La historia del rabino ortodoxo Nathan Chazin está fuera de los márgenes de la normalidad. Nacido hace 48 años en la ciudad ucraniana de Odessa, emigró de joven a Israel, donde se formó militarmente y cumplió con uno de esos largos servicios militares de 32 meses. Un entrenamiento que más tarde le serivió para levantar en 2014 el Batallón Azov, esa unidad militar ucraniana que durante años ha sido etiquetada de "neonazi". Entre otras cosas porque a sus filas se han unido radicales de extrema derecha. Pero no solo.
"A los 18 años hice el servicio militar como cualquier otro ciudadano en Israel. Esta experiencia fue muy útil durante el conflicto aquí en Ucrania", explica Chazin en su conversación con EL ESPAÑOL. Se refiere al conflicto que estalló en hace una década y en el que Moscú invadió parte de las regiones ucranianas del Donbás y se anexionó ilegalmente la península de Crimea. Desde entonces y sobre todo al incio de la guerra a gran escala en 2022, se ha tratado de socavar la reputación de los militares ucranianos que defienden su país bajo el nombre del Batallón Azov.
Sobre todo porque la idea de que es un grupo neonazi ha sido ampliamente utilizada por Rusia. Ha sido, precisamente, un argumento para justificar su objetivo irreal de "desnazificar" Ucrania. Lo curioso es que en ese supuesto grupo neonazi fue fundado por Chazin y un puñado de hombres, algunos también judíos. "Yo fui uno de los creadores del Batallón Azov junto a un pequeño grupo de patriotas", asegura el exmilitar.
La vida de Chazin podría haber ido por otros derroteros. Podría haberse dedicado a los negocios. Este ucraniano -que también es ciudadano israelí- tenía un trabajo y muchos planes antes de la Revolución de Maidán. Pero aquellos convulsos días de principios de 2014 en los que los ucranianos vieron huir a Rusia a su jefe de Estado, Víktor Yanukóvich, ante las protestas a favor de acercarse a la Unión Europea en las calles de Kiev cambiaron su vida por completo.
Entonces, Chazin ya estaba implicado en los grupos de autodefensa autogestionados que marcaron aquellas revolucionarias jornadas. Cuando estalló el conflicto en el este de Ucrania en 2014 con el levantamiento armado con el apoyo de Moscú de los separatistas prorrusos, Chazin reunió a un grupo de hombres con los que irse a proteger esas regiones del Donbás.
La génesis del Batallón Azov
En ese contexto, la comunidad judía ucraniana reconoce a Chazin como participante en la "liberación de la ciudad de Mariúpol [sureste ucraniano] de manos de los separatistas apoyados por Rusia en la primavera de 2014". Frente a esas actividades de lo que los ucranianos denominaron de Operación Antiterrorista, el Batallón Azov echó a andar.
"Estando en la región este del país,estuvimos en contacto con el Ministerio del Interior, facilitando información. Luego empezamos a vivir batallas con fuego real y otras situaciones de conflicto. Poco después pasamos a integrar la Guardia Nacional [cuerpo que depende del Ministerio del Interior]. Capturamos y salvamos ciudades enteras de la agresión rusa", recuerda Chazin.
Poco después de que su batallón comienza a operar en el este del país, se les sumó otro grupo de combatientes voluntarios que operaba en la zona. "El grupo de patriotas que se nos unió en Azov tenía miembros radicales, algunos eran cabezas rapadas, otros eran abiertamente antisemitas", reconoce Chazin. "Los patriotas, algunos, tienen ideas racistas, pero otros son socialistas o lo que sea. En cualquier parte, en cualquier país, hay gente más o menos radicalizada, más o menos racista, sean o no neonazis. En Ucrania también pasa, existe este tipo de gente", agrega Chazin.
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Aunque pueda resultar paradójico, él, siendo judío, nunca tuvo altercados con sus compañeros de filas más extremistas. En el frente, "no tuve ningún problema con ellos y ellos no tuvieron problemas conmigo", sostiene.
