Después de semanas de intriga, Emmanuel Macron ha elegido al nuevo primer ministro de Francia. Es el veterano Michel Barnier, exministro y antiguo negociador del Brexit para la Unión Europea, conservador y candidato del Partido Republicano de Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2022. El presidente francés acaba, de esta manera, con las especulaciones y las quinielas a izquierda y derecha, y se decanta por un perfil con experiencia en Bruselas y alejado de los bloques extremistas.
Barnier, el quinto primer ministro de Macron desde que llegó al Elíseo, dirigió entre 2016 y 2021 las negociaciones en Bruselas para la salida de Reino Unido. Antes, fue comisario en los tiempos de Romano Prodi, entre 1999 y 2004. Poco después, volvió a París como ministro de Exteriores, entre 2004 y 2005, y de Agricultura, entre 2007 y 2009. Su perfil contrasta con el de su predecesor, aunque sea por la edad de uno y otro. Barnier, con 73 años, es el primer ministro más longevo desde la instauración de la V República. El saliente y breve Gabriel Attal, en cambio, fue el más joven: juró el cargo con 34 años.
Ahora, Barnier tendrá que capear el temporal de la Asamblea Nacional nacida de las últimas elecciones, con tres grandes grupos enfrentados y sin mayorías sencillas. La alianza izquierdista del Nuevo Frente Popular es la primera fuerza con 193 de los 577 diputados. La segunda es el bloque centrista de Macron, con 166 escaños, y la tercera es la derecha radical del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, con 126. Los Republicanos, a los que pertenece Barnier, apenas obtuvieron 47 diputados.
Los cronistas de París sostienen que, con la elección de Barnier, Macron busca algo de consenso entre las partes. Sus postulados duros sobre la inmigración pueden seducir a los lepenistas. La propia Le Pen le ha dado un voto de confianza. "Parece cumplir al menos el primer criterio que habíamos solicitado", ha asegurado, "un hombre respetuoso de las diferentes fuerzas políticas y capaz de poder dirigirse al Reagrupamiento Nacional".
Pero, en la izquierda, la frustración ha saltado de inmediato. Ya hay manifestaciones programadas para el fin de semana. El fundador de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, habla de "unas elecciones robadas", de un primer ministro que "no tiene nada que ver con el resultado de las elecciones". Tampoco los socialdemócratas ocultan su desengaño. Es "el negacionismo democrático llevado a su punto máximo", ha criticado Olivier Faure, secretario general del Partido Socialista. Es "un primer ministro del partido que quedó en cuarto lugar y que ni siquiera participó en el frente republicano", ha continuado. "Estamos entrando en una crisis de régimen".
Así que el escenario más probable para Barnier es que cuente con el apoyo de los macronistas y la derecha tradicional, el oído atento de los lepenistas y la contestación de una izquierda que, un día después de las legislativas del 7 de julio, se vio con un primer ministro sacado de su alianza.