La llamada de Xi Jinping a Zelenski enfurece a Putin: redobla los ataques ante la contraofensiva ucraniana
Dentro de poco, Ucrania contará con más armas y mejor material para su esperada contraofensiva, mientras que el ejército ruso está entre disputas internas y el alejamiento de los aliados.
29 abril, 2023 02:57El problema de defender la paz a cualquier precio es que los señores de la guerra tienden a dejarte mal en cuanto pueden. El presidente de Brasil, Lula Ignazio da Silva, estuvo esta semana en España abogando por una presunta negociación que consistiría básicamente en la cesión de territorio ucraniano a cambio de que Rusia cesara sus hostilidades. “Algo tendrá que ceder Ucrania”, dijo Lula días antes de que Putin ordenara bombardear un edificio residencial y matara como mínimo a 23 civiles.
Las palabras de Lula ya fueron contestadas en su momento por el presidente español Pedro Sánchez y, especialmente, por el jefe del Estado, el rey Felipe VI, que se mostró contundente en la defensa de la autonomía ucraniana.
En cualquier caso, la idea de un plan de paz que pase por una negociación -tremenda, la vaguedad- ni siquiera es de Lula, sino de Xi Jinping. O, más bien, directamente, de todos los aliados del Kremlin desde el primer día de la guerra. China quiere presentarse como mediador porque, de esa manera, cimenta su posición como líder del multilateralismo. El problema es que no tiene entre quién mediar porque nadie le hace caso.
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Lula y Xi se reunieron la semana pasada, es decir, justo antes de la visita del presidente brasileño a España. La alianza entre ambos países ya era fuerte incluso en los tiempos de Bolsonaro, pero la vuelta del Partido de los Trabajadores al poder la ha hecho aún más sólida.
Los dos son a su vez aliados comerciales de Putin en el tratado BRICS que incluye también a la India y Sudáfrica. A eso hay que sumarle los tradicionales lazos incluso personales entre Putin y Xi. A lo largo de todo el conflicto, China se ha negado a condenar explícitamente a Rusia por su invasión de Ucrania… aunque también le ha negado cualquier ayuda militar.
Ese término medio, ese estar y no estar, esa voluntad, como decíamos, de presentarse como un intermediario fiable, ha hecho que Xi Jinping llame esta semana a Volodímir Zelenski, se supone que para explicarle su plan de paz.
No sabemos demasiado del contenido de la llamada y, desde luego, no ha servido para tregua alguna, pero sí sabemos que Ucrania la celebró con algarabía, publicando mensajes en redes sociales en los que se celebraba el mero hecho de que se pudiera hablar con Xi, es decir, de que, por un momento, Xi se pusiera en su lugar y abandonara el de Putin.
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La rabia de Putin
A la fuerza, esa llamada ha tenido que sentar a cuerno quemado en Moscú. No solo la llamada, sino la posición de China desde la visita a Putin el mes pasado, que tantas carantoñas entre ambos líderes dejó. Probablemente, Rusia contara con que Xi cambiara su política de paz negociada y se decidiera a hacer con su país lo mismo que la OTAN y la Unión Europea están haciendo con Ucrania, es decir, armarla hasta los dientes.
No ha sido así. China sigue sin mandar armas a Rusia y a Rusia se le agota el tiempo y la munición. Incluso en el discurso, parece que Pekín está endureciendo su postura: el pasado lunes, el embajador chino ante las Naciones Unidas fue muy severo con el intento de Sergei Lavrov de justificar la invasión de un país soberano como el supuesto cumplimiento del mandato fundacional de la ONU.
“China no va a permitir ese tipo de interpretaciones”, contestó el diplomático, dejando a Lavrov y a Rusia solos entre las grandes potencias mundiales.
Como la soledad es mala cosa, hay quien la gestiona mejor y quien la gestiona peor. Putin está entre los segundos. El bombardeo sobre Uman, a cuatrocientos kilómetros del frente, evidencia su estado de nervios y de indignación. Deslegitima a sus presuntos aliados y deja claro que Rusia solo entiende de la destrucción del enemigo, sin puntos intermedios.
Si Xi quiere subirse al tren, está a tiempo. Si no, él verá. Tiene a su ejército dividido en mil facciones -la de Gerasimov, la de Shoigú, la de Kadyrov, la de Prigozhin, las de los distintos ejércitos privados que funcionan como pueden en el frente…- y al parecer quiere también dividir a sus propios aliados. No parece la estrategia más sensata.
La contraofensiva
Y es que, al margen de la diplomacia, Rusia tiene de lo que preocuparse. Mientras los ojos siguen puestos en Bakhmut porque así ha sido durante los últimos meses -no hay novedades respecto al viernes, es decir, Rusia sigue avanzando aunque más lentamente, los ucranianos siguen con su política de tierra quemada y la carretera que une la ciudad con Ivanivske y Chasiv Yar continúa bajo control local pese a su escasez de municiones-, Ucrania sigue preparando una contraofensiva que parece que tendrá como escenario la zona sur del río Dniéper, en concreto las zonas ocupadas de Jersón y Zaporiyia.
Si el jueves, la OTAN aseguraba que el 98% de los vehículos de combate prometidos por la Alianza ya estaban en Ucrania, este viernes hemos sabido que los Leopard enviados por España ya están en Polonia, listos para cruzar la frontera. Pronto, Ucrania tendrá el mejor material disponible para intentar recuperar lo que legítimamente es suyo.
Ya hemos visto los primeros escarceos en Oleshki, Tokmak y Nova Kajovka, pero lo lógico es que Ucrania espere a que lleguen las armas occidentales para organizar mejor su ofensiva.
En ese sentido, el ministro de defensa ucraniano, Alexei Reznikov, declaraba este viernes a la agencia Reuters que “en cuanto Dios y las condiciones meteorológicas lo permitan, y así lo decidan nuestros oficiales, empezaremos el ataque”, refiriéndose a los tanques que están en camino como un “puño de hierro” que desnivelará a su favor la balanza.
Desde el inicio del conflicto, Occidente ha mostrado cierto temor a lo que pudiera hacer un Putin acorralado. Parece que poco a poco va perdiendo el miedo, con las excepciones citadas. La proliferación de ejércitos privados, las disputas internas y el alejamiento de los aliados no apuntan a nada bueno en caso de una derrota en su “operación militar especial”. Putin lo sabe. El tiempo se le agota.