El funeral de Benedicto XVI ha sido un funeral raro. Desde principios del siglo XIX ningún papa había enterrado a otro papa presente. Concretamente no había ocurrido desde 1802 cuando Pío VII recibió los restos mortales de Pío VI, muerto en el exilio.
Sin embargo, pese a la excepción, Francisco I ha querido mantener el mismo protocolo y ritual que si se hubiera enterrado al líder en activo de la Iglesia Católica, salvo pequeños cambios obligados en la liturgia.
De hecho, el Papa Francisco, que ha llegado en silla de ruedas por sus problemas de movilidad, ha ensalzado la figura de su antecesor destacando "su sabiduría, delicadeza y entrega" pero también su "búsqueda apasionada" por comunicar el Evangelio.
Sus palabras han sido acogidas con regocijo por los más de 65.000 personas que han podido vivir en directo esta misa en la plaza de San Pedro, siendo más que conscientes de que se cierra una etapa histórica en la Iglesia Católica, la de los dos papas vivos, que no se sabe si se va a volver a repetir próximamente.
En todo el funeral, oficiado por el cardenal italiano Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, se ha instado a los fieles a "seguir las huellas de Benedicto XVI" y se ha recordado su mensaje, incluso utilizando sus propias palabras.
"También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida", ha señalado el Pontífice en la homilía.
Frente a él, el féretro de madera de ciprés de Benedicto XVI, que había sido trasladado hasta el centro de la plaza de San Pedro por doce gentilhombres, descansaba con un libro de los Evangelios abierto y varios de sus objetos personales en el interior.
Este ataúd es el primero que se va a utilizar en el entierro puesto que la idea es que en las Criptas Vaticanas, vuelva a introducirse los restos en un ataúd de zinc y luego otro de madera de olmo.
Francisco I ha citado al propio Benedicto XVI con sus palabras en la misa de acceso al Pontificado en 2005: "Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia", informa Europa Press.
Precisamente, aunque en su homilía prevista, el Papa sólo nombraba a su antecesor como "nuestro hermano", en la frase final se ha referido directamente a él improvisando su nombre.
"Benedicto, fiel amigo del Esposo (Dios), que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz", ha dicho. Por el contrario, en la misa de exequias de Juan Pablo II en 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger le nombró hasta en ocho ocasiones tanto como Juan Pablo II como por su nombre de pila Karol.
Francisco también ha citado a San Gregorio Magno, uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia latina o de Occidente, y ha dicho que se mantuvo a "flote en la tabla de las oraciones". De este modo, ha ensalzado "la conciencia del Pastor" que se abandona a la oración: "No puede llevar solo lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado".
Además, ha destacado que los fieles, como "las mujeres del Evangelio" ante el sepulcro de Jesús, rezan ante Benedicto XVI "con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde". "Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor", ha dicho.
En la ceremonia, en la que las lecturas del Evangelio han sido en inglés, español e italiano, ha participado la reina Sofía en representación de España, acompañada por el ministro de la presidencia, Félix Bolaños y la embajadora española ante la Santa Sede, Isabel Celaá.
Al no tratarse de un funeral de Estado, solo son dos delegaciones oficiales; las de Italia y Alemania, país natal del difunto, si bien también han acudido autoridades de otros países, pero a título personal como el rey Felipe de Bélgica y su esposa Matilde, o el presidente de Polonia, Andrzej Duda, entre otros.
En la tumba de Juan Pablo II
Con el fin de la misa, los doce gentilhombres han vuelto a recoger el féretro de Benedicto XVI para trasladarlo a las Grutas Vaticanas donde se le dará sepultura.
El ataúd de Benedicto XVI será entonces introducido en otro de zinc y, a su vez, en otro de madera de olmo, como ya hemos explicado, y sobre este último se colocará un sencillo crucifijo y el escudo del pontífice difunto, y una sencilla lápida, en la que está escrito en latín el nombre del papa y las fechas de nacimiento y muerte, cubrirá el enterramiento.
El entierro se producirá en la tumba que perteneció a Juan Pablo II, antes de que en 2011 se trasladase a la parte superior de la basílica para su beatificación y posterior canonización, por su deseo expreso.