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El canciller de Alemania, Olaf Scholz, y el presidente de Rusia, Vladímir Putin, han hablado por teléfono este viernes por primera vez desde diciembre de 2022. El asunto fundamental ha sido la guerra de Ucrania, el mismo que rompió la estrecha relación entre ambos en febrero de ese año, y el jefe del Kremlin ha trasladado dos cuestiones: que la iniciativa de la llamada vino de Berlín, lo contrario de lo que dicen los alemanes, y que su posición es la misma que en junio. Consiste en una retirada inmediata de las tropas ucranianas de sus propios territorios en el este y el sur del territorio, y una renuncia explícita a ingresar en la OTAN.

En Kiev, la respuesta siempre es la misma. Ninguna de esas condiciones es aceptable, y no se da la situación para que accedan a sentarse en una mesa de negociación con un Putin que ya recurre a miles de soldados norcoreanos para avanzar en sus planes imperialistas. La reacción del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con quien habló el alemán hace dos días, era esperable. Ha criticado con mucha dureza que su aliado se haya prestado a esta llamada, acusándolo de abrir "la caja de Pandora". 

"Ahora puede haber otras conversaciones, otras llamadas, muchas palabras", ha añadido. "Y eso es exactamente lo que Putin quiere desde hace tiempo: es muy importante para él reducir su aislamiento".

Este viernes, la respuesta de Berlín a Moscú ha seguido la línea habitual: la paz para Ucrania tiene que ser "justa y duradera". Scholz ha condenado de nuevo la guerra de agresión rusa, que lleva ya casi mil días causando muerte, sufrimiento y destrucción en Ucrania. El canciller alemán ha condenado, en particular, los ataques aéreos contra infraestructuras civiles y ha remarcado que la implicación de hombres de Kim Jong-un sobre el terreno es una grave escalada que dispara el riesgo de una expansión del conflicto.

El político socialdemócrata, que encabeza actualmente un Gobierno en minoría en Alemania, le ha trasladado —según su versión— que el apoyo a Ucrania es a largo plazo y que el tiempo no favorece a Rusia. Claro que Scholz no pasa por su mejor momento. No contará ni con un presupuesto para 2025 ni con un Gobierno estable tras la ruptura de su coalición. Las elecciones serán el próximo 23 de febrero. Algunos analistas señalan que, en caso de giro a la derecha, muy probable, el nuevo gobierno tendrá más iniciativa en el apoyo de la causa ucraniana. Podría cambiar de posición, incluso, sobre el envío y el uso de los misiles de largo alcance Taurus que los ucranianos llevan meses reclamando.

Quizá lo más importante sea, como expresó el polaco Donald Tusk tras hablar con Scholz, que Alemania haya insistido en que no decidirá nada sobre Ucrania sin Ucrania, algo que sí sucedió en el pasado.



Lo que explica el Kremlin, por su parte, es que la conversación entre ambos ha sido "pormenorizada y franca". También ha recurrido a los clásicos: "Putin recordó que la actual crisis es resultado directo de la política agresiva durante muchos años de la OTAN, encaminada a crear en territorio ucraniano una plataforma antirrusa que ignoraba los intereses de nuestro país en el ámbito de la seguridad y pisoteaba los derechos de los rusoparlantes".

La situación en el frente, mientras tanto, es particularmente delicada. Los rusos ganan terreno en el este, pero a un precio muy alto. Ucrania está reclutando más tropas para contenerlos y mira de reojo la decisión que tome Donald Trump cuando llegue en enero a la Casa Blanca. El republicano se ha mostrado reacio a seguir proporcionando armamento a Kiev durante la campaña, pero muchos asesores tratan de influir sobre el presidente electo para alertarle de que dejar caer a su aliado les saldría muy caro.