Sarco, la polémica cápsula de aspecto futurista diseñada para permitir que su ocupante se suicide, se ha utilizado por primera vez y sin autorización este martes en Suiza. Una mujer ha muerto por asfixia y varias personas han sido detenidas. El dispositivo ha reavivado el debate sobre la eutanasia en el país helvético, donde es legal el suicidio asistido pero no la eutanasia.
La policía del cantón de Schaffhausen, cerca de la frontera con Alemania, tuvo conocimiento de que la 'cápsula para el suicidio' se desplegó este lunes por la noche en una zona forestal del municipio de Merishausen. Tras acudir al lugar de los hechos, los agentes procedieron al arresto de varias personas supuestamente involucradas en el primer uso de 'Sarco'. Se enfrentan a condenas de hasta 5 años de cárcel.
El fiscal de la jurisdicción ha abierto un proceso penal contra los detenidos por incitación y asistencia al suicidio, mientras que la cápsula ha sido incautada y el cuerpo de la fallecida fue trasladado a la morgue.
El diario suizo Blick ha podido saber que la primera usuaria de la cápsula ha sido una ciudadana estadounidense de 64 años que durante varios años había sufrido de problemas de salud agudos relacionados con una inmunodeficiencia grave.
Pulsar un botón para morir
Para utilizar la cápsula -denominada Sarco (abreviación de sarcófago), la persona que desea morir pulsa un botón que libera una gran cantidad de nitrógeno y sustituye al oxígeno, lo que provoca una pérdida rápida del conocimiento y la muerte en aproximadamente cinco minutos.
El dispositivo eutanásico, inventado hace siete años por Philip Nitschke, un médico asutraliano famoso por su activismo a favor de la eutanasia, es un receptáculo de elegantes líneas aerodinámicas y cubierta transparente en el que la persona que desea morir se encierra. Según su inventor, la muerte e "agradable" y sobreviene sin dolor.
Para promocionar este aparato se constituyó hace algunos meses la organización The Last Resort, financiada con donaciones privadas y que ha defendido que su objetivo es humano y no ganar dinero con la cápsula, para cuyo uso ha señalado que sólo cobraría 20 euros, que es lo que cuesta el nitrógeno líquido que se utiliza.
Ahora esta entidad privada se enfrenta a consecuencias legales por haber dado el primer paso, pues algunos cantones -incluido el de Schaffhausen- habían advertido que abrirían diligencias penales en caso de que la cápsula fuese usada en su territorio.
Para que proceda hay condiciones, como que la persona muestre capacidad de discernimiento, que su idea haya sido muy reflexionada y no producto de un impulso, que nadie ejerza una influencia indebida sobre ella y que sea evaluada por especialistas para confirmar que está aquejada de un grave sufrimiento.
Intenso debate en Suiza
Suiza, un país tolerante con la eutanasia y al que viajan personas de otros países para someterse a suicidio asistido, ha vivido en las últimas semanas un intenso debate sobre la cuestión debido al nuevo nivel que esta práctica podría alcanzar si finalmente se permitía el uso de Sarco.
La controvertida cápsula también ha generado debate entre las autoridades sobre si la permitirían. La ministra suiza de Salud, Elisabeth Baume-Schneider, ha asegurado este lunes que la cápsula no cumplía los criterios de seguridad de productos y no podía ser comercializada, y que el uso del nitrógeno en una cápsula no era compatible con la ley sobre productos químicos.
La ley suiza diferencia entre "eutanasia" (ésta sí prohibida por ley) y "suicidio asistido", en el sentido de que el paciente tiene que tener un papel activo en el momento en que se practica: por ejemplo, debe ser él quien, con sus propias manos, tome una dosis letal de los barbitúricos habitualmente administrados en Suiza para estos casos.
Unas 1.600 personas recurren al suicidio asistido al año en el paíos helvético, en su mayoría por padecer enfermedades incurables y dolorosas. Entre ellos figura el célebre director de cine francés Jean-Luc Godard, quien en 2022 falleció por suicidio asistido en Rolle, una localidad a orillas del lago Lemán y a unos 35 kilómetros de Ginebra, con 91 años y sufriendo de diversas patologías incapacitantes.