Numerosos indicios sugieren que tanto la seguridad del Crocus City Hall como las autoridades públicas rusas podrían haber evitado el atentado del viernes por la noche en la sala de conciertos de Moscú. O, al menos, minimizado la magnitud de sus reprecusiones. Según el testimonio de los supervivientes, las fuerzas especiales acudieron al recinto una hora y media después de que los terroristas abrieran fuego. En una ciudad hipervigilada y tan militarizada como la capital de Rusia, esta tardanza parece, como mínimo, una enorme negligencia por parte de los cuerpos de seguridad.
Las autoridades han explicado que su demora fue provocada por los grandes atascos que hubo aquella hora de la tarde del viernes en el distrito moscovita de Krasnogorsk. Sin embargo, los helicópteros que acudieron al rescate —al menos tres— no llegaron a contener el fuego hasta la madrugada del sábado. Según el servicio de emergencias, el incendio no se extinguió hasta las 5 de la mañana. El atentado se había perpetrado alrededor de las 19:00 del viernes. Diez horas antes.
Marina, una experta en seguridad que asistió al concierto de Piknik en el Crocus City Hall, explicaba el domingo a EL ESPAÑOL cómo la tardanza en llegar de la policía rusa acabó con muchas vidas que se podrían haber salvado. Según cuenta, algo de lo que todo el mundo habla desde la noche del viernes es la tardanza en llegar de las autoridades al lugar. "Después del atentado, sólo se habla de lo que tardaron en venir. Nadie se lo explica: estuvimos como una hora esperándolos", explica.
"Es como que las autoridades han hecho la vista gorda", expresó. "Sí, habrá sido un atentado islamista, pero no es normal que tardaran tanto tiempo en llegar al recinto. Lo peor es que, hasta que no llegara la policía, no dejaban que los bomberos apagaran el incendio. En el edificio en llamas había mucha gente, ¿a qué esperaban?", lamenta. La superviviente deja escapar una teoría: "Podría ser para dejar que se quemaran las cámaras". Tanto dentro como fuera de Rusia, las conspiraciones sobre el atentado del Crocus City Hall no dejan de crecer. Ante tanta incertidumbre, cualquier tesis encuentra adeptos por pocos indicios que la respalden.
A Marina, que fue voluntariamente el sábado a declarar a la policía, le choca que esto pasara en una ciudad hipervigilada como la capital rusa. "Moscú está repleto de sistemas de vigilancia pública y de seguridad —cámaras, biométrica—", explica.
Recientemente se implementó un nuevo y completísimo sistema de reconocimiento facial. Esta herramienta fue la que permitió a la policía, por ejemplo, abrir causas penales a las personas que fueron a depositar flores por Alexei Navalny hace unas semanas. Pero las autoridades parecieron no servirse de ellas para impedir el atentado del viernes. "Si se consultaron las cámaras con ese objetivo, ¿cómo se pudo dejar pasar que un coche con varias personas armadas circulara a sus anchas por esta ciudad?", lamentaba Marina.
Antonio, un español residente en Rusia, asistió a un concierto en el Crocus City Hall una semana antes del atentado. Según explica a EL ESPAÑOL, le sorprendieron los "tantísimos" controles de seguridad para ingresar al recinto. "Me pidieron de todo, me cachearon entero, me hicieron sacar de mi bolsillo hasta el último rublo que tenía suelto", cuenta. De hecho, tanto le extrañó la vigilancia que decidió grabar un vídeo de los controles a la entrada del auditorio. Del mismo auditorio al que, una semana después, varios hombres consiguieron entrar a paso tranquilo con ametralladoras.
Según Alisher Iljamov, director del think tank Central Asia Due Diligence, "es muy probable que los servicios especiales rusos sabían de antemano [del atentado]". Iljamov declara a Al Jazeera que un ataque como el del viernes pasado solo podría beneficiarle a Putin: "Convertirse en víctima del Estado Islámico es despertar simpatías en todo el mundo. Es una especie de [truco] de relaciones públicas para mejorar la reputación internacional [de Rusia]", valora.
Este no sería el primer atentado que los opositores a Putin denuncian como operación encubierta. Varios críticos sospechan que las explosiones de septiembre de 1999 —año en el que asumió la presidencia por primera vez— en varias ciudades rusas no fueron sino una táctica de bandera falsa que sirviera al Kremlin de pretexto para culpar a los separatistas chechenos y empezar la Segunda Guerra de Chechenia.
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La guerra en Chechenia disparó la popularidad de Putin, pero en aquel momento Alexander Litvinenko, un exagente del FSB disidente del Gobierno, afirmó que los atentados habían sido comandados por el presidente. Este lo llamó "traidor" en reiteradas ocasiones y, en 2003, Litvinenko murió en Reino Unido envenenado con polonio radiactivo. Londres dijo entonces que Putin "podría haber estado" detrás del asesinato.
Ahora, además de popularidad, Putin puede estar buscando en el atentado excusas para avivar la guerra en Ucrania. Tanto la televisión como el propio Gobierno ruso han apuntado directamente a Kiev como responsable del ataque al Crocus City Hall. Los próximos días mostrarán si las afirmaciones del Kremlin sobre la implicación ucraniana son simplemente una táctica de distracción ante el fracaso de los servicios de inteligencia, o si se utilizarán para reforzar la retórica bélica.
Prisión para los terroristas
Este mismo domingo la Justicia rusa ha decretado prisión preventiva por dos meses para cuatro sospechosos de perpetrar el atentado. Los cuatro hombres han sido imputados con cargos de terrorismo y pueden afrontar una cadena perpetua, según la agencia rusa TASS.
Los primeros en presentarse ante el juez fueron dos varones identificados como Saidakrami Rachabalizoda y Dalerdzhon Mirzoev. Durante la vista, Mirzoev dijo que es ciudadano de Tayikistán y que tiene tres hijos menores. El acusado, que reconoció plenamente su culpa, vivía en la región de Moscú con documentos de residencia caducados hace tres meses. A la vez, el acusado no tenía antecedentes penales, señalan los medios rusos.
Rachabalizoda, de 30 años, también admitió su culpa. El acusado está casado, tiene un hijo y no cuenta con antecedentes penales. Los otros dos sospechosos del ataque terrorista que fueron llevados este domingo al tribunal de Basmanni de Moscú tras su detención el sábado en la región rusa de Briansk son Fariduni Shamsudin y Muhammadsobir Faizov.
Faizov, de 19 años, vestía una bata blanca y estaba acompañado por dos médicos al ser llevado a la corte desde un hospital, donde ingresó tras resultar herido durante su detención. Shamsudin dijo al juez que trabajaba en una fábrica en la región de Moscú y que tiene un hijo de ocho meses.
Mientras Faizov, que no está casado, declaró que antes trabajaba como peluquero en la ciudad de Ivánovo y actualmente estaba desempleado.
En total, las fuerzas de seguridad rusas han detenido a once personas vinculadas con el atentado, cuatro de las cuales participaron personalmente en la matanza, según las autoridades.