Batería antimisiles ucraniana en las afueras de Zaporiyia.

Batería antimisiles ucraniana en las afueras de Zaporiyia.

Europa

Rusia revela su objetivo de la segunda ofensiva: ataque masivo con misiles sobre Zaporiyia

Zaporiyia quedó en manos rusas en las primeras semanas y es la pieza clave del puzle que une la llamada "Novarossiya", el sueño nacionalista ruso en Ucrania.

11 febrero, 2023 03:12

Viernes de intensos bombardeos sobre infraestructuras civiles en Ucrania. En palabras del primer ministro, Denis Shmihal, el país ha perdido temporalmente el 44% de su capacidad de generación nuclear, el 75% del alcance de sus centrales termoeléctricas y el 33% del suministro de sus plantas combinadas de luz y gas. Aunque Shmihal matizó que las reparaciones ya han empezado y que Ucrania tiene suficientes recursos para afrontar lo que queda de un invierno que ya va a medio camino de la primavera, es indudable que los daños golpearán de nuevo el día a día del ciudadano de a pie.

Los ataques han afectado prácticamente a todo el país, pero se han centrado en una provincia de la que oiremos hablar mucho próximamente: Zaporiyia. Si Putin de verdad prepara una segunda ofensiva digna de ese nombre y que vaya más allá del avance de unos cuantos kilómetros en determinadas zonas de Donetsk o Lugansk, el objetivo mínimo ha de ser el control de Zaporiyia. Recordemos que se trata de una de las cuatro provincias, junto a Donetsk, Lugansk y Jersón, que Rusia se anexionó unilateralmente el pasado otoño y su importancia estratégica en el conflicto es enorme.

Zaporiyia, dividida en dos casi desde el principio de la invasión -el sur del río Dniéper, con la ciudad de Melitopol y la central nuclear de Energodar, quedó en manos rusas en las primeras semanas- es la pieza clave del puzle que une la llamada Novarossiya, el sueño nacionalista ruso en Ucrania. El establecimiento de ese pasillo entre Járkov y Odesa fue uno de los primeros objetivos declarados de Putin al principio de la guerra, cuando el presidente ruso iba más allá de la abstracción de conceptos como "desnazificación" o "desmilitarización".

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Gracias a su ubicación, el control de su capital otorgaría a Rusia la capacidad de unir ambos frentes recortando distancias y facilitando así el suministro común. Asimismo, le permitiría presionar al núcleo Sloviansk-Kramatorsk desde el oeste e intentar recuperar todo el terreno recuperado en la orilla occidental del Dniéper hasta Jersón, dejando en la práctica Odesa en una situación muy complicada de defender. Aún más, si continúa la presión militar y política sobre Moldavia y la región prorrusa de Transnitria.

Objetivos confusos 

Otra cosa es que el objetivo sea sencillo, que no lo es en absoluto. El caído en desgracia Eugeni Prigozhin afirmaba este mismo viernes en un vídeo publicado en redes sociales que Rusia podría tardar tres años en llegar al Dniéper. Entendemos que se refiere a su curso norte, incluyendo no solo Zaporiyia, sino la ciudad de Dnipro. Putin no tiene tres años de margen y se rumorea que ha exigido a Valeri Gerasimov, el jefe del ejército ruso, la toma de toda la región antes de la llegada de la primavera, una petición muy poco realista.

Barrio de Zaporiyia golpeado por uno de los misiles de crucero rusos en el ataque de este viernes.

Barrio de Zaporiyia golpeado por uno de los misiles de crucero rusos en el ataque de este viernes.

Para tomar Zaporiyia, Rusia tendría que hacer un esfuerzo militar humano y armamentístico para el que no parece preparada. No es solo cuestión de sumar cientos y cientos de miles de tropas, sino de surtirlas del armamento indicado y de la disciplina de la que hasta ahora han carecido. La primera ofensiva se caracterizó precisamente por la falta de un plan. Daba la sensación de que, una vez fracasado el intento de tomar Kiev y descabezar el gobierno ucraniano, Rusia jugaba a una especie de "pillaje": ir tomando lo que pudiera donde pudiera, sin demasiada coherencia.

Parte de esa incapacidad para avanzar de forma uniforme en un solo punto sin tener que salir corriendo después por la falta de apoyo logístico tenía que ver con la cantidad de subgrupos independientes dentro de una misma fuerza invasora: por un lado, los milicianos de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk; por el otro, los chechenos de Kadirov; más allá, y de forma independiente, los mercenarios del Grupo Wagner… y, tratando de unificar todas estas divisiones, el propio ejército regular ruso, compuesto a su vez por una mezcla de veteranos de las guerras de Chechenia, Siria y Georgia, jóvenes reclutados recién salidos de su instrucción militar y, desde septiembre, ciudadanos de a pie movilizados contra su voluntad.

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Kreminna y Mariúpol: puntas de lanza

El primer paso, por tanto, sería acabar con esta falta de uniformidad y fijar objetivos claros y precisos, algo que Putin y sus propagandistas se niegan a hacer. En su mundo ideal, es posible atacar Odesa desde Crimea mientras las tropas de Melitopol toman Jersón y Mikolaiv y las amontonadas en Mariúpol son capaces de avanzar hacia la citada Zaporiyia. Todo esto, sin dejar de enviar unidades a Kreminna, Svatove y Sievierodonetsk para seguir avanzando hacia el este y culminar en Sloviansk la conquista del Donbás.

Ahora bien, en esta mezcla ambiciosa de planes hay mucho de pensamiento mágico. Sabemos que al frente de Kreminna han llegado miles de hombres en las últimas semanas… pero ignoramos si serán capaces de avanzar o si dichos avances seguirán contándose en cientos de metros, como ha sucedido en las fallidas ofensivas sobre Bakhmut y Vuhledar. También sabemos que siguen llegando tanques y batallones a Mariúpol, a través de su puerto junto al Mar Negro, pero coordinar desde ahí un ataque no será sencillo.

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Choca también esta intención ofensiva con el hecho de que Rusia haya pasado buena parte del otoño construyendo infraestructuras de defensa en forma de trincheras y campos de minas. De nuevo, da la sensación de que Putin va cambiando de opinión y de táctica según las posibilidades del momento. En este caso, tendrá que encontrar la manera de nadar y guardar a la vez la ropa. Lanzarse desordenadamente, solo a base de mandar hombres y hombres al matadero, sobre Zaporiyia, puede otorgarle victorias puntuales… pero dejarle en una mala posición de cara al verano y la probable contraofensiva ucraniana.

La pretensión de Rusia no es solo completar su control sobre el Donbás -algo que, citando de nuevo las estimaciones de Prigozhin, podría costarle entre un año y medio y dos años- y hacerse con Zaporiyia… sino mantener ese control en el tiempo, algo que puede suponer décadas de esfuerzo militar y pérdidas humanas. Por mucho que el Kremlin tenga la demografía a su favor, tarde o temprano, dejará de ser posible enviar a jóvenes en edad militar desde provincias alejadas de los núcleos de decisión. Por mucho que se repita que la derrota de una potencia nuclear es imposible -a pesar de Vietnam, a pesar de Afganistán, a pesar, incluso, de Corea-, la victoria, entendida en el sentido original de la toma de la "Nueva Rusia", es una quimera salvo desplome ucraniano. Un desplome que no va a llegar nunca mientras esté detrás la OTAN.