Aupar a la extrema derecha o resucitar el debilitado "cordón sanitario" de la mano de una alianza táctica -y de último minuto- entre la coalición de izquierdas y el bloque macronista, que parecía jugarse la supervivencia. Eso es lo que 43,4 millones de ciudadanos debían decidir este domingo en la segunda vuelta de las elecciones legislativas anticipadas de Francia. Los ciudadanos han optado por volver a levantar el muro que durante años mantuvo a la ultraderecha en los márgenes de la política francesa.
La coalición izquierdista del Nuevo Frente Popular (formada por socialistas, ecologistas, comunistas y La Francia Insumisa) ha ganado la segunda ronda, con 182 diputados en la Asamblea Nacional. En segunda posición queda la alianza de partidarios del actual presidente Emmanuel Macron recogida bajo el paraguas de Juntos (Ensemble), que ha logrado 168 asientos.
Ambos superarían al partido Agrupación Nacional (RN), heredero de la vieja ultraderecha y liderado hoy por Marine Le Pen, que ha quedado en tercer lugar con 143 escaños.
Así, tras ser el más votado en la primera vuelta y partir como favorito, el partido de Le Pen no logra su ansiada victoria. Estas cifras sitúan a RN muy lejos del objetivo que la formación se había marcado: los codiciados 289 escaños de la mayoría absoluta, que no logra ningún partido en estas elecciones legislativas.
Triunfo del cordón sanitario
El pasado 30 de junio, durante la primera jornada de las elecciones legislativas anticipadas, la extrema derecha consechó unos resultados históricos. Se convirtió en la primera fuerza política. Para tratar de frenar la llegada de RN al poder, la izquierda y los macronistas resucitaron el llamado "frente republicano", esa unión de demócratas contra la ultraderecha que ya actuó en las presidenciales de 2017.
Fruto de la necesidad, ambos bloques lograron articular un pacto informal (y probablemente temporal) que llevó a más de 200 candidatos a retirarse de esta segunda vuelta. La idea era evitar competiciones triangulares y favorecer al candidato en mejores condiciones de derrotar a RN en cada circunscripción. En vista de los resultados preliminares, la estrategia parece haber funcionado.
La perspectiva de un Gobierno de ultraderecha -que agita una agenda xenóboba y racista- parece haber llevado a los franceses a votar de forma masiva. A las 17:00 horas, la participación alcanzaba el 59,71%, de acuerdo con los datos publicados por el Ministerio de Interior. Esto supone 20 puntos más que en las legislativas de 2022, además de la cifra más alta desde 1981.
Sin una mayoría clara
A la espera de que acabe el recuento de papeletas, estos resultados preliminares no dan mayoría absoluta para ningún bloque. No obstante, permitirían construir una gran coalición entre la izquierda y el bloque macronista con un número suficiente de diputados para formar un Gobierno relativamente estable. No será fácil.
Comienza un complejo juego de tira y afloja para buscar el consenso entre los distintos partidos de ese "frente republicano", algunos de ellos enfrentados en cuestiones económicas, sociales o internacionales, como la guerra de Ucrania. "En los últimos 20 años hemos asistido a un fenómeno de 'hiperpresidencialismo', que es una amplificación de un defecto de la V República. Ahora, quizá veamos funcionar un verdadero parlamentarismo y no sólo una Asamblea que vota proyectos de ley emanados del Gobierno y que están fuertemente impulsados por el presidente", explica a EL ESPAÑOL, la politóloga de la Universidad de Montpellier, Aurélia Troupel.
En esta línea, la experta sostiene que "hay una alta probabilidad de que Emmanuel Macron se tome algún tiempo antes de nombrar a un nuevo primer ministro". Puede que incluso espere "a que pasen los Juegos Olímpicos", concluye.
Las facciones más radicales del bloque de izquierdas (como La Francia Insumisa) provocan rechazo en los sectores más conservadores. También en el seno del macronismo. Prueba de ello es la dimisión del primer ministro macronista, Gabriel Attal, el mismo domingo tras conocerse que el centro (que obtuvo la mayoría absoluta en las pasadas legislativas) lograba mantener el tipo pero quedaba relegado al segundo lugar.
Apenas unos minutos después de conocerse los resultados de los sondeos, el líder del Nuevo Frente Popular, Jean-Luc Mélenchon, exigió a Macron el nombramiento de un primer ministro de izquierdas. No obstante, algunos partidos se lanzaron rápidamente a poner en duda ese escenario. Es el caso del actual ministro de Interior, Gérald Darmanin, que aseguró que "nadie puede apropiarse la victoria" y pidió "más apertura a la derecha moderada republicana".
El problema es que existen divisiones profundas entre la izquierda radical y el macronismo, pero también entre la izquierda y la socialdemocracia, que ha renacido en estas elecciones, con más de 60 diputados en la Asamblea.
El expresidente socialista Françoise Hollande fue el primero en pronunciarse y anunciar la apertura de "un camino de esperanza". Eso sí, con matices. "El Nuevo Frente Popular debe darse cuenta de lo que tiene que hacer hoy. Es el partido más fuerte en la Asamblea Nacional, pero no tiene mayoría absoluta. En estos momentos, tiene una mayoría relativa", afirmó anoche.
Por su parte, Raphaël Glucksmann, eurodiputado del Partido Socialista que en las europeas logró unos buenos resultados para los socialistas tras un tiempo en peligro de extinción, trató de templar las pulsiones extremistas de su compañero de coalición. Después del discurso triunfalista de Mélenchon, Glucksmann apuntó a que ahora el Parlamento estará obligado a "hablar, discutir y dialogar" y los políticos, "a actuar como adultos".