no sólo eso: también certifica el impulso que han tomado las alianzas transatlánticas.
El aislamiento y la carta nuclear
En el otro lado de la balanza se encuentra Rusia. En menos de un año, el país que lidera Putin ha sido condenado por la Asamblea General de Naciones Unidas, a la que pertenece, por la anexión "ilegal" de cuatro regiones del este de Ucrania, designado Estado promotor de terrorismo por el Parlamento Europeo, y desterrado de la cumbre del G20.
A este aislamiento se le suma un distanciamiento cada vez más evidente de los que hasta ahora eran sus más estrechos colaboradores. A medida que las sanciones de la UE y de EEUU caían como una losa sobre la economía rusa, China, India y Turquía se iban desmarcando, en mayor o en menor medida, de la guerra.
No han dejado, eso sí, de alinearse comercialmente. No le apoyan, pero le compran a Moscú la energía a la que Occidente ha renunciado. Ante este panorama cada vez más sombrío, el Kremlin ha utilizado la carta nuclear en numerosas ocasiones.
Puede que Vladímir Putin nunca llegue a cumplir sus amenazas, pero eso es lo de menos: el mundo ya las ha escuchado. De ahí que un informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) haya calificado este 2022 como el primer año desde la Guerra Fría en el que las potencias nucleares se preparan para aumentar sus arsenales atómicos.