Sorprender al enemigo en una guerra de desgaste y después de dos años y medio de lucha ya es suficientemente complicado como para pedir que la sorpresa se mantenga durante más de dos semanas. Es obvio que el ritmo de los avances de Ucrania en Kursk ha decrecido como era obvio que, tarde o temprano, Rusia iba a hacer algo para que así fuera. Con todo, Ucrania sigue solidificando sus posiciones en torno a la ciudad de Sudzha, con pequeños avances al sur y al oeste mientras busca las mejores posiciones de cara a la presumible contraofensiva rusa y prueba nuevos caminos.
Según The Economist, el general Oleksandr Kyrskyi, jefe de las fuerzas armadas ucranianas, tiene pensado desplazar entre 10.000 y 20.000 hombres más al frente de Kursk con un doble objetivo: reforzar la defensa alrededor de Sudzha… y completar el caldero de tropas rusas entre la frontera y el río Seim, unos 500 kilómetros cuadrados que quedarían completamente atrapados entre el territorio ucraniano, la parte de Kursk ocupada y el propio río.
Hasta ahora, Moscú había utilizado los tres puentes que cruzan el Seim para llevar mercancías y armas hasta Kursk y de ahí a Belgorod. En las últimas dos semanas, dichos puentes se han utilizado también para la evacuación de civiles y de tropas, pero eso ya no será posible: este lunes, canales prorrusos confirmaron la voladura del único de los tres que permanecía en pie, junto a la localidad de Karyzh. Los otros dos, en Glushkovo y Zvannoe, ya habían sido destruidos con drones en los días anteriores.
Cientos de prisioneros de guerra
El golpe logístico a las defensas de Kursk es enorme, pero lo más importante, aparte de la vasta extensión de terreno que queda ahora a merced de los ucranianos, es la cantidad de prisioneros de guerra que se puedan cobrar los de Zelenski en esta maniobra.
Aunque los rusos están construyendo sobre la marcha puentes de pontones para evacuar en lo posible la zona, lo normal es que centenares de soldados queden atrapados en esa zona de Kursk junto a la frontera de Sumy.
La captura de prisioneros de guerra no es poca cosa. Obviamente, uno de los objetivos de Ucrania con esta ofensiva es ganar territorio de cara a una posible negociación, pero esa sería una meta a medio plazo si todo va bien y se dan demasiadas circunstancias de determinada manera.
El intercambio de prisioneros, sin embargo, es continuo en cualquier guerra y también en esta. Putin afirma tener a 5.000 prisioneros ucranianos. Probablemente, como siempre, mienta y sean menos, pero, en cualquier caso, si Ucrania consiguiera que sus soldados volvieran a casa sería un importante triunfo en el aspecto moral… y el logístico: buena parte de ellos volverían pronto al frente.
Con todo, el gran objetivo de Syrskyi sigue siendo desviar tropas rusas del Donbás. Kursk es, ante todo, un anzuelo. Si Gerasimov acaba mordiéndolo y descuida los frentes de Chasiv Yar, Niu York y Vuhledar, a Ucrania no le importará retirarse ordenadamente de Kursk, procurando causar el mayor número de bajas en su contrincante, pero consciente de que no es esa su guerra, sino la que se disputa en su propio territorio.
Probablemente, manteniendo las estructuras defensivas necesarias, buena parte de las tropas serían replegadas de nuevo al Donbás para, con ayuda aérea de los F-16, iniciar un contraataque que aleje a los rusos del centro clave de Pokrovsk.
Los dos, en la cuerda floja
Sin embargo, en el Kremlin se resisten a ese movimiento, con lo que aquí estamos ante una moneda que puede caer de los dos lados: Ucrania ha hecho lo que tenía que hacer, que es retomar la iniciativa, darle un sentido a la lucha de sus tropas y colocar a Rusia ante un dilema con el que no contaba.
Ahora bien, es obvio que se enfrenta a ciertos riesgos: los hombres que están ahora mismo en Kursk no están defendiendo el Donbás y su ausencia se puede notar. De momento, eso sí, los avances rusos no son más espectaculares que los que veíamos antes: continuos, pero lentos y anecdóticos.
Eso quiere decir que Ucrania parece tener un margen de defensa en la zona y que, aunque tuviera que recular, sería a posiciones defensivas muy pocos kilómetros atrás. Ha arriesgado, sí, pero de momento le va bien… y en este caso el tiempo juega a su favor, puesto que es Rusia la que ha dejado abandonados a su suerte a sus propios hombres y a sus propios ciudadanos por no desviarse de sus planes previstos.
Rusia es la que tiene que demostrar que no importa perder cientos de kilómetros cuadrados en Kursk porque se va a conseguir un beneficio mayor en el Donbás, algo que, de momento, no se está viendo, o no con claridad.
En definitiva, el riesgo para Gerasimov parece mayor: podría darse la circunstancia de que Ucrania resista en el Donbás y se consolide en Kursk, de manera que para cuando quiera mover tropas de un frente al otro, todo cueste el doble.
Rusia ha destacado a lo largo de estos dos años y medio por su escasa imaginación y su falta de cintura. Todo tiene que ser a las bravas, mandando hombres al matadero y acumulando vehículos en la chatarrería. Sus recursos son limitados como lo son los de cualquier ejército y no debería jugársela a que no haya una segunda incursión ucraniana, en este caso en Belgorod.
Aparte, no hay nada folklórico o anecdótico en estas acciones de Sirskyi a las que hay que añadir los ataques con drones a refinerías y depósitos de gasolina en Rostov. Son las provincias rusas a través de las que se canaliza la ayuda a los soldados que están en Ucrania.
Cuanto más consiga ralentizarse el envío de comida, bebida y armas, más precaria será la situación de sus tropas y más baja su moral. El equilibrio puede romperse en cualquier momento hacia cualquiera de los dos bandos, pero lo que está claro es que si Rusia cede ahora, mal podrá volver luego a Donetsk como si nada hubiera pasado.