Pedro Nuno Santos, el hábil negociador que estuvo en los bastidores del pacto de izquierdas que en 2015 alzó a António Costa al poder, superó su fama de rebelde, radical y hasta de enfant terrible del Partido Socialista (PS) de Portugal para convertirse en el nuevo líder de la formación.
"Radical es tener convicciones", defendió el secretario general socialista electo, desde hace años rostro visible del ala izquierdista del PS y que ahora ha logrado convencer al 62% de los militantes, según los resultados preliminares de las primarias, que han votado para que le entreguen las riendas de su partido.
Santos será el candidato socialista en las elecciones del 10 de marzo, donde intentará suceder a Costa también al frente del Gobierno después de que el primer ministro dimitió tras saberse investigado en un caso de supuestas irregularidades en negocios del litio y el hidrógeno.
A sus 46 años, acumula una larga experiencia como diputado y en diferentes cargos gubernamentales, pero su inquietud por la política surgió en la escuela, ante las desigualdades que veía entre los niños.
Nieto de un zapatero e hijo de un empresario, como resaltó cuando presentó formalmente su candidatura a suceder a Costa, Santos asegura que entró en la política "por la izquierda".
Dirigió la Juventud Socialista y posteriormente fue diputado en el Parlamento, donde llegó a ser vicepresidente del grupo socialista.
Fama de rebelde
En esa época ya se granjeaba fama de rebelde: "O se ponen finos o no pagamos. Y si no pagamos la deuda y se lo decimos, a los banqueros alemanes les temblarán las piernas", llegó a decir en 2011, cuando el país acababa de ser rescatado.
Cuatro años después, se encargó de coordinar las negociaciones con los partidos de la izquierda para lograr un inédito pacto que permitiera a Costa dar la vuelta al resultado de unas elecciones que había perdido y arrebatar el cargo de primer ministro al conservador Pedro Passos Coelho.
Costa lo premió con la Secretaría de Estado de Asuntos Parlamentarios, Santos siguió su ascensión política y en 2018 ya reconocía que apuntaba hacia el liderazgo del partido.
Al primer ministro y secretario general socialista no le agradó el desafío y avisó que todavía no había "entregado los papeles para la jubilación".
Sería una de las tensiones que a lo largo de los años protagonizaron ambos. Aun así, Costa le concedió un ascenso en su segunda legislatura y lo puso al frente del Ministerio de Infraestructuras, donde se mantuvo para el tercer mandato del socialista.
Pero la cartera venía con caramelos envenenados como el nuevo aeropuerto de Lisboa y la aerolínea TAP, que acabarían dictando su salida del Gobierno.
En junio de 2022, aprobó de forma unilateral una resolución sobre el nuevo aeropuerto que Costa anuló horas después, lo que generó un choque entre ambos.
A finales de ese mismo año, dimitió por una indemnización irregular pagada por la aerolínea de capital estatal a una administradora, meses después nombrada secretaria de Estado del Tesoro.
Pese a que muchos anunciaron entonces su muerte política, un año después va a liderar su partido y es candidato a primer ministro.
Ha convencido a los militantes con una propuesta basada en promesas como reforzar el Estado social, recuperar la antigüedad congelada de los funcionarios, mejorar los salarios y ofrecer más vivienda accesible.
Promesas con matices. "Tendremos fuertes restricciones presupuestarias. Será un Presupuesto que impondrá elecciones", dijo en un acto de campaña, en la que centró sus críticas en la derecha.
Habilidad para negociar
Su habilidad para negociar con la izquierda podría ser uno de sus puntos fuertes tras unas elecciones legislativas en las que, según todos los sondeos, los socialistas están lejos de poder revalidar su mayoría absoluta.
De su vida privada se sabe que, además de estar casado y tener un hijo, practica boxeo y kickboxing, es seguidor del Oporto y le gustan los automóviles.
Esta última afición le ha dado problemas. Cuando ya estaba en el Gobierno, se compró un Porsche y lo vendió dos meses después acuciado por las críticas.
"No es coherente con la forma en la que quiero estar en la política", lamentó.