Cuando en 2012 16 países de la región de Europa Central y Oriental (entre ellos 11 Estados miembro de la Unión Europea) suscribieron un acuerdo de colaboración con China, la noticia fue acogida con mucha preocupación en el resto del bloque europeo. Sin embargo, 12 años después, no hay previstos grandes actos para conmemorar la creación del grupo. Desde 2019, la frecuencia de estas reuniones son cada vez menores y varios miembros se han retirado.
La reciente gira europea del presidente chino Xi Jinping, la primera en cinco años, bien podría considerarse como un esfuerzo para revitalizar las relaciones con los países del este de Europa. En esta ocasión, el líder chino ha elegido visitar Francia, Serbia y Hungría, una ruta que muestra el estado de las relaciones del gigante asiático con Europa. El encuentro en Francia estuvo marcado por las tensiones, mientras que Xi se dio un auténtico baño de masas en Serbia y también ha logrado grandes acuerdos en su visita a Hungría.
El líder chino pidió al presidente francés Emmanuel Macron evitar una “nueva Guerra Fría”, sin embargo, tal y como señalan John Liu y Jing Li en un artículo en Bloomberg, “su diplomacia ha reavivado las divisiones al enfrentar al este de Europa con el oeste” en un momento en el que la relación entre Hungría y la Unión Europea es cada vez más tensa. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha expresado repetidamente su descontento con la política social y de inmigración de la Unión Europea, así como con las críticas hacia su gobierno por los retrocesos en el Estado de derecho en Hungría.
Una visita poco productiva por Francia
Tras una visita oficial de dos días, el martes Xi Jinping y su esposa, Peng Liyuan, abandonaron Francia sin haber otorgado grandes concesiones en materia de comercio o política exterior, a pesar de las presiones recibidas por parte de Macron y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Ambos líderes instaron a Xi a buscar un comercio más equilibrado con Europa y a utilizar su influencia sobre Rusia para contribuir a poner fin al conflicto en Ucrania.
La gira de Xi Jinping llega en un momento de fuertes tensiones comerciales entre China y la Unión Europea. El bloque europeo está llevando a cabo investigaciones sobre industrias chinas, como las exportaciones de vehículos eléctricos, mientras que Pekín está centrando sus investigaciones principalmente en las importaciones de brandi de fabricación francesa.
“La UE no puede absorber la sobreproducción masiva de productos industriales chinos que inundan el mercado”, declaró Von der Leyen después de que los tres mantuvieran una reunión en el palacio del Elíseo. "La relación entre Europa y China se ve perjudicada por un acceso desigual al mercado y por las subvenciones estatales chinas”.
El presidente chino, por su parte, coincidió con sus homólogos sobre la necesidad de abordar las fricciones económicas y comerciales a través del diálogo. No obstante, también indicó que el problema del exceso de capacidad de China “no existe ni desde la perspectiva de la ventaja comparativa ni a la luz de la ventaja comparativa ni a la luz de la demanda mundial”. Según fuentes diplomáticas francesas consultadas por Reuters, durante la reunión Xi pareció estar receptivo a las preocupaciones europeas y añadieron que el objetivo de la visita era transmitir mensajes, aunque queda por ver si habrá alguna acción posterior.
Durante su visita a Francia, Xi también enfatizó la importancia de evitar una "nueva Guerra Fría" entre bloques, instando a una cooperación proactiva para construir un mundo multipolar equitativo y ordenado. Sin embargo, este llamado perdió fuerza cuando, en su siguiente parada en la gira, Xi firmó un acuerdo histórico con Serbia, que se comprometió a forjar un "futuro compartido", siendo este el primer acuerdo de este tipo con un país europeo.
“El cielo es el límite”
La recepción del líder chino en Serbia contrastó notablemente con su llegada a Francia. Mientras que en París decenas de personas se manifestaron por la falta de derechos humanos en China, en Belgrado, Xi fue recibido por una multitud entusiasta que se había congregado frente al palacio presidencial serbio para darle la bienvenida, aplaudiendo y coreando “China, China”.
