Rusia elige Mariúpol para reunir las tropas de la nueva ofensiva y así poder nutrir los dos frentes

Mientras tanto, lo que quedan son los rumores. Al principio, se centraban en Bielorrusia. En los movimientos en la frontera que recordaban tanto a los de 2022. A las maniobras conjuntas con el Ejército de Lukashenko. Después, los focos se centraron en Belgorod y Rostov, los dos grandes núcleos bélicos del oeste de Rusia, donde descansa la retaguardia de las tropas de Putin y buena parte de sus armas y suministros. La idea, se decía, era atacar desde Kreminna, pese a lo inhóspito del terreno, al tratarse de una ciudad prácticamente rodeada de bosques.

Ahora, el rumor nos lleva a Mariúpol. Y no es un rumor cualquiera, sino con una fuente más que fiable: Petro Andriushenko, el ayudante del alcalde ucraniano de Mariúpol, una de las referencias informativas cuando las tropas rusas sometieron a la ciudad costera a un cruel y largo asedio que acabó convirtiendo el lugar en un montón de ruinas humeantes. En su canal de Telegram, Andriushenko anunciaba este lunes la llegada a través del puerto, fácilmente conectado a la Rusia continental y a la península de Crimea, de miles de soldados, defensas antiaéreas, tanques y demás equipamiento militar.

A por la 'Novarossiya'

Este movimiento se suma a los de los días 1 y 2 de febrero, cuando unos 20 tanques se dirigieron a los pueblos que rodean el norte de la ciudad, con la idea de sumarse a la ofensiva en Donetsk sobre Vuhledar. El uso del puerto permite no sólo la llegada de material y tropas, sino su traslado a otras partes de Ucrania. Hay que tener en cuenta que uno de los grandes problemas de Rusia durante este año de ofensiva ha estado en su incapacidad para trasladar efectivos de un frente a otro, algo que el Ejército ucraniano puede hacer con mucha mayor celeridad al tener mayor control sobre las comunicaciones terrestres.

A los hechos narrados por Andriushenko, hay que añadir un aspecto estratégico: el eje Zaporiyia-Mariúpol es clave para el futuro de la guerra. En noviembre, tras la caída de Jersón, hablábamos de la importancia para Ucrania de intentar un ataque sobre Melitopol y romper en dos las defensas rusas. Sin embargo, la iniciativa de la guerra ha cambiado desde entonces y descansa ahora mismo en el lado invasor, que se ha lanzado al ataque en varios puntos del frente, aunque sin avances decisivos.

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En ese sentido, poder controlar esa línea Mariúpol-Melitopol-Zaporiyia serviría a Rusia para poder defender los dos frentes y a la vez establecer dos líneas distintas de amenaza. Por un lado, Mariúpol está a poco más de 200 kilómetros del núcleo Sloviansk-Kramatorsk, donde se concentran la mayoría de las tropas ucranianas que defienden su parte del Donbás. Por otro lado, queda a la misma distancia, hacia el oeste, de Zaporiyia, casi en línea recta por la autopista T0803. Si Putin quiere de verdad intentar algo a lo prometido en marzo de 2022, es decir, la creación de un pasillo desde Járkov hasta Odesa, a la manera de la 'Novarossiya' idílica de los nacionalistas rusos, Zaporiyia es la ciudad clave. Avanzar en esa dirección obligaría a los ucranianos a tener que desviar tropas del frente del Donbás y del frente de Jersón.

El coste de la ofensiva

Debemos entender, por tanto, que Zaporiyia sería un más que probable primer objetivo de cualquier nueva ofensiva. La ciudad, junto al río Dniéper, permite el avance hacia el norte (Dnipro), el este (Donetsk) y el oeste (la orilla occidental del río, ocupada ahora mismo por los ucranianos y que deriva en Jersón, a escasos kilómetros de la soñada Odesa). Aunque no hay que descartar que Rusia vuelva a intentar una maniobra sobre Kiev, habría que interpretar dicho movimiento como una distracción. La inteligencia ucraniana cifra en 500.000 soldados rusos los movilizados en su territorio o las ciudades fronterizas. Muchos de ellos ya con cierta experiencia sobre el terreno. No hablamos, pues, del Grupo Wagner y de su caterva de expresidiarios y psicópatas.

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Dicho esto, no hay que entender que una ofensiva de este tipo vaya a ser en absoluto fácil. Si Rusia fracasa en su intento de controlar el centro del tablero, quedará muy expuesta a una contraofensiva ucraniana, como ya quedó demostrado en el inicio de esta guerra. Si tenemos en cuenta el precio que Rusia ha pagado por los avances que ha conseguido en un año y que no incluyen siquiera una capital administrativa de ninguna región ucraniana (se calcula en torno a 100.000-150.000 muertos y heridos), habrá que ver de dónde saca Putin más reservas si las cosas no van bien desde el primer momento.

Rusia presume a menudo de "no haber ni empezado" con el conflicto, pero ya tiene a más de medio millón de soldados en tarea y ha sufrido unas pérdidas en equipamiento militar enormes. Es cierto que se le ha abierto ahora una ventana de oportunidad en lo que tardan en llegar los tanques, los misiles de media distancia -que, por cierto, pondrían a Mariúpol a tiro- y las defensas antiaéreas cedidas por Occidente, pero esa ventana se mide en meses, cuando no en semanas. Si tomar Bakhmut ha costado ya todo el verano, todo el otoño y medio invierno, ¿cuánto puede costar la toma de Zaporiyia? Difícil imaginarlo.