¿El fin de la dictadura o el inicio de otra? Escenarios que se abren cuando Lukashenko ya no esté
Los constantes rumores sobre el estado de salud del presidente bielorruso han desatado las especulaciones sobre si el futuro del país.
12 junio, 2023 03:32Alexander Lukashenko parece cansado. Enfundado en un traje azul marino avanza a paso inestable, con la cabeza más gacha de lo normal y el ceño fruncido. Es 9 de mayo de 2023 y el dictador bielorruso se encuentra en la Plaza Roja de Moscú para acompañar a su homólogo -y aliado- ruso, Vladímir Putin, en las celebraciones del Día de la Victoria, cuando se conmemora el triunfo soviético sobre la Alemania nazi en 1945. No están solos. Al desfile militar -antaño un exuberante muestrario de poder ahora ajado por las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania- han asistido también los presidentes de Kirguistán, Uzbekistán, Kazajistán, Tayikistán y Turkmenistán, y el primer ministro de Armenia.
Los mandatarios se reúnen bajo un inesperado sol primaveral para desplazarse a pie hasta la tumba del Soldado Desconocido, a unos 300 metros de distancia de su ubicación. Sin embargo, algo no va bien. Lukashenko desaparece de escena para reaparecer a los pocos segundos sentado en un coche eléctrico que lo transporta hasta el lugar al que el resto de políticos ha llegado andando. Horas más tarde, es el único invitado que no asiste al almuerzo que el jefe del Kremlin ofrece a sus invitados. Y es entonces cuando empiezan los rumores sobre el verdadero estado de salud del líder bielorruso, de 68 años.
Días después, cuando Lukashenko se ausentó de la ceremonia del Día de la Bandera en Minsk por primera vez en 29 años, las sospechas sobre una posible enfermedad comenzaron a coger fuerza. Eso, sumado a las informaciones que aseguraban que estaba hospitalizado y a un inexplicable silencio gubernamental echaron más leña al fuego.
Una semana más tarde, reapareció en un vídeo ronco, vestido de militar y visiblemente desmejorado, para desmentir los rumores. Viajó de nuevo a Moscú para encontrarse con sus socios euroasiáticos. Bromeó con que "no iba a morir" y que "iba a seguir molestando durante mucho tiempo". Desde entonces se le ha visto tres o cuatro veces, acompañado incluso de Putin durante un pomposo desayuno, pero ninguno de estos esfuerzos por demostrar que está en plena forma ha logrado sofocar la pregunta de qué pasará cuando el que ha gobernado Bielorrusia con puño de hierro durante tres décadas esté totalmente desaparecido de escena. O mejor dicho: ¿quién reemplazará al "último dictador de Europa"?
Elecciones ¿justas?
En principio, la Constitución bielorrusa señala que, en caso de que el puesto de presidente quede vacante por muerte o por incapacidad, será la presidenta de la cámara alta de la Asamblea Nacional, Natalya Kochanova, quien ocupe el cargo temporalmente. Posteriormente, se tendrán que convocar elecciones generales de entre los siguientes 30 y 70 días. Así que, desde un punto de vista legal, el futuro jefe de Estado del país deberá ser elegido "directamente por el pueblo de la República de Belarús sobre la base del sufragio universal, libre, igual y directo mediante voto secreto".
No obstante, la Carta Magna original también contempla que una misma persona sólo puede ser presidente durante dos mandatos y Lukashenko lleva ya seis gracias a una reforma que le permite ser reelegido indefinidamente. De la misma manera, el texto también habla de democracia, aunque en 2020 Lukashenko no sólo se negó a reconocer los resultados electorales que aseguraban la victoria a la líder opositora Svetlana Tijanóvskayas, sino que reprimió con mano dura las protestas que se desataron en su contra y encarceló a centenares de disidentes.
Así que, en este sentido, todo apunta a que en la práctica, la sucesión de Lukashenko no seguirá el curso legal que debería. Hay expertos que auguran que el futuro heredero será alguien cercano al actual presidente, alguien de su círculo más íntimo. El problema es que en todos sus años en el poder, Lukashenko ha ido destituyendo uno tras otro a ministros, jefes de seguridad y embajadores. En definitiva, a cualquiera susceptible de hacerle la competencia.
"Lukashenko ha importado el modelo de Putin", resume Mira Milósevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano experta en Rusia, Eurasia y los Balcanes. Se refiere a las maniobras que el presidente ruso inició en 2011 para suprimir -con amparo legislativo- cualquier oposición al régimen y que tienen sus derivadas fuera de la ley, como los intentos de asesinatos o las misteriosas defenestraciones de oligarcas cercanos al Kremlin. "Ambos se han mantenido en el poder reprimiendo cualquier tipo de oposición, por mínima que sea", explica la académica a El ESPAÑOL. Una estrategia que, sin embargo, también ha dificultado el nombramiento claro de un heredero al trono.
