El Tribunal Federal de Alemania confirmó este martes la condena de Irmgard Furchner, una mujer de 99 años como cómplice del asesinato de más de 10.000 personas en el campo de concentración nazi de Stutthof, en el norte de Polonia, en el que trabajó durante dos años como secretaria durante la Segunda Guerra Mundial.
La Audiencia Provincial de Itzehoe condenó en diciembre de 2022 a esta nonagenaria a una pena de prisión dos años en libertad condicional.
El tribunal regional consideró probado que con su trabajo esta mujer había ayudado al plan de asesinato sistemático de los prisioneros. Su equipo de abogados apeló poco después la sentencia alegando que no estaba claro ni probado que fuera consciente de lo que ocurría en el interior del campo, ni que su trabajo colaborarse en este proceso de exterminio.
Recurso que ahora el Tribunal Federal de Alemania ha tumbado. La condena contra Furchner es la primera contra un civil acusado de participar en el Holocausto.
El juicio arrancó en septiembre de 2021 y, en él, varios supervivientes del campo dieron cuenta de los abusos cometidos en estas instalaciones.
La acusada trató de eludir el proceso escapando una madrugada de la residencia de ancianos en la que estaba internada, pero fue detenida por la Policía horas después y fue enviada a prisión de forma preventiva.
Tras ser declarada culpable, Furchner se limitó a lamentar lo ocurrido y, sobre todo, "haber estado en Stutthof en ese momento".
En el campo de exterminio de Stutthof, cerca de la ciudad polaca de Gdansk, estuvieron internados entre 1939 y 1945 110.000 personas. Cerca de 65.000 fueron ejecutadas.
Los pocos juicios contra civiles por el nazismo
Este proceso ha generado la atención por dos razones. Primero por la avanzada edad de la acusada y también por el hecho de que probablemente será uno de los últimos relacionados con los crímenes del nazismo.
De momento, hay tres procesos pendientes pero en dos casos los tribunales han considerado que los acusados no están en condiciones de que se les siga el proceso.
En el caso de Furchner ha vuelto a resurgir la pregunta de porque la Justicia alemana ha tardado tanto en llevar a los tribunales a cómplices de los crímenes nazis.
Una sentencia del Supremo alemán de 1969 dificultó la persecución de los responsables al exigir que a estos se les tenía que probar su complicidad en casos concretos y mostrar una causalidad entre sus actos y los crímenes.
Esto provocó el archivo de varios procesos, incluidos aquellos contra guardias que habían participado en la selección en la rampa de Auschwitz.
Un nuevo giro en la doctrina jurídica se dio en 2011 cuando John Demjanjuk, antiguo guardia de Sobibor, fue condenado por complicidad en 28.000 casos de asesinato sin necesidad de que se probara un nexo causal de sus actos con las muertes.
Después, en una revisión de otra condena contra un guardia de Auschwitz, Oskar Groning, el TS sentenció que era suficiente que el acusado hubiera formado parte de la maquinaria de la muerte y que hubiera ayudado con su trabajo a que se perpetrasen en poco tiempo un gran número de asesinatos.
Desde entonces ha habido más de una docena de procesos contra gente de avanzada edad en la que antiguas víctimas han dado su testimonio sobre los crímenes del nacionalsocialismo.