"No les gustaba mi religión, pero, aun así, luchar contra nuestro enemigo es lo que cuenta. En este contexto, estos hombres me daban la mano, me saludaban, me aceptaban como persona y mi sitio en el mundo", apunta este hombre con pasado como rabino en la comunidad judía de su país. "Hace años que dejé la actividad religiosa, eso sí, mantengo mis hábitos y mis tradiciones", añade Chazin, que hasta este viernes ha estado celebrando la Janucá o Fiesta de las luces.
Él explica que un judío pudiera luchar con neonazis, y viceversa, aludiendo a la dimensión transformadora que tiene participar en un conflicto armado frente a un rival como Rusia. "La experiencia del frente cambia tu mente. Cambia la forma en la que ves el mundo, las prioridades y la ideología", explica Chazin. "En el frente, estamos todos entre la vida y la muerte. Allí, en realidad, nadie habla de nacionalidad, nadie pregunta de dónde, quién o qué eres. La idea es: 'tú estás aquí, tú formas parte de esto'", añade.
Chazin estima, además, que su presencia como judío en el frente tuvo influencia sobre sus compañeros de armas, incluidos los neonazis. "Cuando me veían, no decían nunca nada contra los judíos, supongo que por respeto a lo que hice por Ucrania, nuestro país. Pienso que aquello pudo cambiar la mente de algunas de esas personas a la hora de pensar en la religión judía, los judíos y otras naciones. Ellos vieron un judío luchando, haciendo el trabajo que ellos hacían, incluso más del que ellos estaban haciendo", sostiene.
En mayo de 2014, Chazin decidió abandonar el grupo de militares que él había ayudado a levantar. "El 9 de mayo de 2014 perdí uno de mis soldados en una batalla. Otro de mis hombres resultó herido de gravedad. A mí me capturaron, pero fui liberado de milagro, en el mismo día, gracias a un intercambio de prisioneros", rememora Chazin. "La situación que tuvimos en el frente me hizo plantearme muchas preguntas, las dirigí al Ministerio del Interior, pero no me respondieron a ninguna de ellas. Y decidí dejar Azov", aclara.
La vida después de Azov
Del Batallón Azov, Chazin pasó a integrar el Ejército regular. Desde 2016 es asesor militar para el jefe del Estado Mayor ucraniano. Antes de eso se dedicó a trabajar en Aerorozvidka, una unidad militar dedicada, entre otras cosas, al uso de drones en combate.
Durante un tiempo, Chazin dijo estar contento por haber dejado Azov. Dice no haber "aceptado el concepto que ha tenido el grupo". Como cuerpo de voluntarios, muchos radicales de todo el mundo pudieron acabar luchando allí. De ahí que se ganara ese perfil de "problemático", según dice a EL ESPAÑOL Gustav Gressel, experto en el conflicto ucraniano del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
"La doctrina del batallón ha ido cambiando. Al principio tuvieron israelíes, luego llegaron los ultraderechistas de toda Europa porque, entre otras cosas, era de los pocos regimientos donde podían llegar voluntarios de otros países, que suelen ser los radicales. Pero luego han ido reclutando a efectivos locales, gente del este de Ucrania, por ejemplo, que no tiene ese componente ideológico", explica Gressel.
Después de la heroica resistencia que los combatientes del Regimiento Azov en las instalaciones de la acería de Azovstal en junio del año pasado, la imagen de estos combatientes ha experimentado un vertiginoso vuelco. De ellos, el filósofo y autor francés Bernard-Henri Levy ha acabado sentenciando en 2022: "El Regimiento Azov, como todas las resistencias del mundo, aceptó en sus orígenes a todo el mundo que supiera manejar un arma. Pero desde que en 2014 se integró en la Guardia Nacional, se purgó de sus radicales".