El jefe del Estado francés, Emmanuel Macron, asistió a la misa que el Papa Francisco celebró este sábado en Marsella pese a la oleada de críticas previas de la izquierda y la extrema izquierda. La eucaristía ha tenido lugar en el Vélodrome, el estadio del Olympique de Marsella. Más de 50 mil personas han seguido la ceremonia que ponía fin a una visita de 26 horas del Pontífice.
"No iré como católico sino como presidente de la República que es, en efecto, laica", se justificó Macron la víspera. "Considero que estaré en mi sitio", añadió. Macron es agnóstico pese a haber recibido el bautismo a los 12 años a petición propia. El último jefe de Estado francés que asistió a una misa celebrada por un Papa fue Valéry Giscard d’Estaing en 1980.
En los días previos, La Francia Insumisa, fuerza hegemónica de la izquierda, desató una oleada de críticas contra Macron. Su líder Jean Luc Mélenchon, miembro de la masonería, afirmó que la decisión de Macron era "una falta de respeto a su cargo" aunque declaró que "el Papa era bienvenido en Francia". El líder comunista, Fabien Roussel, opinó que "en una república laica, su presidente no debería asistir a una misa".
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Otros diputados insumisos de extrema izquierda opinaron que el jefe del Estado francés se "burlaba de la laicidad y pisoteaba sus principios como la separación de las iglesias y el Estado y la neutralidad de éste frente a las religiones que estableció la ley de 1905".
"El Estado es neutral. Los servicios públicos, también. Además, preservamos la neutralidad de la escuela", respondió Macron en referencia a la prohibición de la abaya -ropa amplia que llevan las musulmanas- en los establecimientos escolares. Aunque la ley ya prohibía llevar signos religiosos manifiestos a los alumnos (como una cruz o una kipa) el ministro de Educación se refirió recientemente a la abaya al considerar esta prenda "discriminatoria" para las musulmanas. Lo que motivó las protestas de La Francia Insumisa por "estigmatizar" a las alumnas mahometanas.
La visita del Papa a Marsella nunca fue concebida como una visita de Estado del soberano pontífice a Francia. Estaba motivada por la clausura de los Encuentros del Mediterráneo, un foro de un centenar de obispos de todas las riberas del Mediterráneo que aborda no sólo la evangelización sino cuestiones sociales como "el agua, las migraciones, o la formación". Unos 70 jóvenes de todos los países ribereños y de todas las confesiones participaron en los debates de los Encuentros que en las dos ocasiones precedentes tuvieron lugar en Florencia y Bari.
"Marsella es una etapa del peregrinaje mediterráneo que el Papa Francisco inició hace 10 años", explicó previamente el arzobispo de Marsella, Jean Marc Aveline. Fue la insistencia de este prelado, investido cardenal por el Papa en agosto de 2022, quien forzó la mano de Francisco para añadir la misa al programa: "Le dije al Papa: Entiendo que no quiera convertir su presencia en visita de Estado a Francia como tampoco lo habéis hecho en España o Alemania, pero no podéis impedir que Francia rece con usted".
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A eso se superpuso el interés de Macron por 'colarse' en la agenda del pontífice. Primero logró ser invitado a la clausura de los Encuentros, donde no ha tomado la palabra. Luego una entrevista tête-à-tête con el Papa y, finalmente, la misa. Según La Croix diario católico, el jefe del Estado francés intentó también organizar un almuerzo con Francisco, algo que está fuera de los hábitos de este Papa austero.
La reunión tuvo lugar en una habitación con vistas al mar del Palais du Pharo, sede principal de estos Encuentros Mediterráneos, después de la ceremonia de cierre que tuvo lugar en el auditorio principal.
Macron y Francisco trataron cuestiones como la situación de África, la guerra de Ucrania o el conflicto en Nagorno Karabaj, indicaron posteriormente fuentes del Elíseo, que describieron la conversación como "muy animada".
Con la acogida de los migrantes en Europa como el principal tema de esta visita papal, el presidente francés explicó al pontífice que Francia "hará su parte" para aliviar la situación de Lampedusa y quiere combatir a los traficantes.
El presidente francés estuvo acompañado de su esposa, Brigitte, que se jubiló como profesora de Francés en el liceo San Luis Gonzaga de París, un prestigioso establecimiento escolar de los jesuitas. Antes enseñó en La Providence de Amiens, donde dirigía el grupo de teatro. Allí conoció a un entusiasta alumno, del mismo curso que su segunda hija, el futuro presidente y hoy esposo, Emmanuel Macron.
