La muerte de Benedicto XVI allana el camino a la renuncia de Francisco, que hasta este sábado había gobernado la Iglesia siempre bajo la atenta mirada y con la presencia cercana de su inmediato predecesor. Jorge Bergoglio tiene serios problemas de movilidad y es público su deseo de abandonar si se ve incapacitado para desempeñar su labor, como consideró Joseph Ratzinger en 2013, pero Ratzinger, además de un ejemplo, podía ser un obstáculo. Si solo había un precedente y muy lejano de papa emérito, resultaba inimaginable plantear dos.
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Benedicto XVI fue el primer pontífice en 600 años en retirarse, cumpliendo más años como emérito que en el cargo, y Francisco siempre ha valorado esta decisión como inteligente, así como una oportunidad a medida que ha visto empeorar su estado. Afirmó ya en 2013 que le gustaría que la renuncia se normalizara y más adelante y en varias ocasiones ha sugerido que su pontificado sería breve. "La puerta está abierta y no sería una catástrofe", dijo en un reciente y recordado vuelo de vuelta a Roma tras un viaje a Canadá. Son los viajes los que más le hacen ser consciente de su estado.
El 13 de marzo de 2023, Francisco, de 86 años, cumplirá una década desde aquella fumata blanca en la plaza de San Pedro que le hacía el sumo pontífice número 266 de la Iglesia Católica. Según prensa especializada, sería tras un sínodo clave de obispos en otoño cuando Bergoglio, ya con una agenda muy reducida en el exterior, podría considerar dar la noticia.
Su visita a Celestino V
Desde la visita a Canadá, en julio, usa una silla de ruedas y un andador para moverse después de haberse lesionado los ligamentos de la rodilla derecha a principios de año, añadido esto a la ciática. En 2021, Francisco, que perdió un riñon a los 21 años, fue sometido a una cirugía programada en el colon que le mantuvo diez días ingresado.
En agosto, Bergoglio protagonizó un acto de gran carga simbólica en este sentido, visitando la tumba de Celestino V, el primer papa que renunció voluntariamente, en 1294. Francisco no se pronunció durante las horas que permaneció en L'Aquila, la capital de la región italiana de los Abruzos, a un centenar de kilómetros de Roma y a la que el pontífice llegó en helicóptero desde el Vaticano.
Fue el 11 de febrero de 2013 cuando Benedicto XVI anunció su nueva condición, que obligaba a un cónclave para elegir sucesor: "Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino". El próximo jueves, 5 de enero, Francisco oficiará su funeral.