Agencias

El Papa Francisco reapareció este sábado para presidir la misa de la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro, después de que este viernes tuviera que renunciar al Vía Crucis del Coliseo para "preservar su salud".

El pontífice de 87 años pidió en esta homilía, la última de las tres grandes ceremonias de Semana Santa, "que se aleje la desesperación" para "los pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia".

El Papa, que arrastra desde febrero problemas respitatorios por una gripe y en las últimas semanas había optado por no leer los discursos en voz alta y delegar esta tarea a un colaborador debido a que se cansa demasiado, ha podido participar en esta larga celebración de más de dos horas, donde participó en todos los ritos y leyó con buena voz.

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Durante su homilía hizo referencia "a que a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras".

El Papa los llamó los "escollos de muerte" y dijo que "son todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante".

Y entre ellas citó "las muertes de nuestros seres queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar; en los fracasos", " los muros del egoísmo y de la indiferencia, que repelen el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el hombre" y " todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra".

El Papa entonces aseguró que "Jesús es nuestra Pascua, aquel que nos hace pasar de la oscuridad a la luz, que se ha unido a nosotros para siempre y nos salva de los abismos del pecado y de la muerte, atrayéndonos hacia el ímpetu luminoso del perdón y de la vida eterna.

Francisco se dirigió entonces a los "pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia, pueblos sin tierra, pueblos mártires" para que alejen "en esta noche los cantores de la desesperación".

Una de las ceremonias más largas

La ceremonia, una de las más largas de la tradición y cargada de simbolismos, comenzó con la bendición del fuego en el atrio de la basílica y el encendido del cirio pascual. El Papa marcó la vela con la inscripción de la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega- que simbolizan que Dios es el principio y el fin en una basílica totalmente a oscuras.

Después se produjo la tradicional procesión con la entrada de los concelebrantes en total silencio y a oscuras y sólo con las velas encendidas para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo.

Sólo después de que el diácono pronunció tres veces la frase 'Lumen Christi' (La luz de Cristo) se encendieron las luces de la basílica y comenzó la misa ante 6.000 fieles.

Esta larga ceremonia sigue la tradición de los primeros años de la Iglesia, la de los catecúmenos, los adultos que aspiraban a convertirse al cristianismo y, por ello, también se celebró la bendición del agua, y Francisco bautizó a ocho adultos de diferentes nacionalidades: cuatro italianos, dos coreanos, un japonés y un albanés.

La Santa Sede ha confirmado además que el Papa oficiará la misa de Resurrección del domingo la Bendición Urbi et Orbi desde la logia central de la Basílica vaticana.