"Yo vengo de una familia laica. En casa, la religión tenía poca importancia. Mi familia venía de la tradición católica, pero pero adquirió conciencia política en mayo de 1968. Lo que quiere decir que se preciaban de no tener relación alguna con la religión. Así que yo no tuve ni obsesión ni rechazo por la religión; simplemente, no existía para mí", confesó el propio Macron a Samuel Pruvot, autor del libro Emmanuel Macron, Dios y la República.
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Macron se define como "agnóstico" que cree "en una forma de trascendencia". Esta dimensión metafísica no le lleva, sin embargo, a ningún tipo de práctica religiosa. "Tengo la suficiente humildad para no pretender hablar con Dios", declaró al semanario La Vida, al poco de ser elegido.
No es la primera vez que el presidente de la República asiste a una ceremonia religiosa. Al poco de llegar al Elíseo, participó en el iftar (la cena de ruptura del ayuno) anual del Consejo Francés del Culto Musulmán. También ha asistido a misa en ocasiones señaladas como el funeral de su predecesor Jacques Chirac en 2019.
Sin embargo, la misa de Marsella tiene otra dimensión. Hasta ahora sólo un presidente de la República Francesa había asistido a una eucaristía celebrada por un Papa. Fue en mayo de 1980 cuando Valéry Giscard d’Estaing acogió con gran pompa a un joven Juan Pablo II, primer soberano pontífice que visitaba oficialmente Francia desde la coronación de Napoleón como emperador por Pio VIII en 1804. Giscard asistió a la misa celebrada por el Papa en la explanada de Notre Dame.
Jacques Chirac, por el contrario, no tomó parte en ninguna ceremonia religiosa presidida por Juan Pablo II durante su visita apostólica de 1996. La polémica del momento estuvo motivada entonces por la celebración oficial por el Estado francés del 1.500 aniversario del bautismo de Clodoveo, hecho clave en la creación de la monarquía francesa.
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La última visita oficial de un Papa a Francia tuvo lugar en 2008. El presidente en aquel momento, Nicolas Sarkozy, no asistió a la misa que celebró el Papa Benedicto XVI, en los Inválidos de París.
Dicho lo cual, nada en la ley de 1905 -ni en ninguna otra- prohíbe a un cargo público, presidente de la República incluido, asistir a misa. Es una cuestión consuetudinaria que quedó fijada, como tantas otras cosas por De Gaulle.
En la primera mitad del siglo XX, los presidentes no ponían un pie en una iglesia por nada del mundo. Ni para asistir al Te Deum celebrado en la catedral parisina para celebrar el final de la Primera Guerra Mundial en el que no estuvo presente el presidente Raymond Poincaré.
De Gaulle, por el contrario, no tuvo problema alguno en celebrar la Liberación de París de los nazis asistiendo al Magnificat de agosto de 1944 en la catedral de Notre Dame. Católico practicante, hizo construir una capilla en el Palacio del Elíseo, cuando se convirtió en presidente de la V República. Sin embargo, cuando asistía a un oficio religioso como jefe del Estado no comulgaba: el jefe del Estado de una república laica no podía arrodillarse para recibir la hostia consagrada.
Esta 'doctrina' se puso en práctica durante la misa en 1962 en la catedral de Reims a la que invitó al canciller alemán; Konrad Adenauer, para preparar el tratado de reconciliación entre Francia y Alemania. La única excepción que hizo De Gaulle fue en un viaje oficial a la Unión Soviética en junio de 1966. El presidente comulgó en la capilla francesa de Leningrado (hoy San Petersburgo) en demostración de su compromiso con la libertad de culto, suprimida por los comunistas.
En fin, en la izquierda francesa había quien celebró la breve visita papal a Marsella con entusiasmo como el alcalde de la conflictiva capital de sur. El socialista Benoît Payan declaró al diario local La Provence: "El Papa no tiene miedo de la gente, es un Papa popular, por algo ha escogido Marsella. Comprendimos enseguida que este Papa no quería una visita protocolaria, engolada, compuesta sólo de encuentros oficiales". El primer edil sostuvo que "este sábado será el día que ha habido más gente en Marsella desde la creación de la ciudad".