Los dos países firmaron 29 acuerdos para fomentar la cooperación jurídica, normativa y económica. Serbia, que es el socio clave de China en la región, también se convertirá en el primer país europeo en años en suscribir un acuerdo de libre comercio con el gigante asiático cuando entre en vigor el 1 de julio un acuerdo firmado el año pasado. “Hoy estamos escribiendo historia”, afirmó el presidente serbio Aleksandar Vucic el miércoles.
Ambos líderes destacaron su sólida asociación. China posee minas y fábricas en toda Serbia y ha proporcionado miles de millones de euros para proyectos de infraestructura como carreteras, puentes y nuevas instalaciones, convirtiéndose en el socio principal de Serbia en su crucial desarrollo infraestructural. Además, junto con Hungría, Belgrado es uno de los defensores más firmes en Europa del ambicioso proyecto chino de infraestructura "Franja y la Ruta", la nueva Ruta de la seda que atraviesa partes de Asia y Europa.
"Serbia se convirtió en el primer socio estratégico de China en Europa central y oriental hace ocho años, y se convierte en el primer país europeo con el que construiremos una comunidad con un futuro compartido", señaló Xi.
Por otro lado, Xi y Vucic reafirmaron su compromiso mutuo de respaldarse en cuanto a su soberanía e integridad territorial. Serbia considera a Taiwán como una provincia separatista, mientras que China sostiene que Kosovo, que proclamó su independencia en 2008, es parte de Serbia. "Nos enfrentaremos conjuntamente a la hegemonía y a la política del poder", afirmó Xi.
La ‘zanahoria’ para Orbán
Tras finalizar su visita a Serbia, Xi llegó a última hora del miércoles a Budapest. Allí, tras su reunión con Orbán, los dos países elevaron sus lazos a una “asociación estratégica integral para todos los tiempos”, mejorando unas relaciones que van a contracorriente del resto de países de la Unión Europea. Mientras algunos países del bloque están considerando reducir su dependencia de la segunda economía mundial, la Hungría de Orban ha fortalecido su vínculo como un socio comercial y receptor de inversión clave para China.
Las empresas chinas, según indicó el ministro de Asuntos Exteriores húngaro Péter Szijjártó en un acto el miércoles, se han convertido en los principales inversores de Hungría al haber invertido 16.000 millones en el país. “Consideramos nuestra cooperación con China como una gran oportunidad”, afirmó el titular de la cartera de Exteriores. Esta receptividad parece haberse traducido en premios para el gobierno de Orban, especialmente en lo que se refiere al establecimiento de fabricantes chinos de baterías y vehículos eléctricos en Hungría.
CATL, una de los mayores fabricantes de baterías del mundo, está construyendo una planta de 7.300 millones de euros en Debrecen (la segunda ciudad más poblada de Hungría) y el fabricante chino de vehículos eléctricos BYD anunció a finales del año pasado que estaba construyendo su primera planta europea en el sur de Szeged. También se espera que Great Wall Motor (GWM) construya una fábrica en Pécs.
El presidente chino también anunció en su visita que ambos países avanzarán en proyectos clave, como la reconstrucción del ferrocarril Budapest-Belgrado, un proyecto de 2.100 millones de dólares, financiado en su mayoría mediante préstamos de China bajo la iniciativa de la Franja y la Ruta. Además, acordaron iniciar los preparativos para la construcción de una línea ferroviaria alrededor de Budapest, que facilitará el transporte de productos fabricados en el este de Hungría por empresas chinas hacia los mercados de Europa Occidental, según informó Szijjártó.
El entusiasmo de Orbán por la inversión china contrasta con la cautela mostrada por varios países de la región hacia la alianza entre Pekín y Moscú, especialmente tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022. La inquietud de la Unión Europea respecto a la creación del grupo 16+1 en 2012 —que se amplió a 17 con la incorporación de Grecia en 2019—, se ve ahora diluida después de la reducción del grupo a 14+1 tras la salida de los tres países bálticos: Lituania, Letonia y Estonia.