El pasado 15 de enero, Vladimir Putin aseguraba en un discurso televisado que la "operación militar especial se estaba desarrollando según lo planeado". Se trataban de las mismas palabras, una por una, que ya había pronunciado el 3 de marzo de 2022, a los diez días del inicio de la invasión, cuando ya estaba claro que su plan de una "guerra relámpago" que acabara con el gobierno de Kiev había fracasado. Obviamente, en ambos casos, mentía.
Lo que iba a ser una operación casi quirúrgica con el fin de quitar a Volodimir Zelenski de en medio, colocar al líder prorruso de turno y llenar el este y el sur del país de bases militares que permitieran tutelar el futuro de Ucrania tal vez sin necesidad de una anexión propiamente dicha, se ha convertido en una masacre. Aunque las estimaciones sobre el número de fallecidos y heridos por ambos bandos sean muy difíciles de comprobar sí que nos dan una idea de lo que está pasando y no nos pintan un paisaje en absoluto alentador.
De entrada, las dos partes exageran con las bajas del enemigo, sin que haya un organismo independiente reconocido que pueda llevar una contabilidad exacta. Por si eso fuera poco, en el caso ruso, algunos informes hablan solo de las bajas de su ejército regular y otros incluyen -como parece lógico- a los mercenarios del Grupo Wagner, los voluntarios chechenos y los propios milicianos de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Después de haber visto lo sucedido en Mariúpol, en Severodonetsk o, actualmente, en Bakhmut y sus alrededores, entendemos que once meses de guerra de trincheras, palmo a palmo, calle a calle, dan para una cantidad de bajas estremecedora. El último en lanzarse a la piscina a dar su propia cifra -aunque no haya citado ninguna fuente específica- ha sido el jefe del ejército noruego, Erik Kristoffersen, que calcula en 180.000 el número de muertos y heridos en el bando invasor.
100.000 bajas en combate
La cifra parece exagerada. Siguiendo los parámetros habituales de tres heridos por muerto en acción -parámetros que no han de tomarse como un dogma, cada guerra tiene sus propias particularidades- hablaríamos de 45.000 muertos y 135.000 heridos. Hay que recordar que, entre movilizados en la primera y en la segunda ola, más los aliados referidos, Rusia ha desplegado aproximadamente medio millón de tropas en lo que va de guerra. Pensar que casi un 40% ya están fuera de combate es, como mínimo, improbable.
De hecho, otras fuentes rebajan el impacto sobre el ejército ruso y sus derivados. El general Mark Milley, jefe del estado mayor estadounidense, declaró el pasado mes de noviembre, que la cifra más probable rondaba las 100.000 bajas, entre muertos y heridos. Es la estimación que da también el alto mando británico, aunque un estudio de la BBC y el medio ruso, Mediazona, amplía sustancialmente ese número: afirman haber documentado 12.225 fallecidos con nombre y apellido, y abren una horquilla que va desde el mínimo de 110.000 bajas (24.000 muertos y 86.000 heridos) al máximo de 164.000 (36.000 muertos y 128.000 heridos).
Esta última estimación se acerca mucho a la ofrecida por Kristoffersen, con lo que puede haber cierta relación entre ambas. El ministerio de defensa ucraniano habla en su último parte de 121.480 "pérdidas", aunque el término es ambiguo. ¿Se refiere solo a muertos o a bajas en combate, incluidos heridos y desertores? En el primer caso, la cifra es absolutamente disparatada; en el segundo, como estamos viendo, resultaría sorprendentemente moderada en comparación con otras que estamos viendo.
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Por lo que respecta a los datos oficiales del ministerio de defensa ruso, se limita a no actualizar sus cifras. Así no tienen nada que justificar. Aunque los funerales militares se multiplican por todo el país, la última estimación oficial es del 21 de septiembre de 2022 y habla de 5.937 fallecidos. En principio, eso no incluiría ni a los mercenarios del Grupo Wagner ni a los milicianos de las repúblicas populares. Desde la retirada exprés de Járkov y Jersón, como decimos, no ha habido nuevos partes. Tiene su (macabra) lógica.
La masacre entre los civiles
Tampoco sabemos mucho de qué está pasando exactamente en el bando ucraniano. Según Kristofferson, el número de soldados fallecidos o heridos estaría en 100.000, exactamente la cifra que dio el general Milley hace un par de meses. Sin embargo, el militar noruego añade la escalofriante estimación de 30.000 civiles fallecidos, que, de nuevo, parece excesiva o, al menos, choca con las cifras que el propio gobierno ucraniano da después de cada bombardeo indiscriminado y con las que hizo públicas la semana pasada: en torno a 7.000 muertos.
Es lógico que Kiev quiera ocultar parte de sus bajas para no desmoralizar al resto de su población y sabemos que, tanto Dvornikov como especialmente Surovikin y Gerasimov han basado buena parte de su estrategia en el castigo a instalaciones civiles. Aun así, 30.000 muertos parecen muchos, más que nada porque implicaría más de cien mil heridos. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para Derechos Humanos habla de 9.000 civiles asesinados, una cifra quizá algo baja, pero más creíble que la del general noruego.
Sea como fuere, estamos hablando de un mínimo de 200.000 bajas, entre muertos y heridos, en ambos ejércitos, más otras 50.000 entre la población civil. De desplazados, es inútil hablar porque son millones por todo el país. Por establecer una comparación, a lo largo de veinte años de cruenta guerra en Afganistán (2001-2021), murieron cerca de doscientos mil soldados y civiles, de los que solo 3.576 pertenecían a la coalición encabezada por Estados Unidos. En un solo año, el capricho de Putin ya ha provocado entre cincuenta mil y cien mil en Ucrania, según la fuente. Todo, al parecer, según lo planeado.
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