Para la oposición esto supone una ventaja, ya que esperan que cuando Lukashenko ya no esté se dé la tan esperada apertura democrática que en 2020 sacó a cientos de miles de personas a las calles. El problema es que desde ese año, la mitad se encuentra en el exilio (como Tijanóvskayas, que huyó a Lituania) y la otra mitad, en prisión. Incluso así, la esperanza de los líderes opositores parece permanecer intacta. Creen que los bielorrusos volverán a levantarse para evitar que el país pase de las manos de un dictador a otro.
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Como ejemplo, Valeri Tsepkalo, antiguo funcionario bielorruso que trató de presentarse a las últimas elecciones presidenciales de Bielorrusia antes de ser vetado y que, tras asegurar -sin pruebas- hace unos días que Lukashenko volvía a estar enfermo pidió ayuda a la Comunidad Internacional para derrocar al régimen.
"Independientemente de si se recupera o no, los médicos advierten sobre la posibilidad de recaídas. Como representantes del Foro Democrático de Bielorrusia de la República de Bielorrusia, instamos a los líderes occidentales a convocar una sesión estratégica en los próximos días para discutir las elecciones y otras medidas que deben tomarse para asegurar el período de transición", escribió en Twitter desde Moscú, a donde se trasladó para evitar ser arrestado hace unos años.
According to preliminary information, subject to further confirmation, #Lukashenko was urgently transported to Moscow's Central Clinical Hospital after his closed-door meeting with #Putin. Currently, he remains under medical care there. Leading specialists have been mobilized to… pic.twitter.com/xTQ1O7Yp2W
— Valery Tsepkalo (@ValeryTsepkalo) May 27, 2023
Una oposición en el exilio
"Espero que la oposición esté preparada, pero el aparato nacional está bien atado: las élites son corruptas y tienen ciertos privilegios a los que no van a renunciar, por lo que ni van a dar un golpe ni van a permitir que otros lo hagan", sostiene Milósevich-Juaristi. A eso se le añade otro obstáculo: la influencia que Rusia lleva años cosechando en el país vecino.
"El mayor éxito de Putin ha sido atacar a Bielorrusia sin tener que intervenir como en Ucrania: ha ido absorbiéndo el país poco a poco, sin anexionarlo territorialmente, pero imponiendo la voluntad del Kremlin y firmando acuerdos que, aunque hubiese una revolución, van a ser muy difíciles de deshacer", detalla la investigadora del Real Instituto Elcano. Estos pactos impregnan todo el sistema bielorruso y van desde el modelo bancario hasta el ejército. Incluyen, entre otras cosas, asociaciones militares y acuerdos como al que Putin y Lukashenko llegaron en mayo y que permite el despliegue de armamento nuclear táctico ruso en Bielorrusia.
"La sociedad bielorrusa no es prooccidental; se siente cultural, lingüística e históricamente más cercana a Rusia"
A esta interdependencia política se le suma la cercanía entre sociedades. "Hay una realidad que no queremos ver: que a pesar de estar en contra de Putin o de Lukashenko, la sociedad bielorrusa no es prooccidental o proeuropea, sino que cultural, lingüística e históricamente se siente más cercana a Rusia", explica Milósevich-Juaristi. Así lo sugiere también una encuesta del Carnegie Europe sobre la polarización en la sociedad bielorrusa realizada en diciembre de 2020, cuando las protestas en las calles de Minsk estaban aún vivas.
Entonces, poco menos del 42% de los ciudadanos estaba de acuerdo con la afirmación de que la democracia era la mejor forma de gobierno. En contra, el 13% dijo que a veces el autoritarismo es preferible a la democracia, mientras que alrededor del 9% aseguró que no les importaba el tipo de gobierno. "No tienen experiencia democrática y cualquier intento es sofocado", indica la investigadora.
De ahí que al miedo a una posible represión por parte de las autoridades nacionales se le añada el temor a una posible represalia del país vecino o la intervención directa para colocar en el poder a alguien como Lukashenko: un vasallo del Kremlin. El temor además podría haberse incrementado desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania. "Muchos ven en Ucrania el precio a pagar por alejarse de Rusia", concluye Milósevich-Juaristi, que ve con escepticismo el estallido de una nueva revolución en Bielorrusia.