El presidente ruso Putin pronuncia un discurso televisado en Moscú.

El presidente ruso Putin pronuncia un discurso televisado en Moscú. Vyacheslav Prokofyev Reuters

Europa

Putin manda un mensaje nuclear a la OTAN con su nuevo misil hipersónico: "La próxima vez avisaremos a los civiles"

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El presidente ruso, Vladímir Putin, aseguró en la tarde del jueves que Rusia había probado en Ucrania un nuevo misil balístico hipersónico de media distancia llamado Oreshnik. El misil, de ultimísima generación según el Kremlin, habría sido incluido en el bombardeo de una base militar vecina a la ciudad de Dnipropetrovsk, una operación que Putin calificó de “exitosa”. El ataque supone la respuesta de Moscú al uso de misiles de larga distancia ATACMS y Storm Shadow, de fabricación estadounidense y británica respectivamente, sobre suelo ruso, tras la autorización del presidente Biden del pasado lunes.

Putin insistió en que dicha autorización convertía la guerra de Ucrania en un “conflicto mundial” y volvió a amenazar a Occidente con utilizar sus armas “como más le convenga”. Por la mañana, la portavoz del ministerio de asuntos exteriores, María Zakharova, ya había amenazado a Polonia por la instalación de defensas antiaéreas que suponían, según el Kremlin, un riesgo para la seguridad nacional rusa. El secretario general de la ONU, António Guterres, pidió a todas las partes que trabajaran en la desescalada inmediata de la tensión.

En su declaración pública, el presidente ruso afirmó que cada acción de la OTAN sería contestada convenientemente. Esta misma semana, el propio Putin firmó el decreto por el cual se modificaba la doctrina nuclear rusa para poder responder con armas no convencionales a cualquier tipo de ataque, siempre que proviniera de un país aliado de una potencia nuclear. El pánico surgido desde entonces obvia el hecho de que Ucrania ya ha bombardeado anteriormente suelo ruso (Belgorod) con armas estadounidenses. De hecho, ocupa parte de la región de Kursk desde hace tres meses utilizando la ayuda militar occidental.

Las amenazas nucleares, por mucho que suban de tono, parecen tener la misma base que cuando se exigió a Estados Unidos y a la OTAN que no suministrara a Ucrania misiles Patriot, ni baterías de media distancia HIMARS, ni F16, ni ATACMS. De hecho, Putin ya advirtió de un posible holocausto si Ucrania atacaba Crimea. No parece que las condiciones objetivas hayan cambiado desde entonces. Rusia sigue avanzando y desangrándose a un mismo tiempo. Ucrania sigue a la defensiva con un apoyo occidental que pende de un hilo.

Demostración de poder

Hay que entender, por lo tanto, que estamos ante una batalla propagandística más que otra cosa. Con el permiso de utilizar los ATACMS sobre suelo ruso, la Casa Blanca mandó un mensaje de fuerza para que Rusia se tomara en serio la posibilidad de una negociación justa, algo que Putin sigue descartando. Conforme pasan los días, lo que parecía una decisión unilateral de la administración Biden va tomando forma de acuerdo con el presidente electo Donald Trump después de la reunión de ambos del pasado fin de semana. De lo contrario, entendemos que el republicano ya habría hecho público su desacuerdo.

Puede que Trump quiera demostrarle a Putin que tiene herramientas para hacerle sentarse en una mesa de paz. Ucrania ya sabe que en cualquier momento puede quedarse sin armas, con lo que el nuevo presidente no necesita convencer a Zelenski de nada. Si quieren que de verdad sea una mesa de negociación y no de rendición y, sobre todo, si Trump quiere mantener algo parecido a un statu quo en Occidente impermeable a las ambiciones imperialistas rusas, puede verse obligado a mostrar su lado más duro.

Por su parte, Putin hará lo posible por convencer al mundo de que realmente está dispuesto a acabar con la vida en el planeta por una mera cuestión de ego. Nadie en su sano juicio puede considerar que Rusia o su gobierno estén amenazados existencialmente. De hecho, antes de empezar la invasión de Ucrania, tanto el presidente estadounidense Joe Biden como su secretario de estado, Antony Blinken, hablaron con las más altas instancias del Kremlin para tratar de negociar y calmar cualquier miedo respecto a su seguridad. No obtuvieron respuesta.

Amenaza a los civiles

El lanzamiento de este nuevo misil, que durante buena parte del día los ucranianos confundieron con un misil balístico intercontinental, lo que sí hubiera sido una escalada gravísima en el conflicto, pretende demostrar que Rusia va en serio y que esas seis ojivas convencionales que traía consigo podrían haber sido perfectamente nucleares de mayor o menor intensidad. De hecho, Putin vino a insinuar algo parecido con un sibilino “la próxima vez que utilicemos un misil hipersónico, avisaremos a los civiles”.

Exactamente qué quiere decir esa expresión está abierto al debate, pero, en cualquier caso, se trata de una amenaza: han atacado una base militar con un misil que Putin considera imposible de derribar (eso está por ver) y pueden hacer lo propio con una ciudad entera. Del mismo modo, se puede entender que la próxima vez que vayan a utilizar esa arma, más le vale a los civiles desalojar el objetivo porque la ojiva esta vez será nuclear.

Rusia sigue lanzando la idea de una III Guerra Mundial tanto de forma directa como a través de sus múltiples propagandistas. Después de casi tres años y decenas de miles de fallecidos, aún ha sido incapaz de completar la conquista del Donbás que empezara en 2014, pero cree que puede vencer a Occidente con un simple amago. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, aseguró que habían avisado a EEUU media hora antes del ataque. No especificó para qué, simplemente reforzaba así la idea de que no estamos ante una guerra de agresión contra Ucrania por mucho que la tengamos delante de nuestros ojos, sino de un acto de defensa frente a una supuesta amenaza estadounidense.

Putin ya contempló utilizar armas nucleares tácticas en Ucrania en otoño de 2022 tras los desastres de Járkov y Jersón, pero fue disuadido por la contundencia de la respuesta de Washington. “Una guerra nuclear no se puede ganar”, le avisó entonces Biden. Es la misma doctrina que sigue China. Para luchar por un nuevo orden mundial, primero hay que garantizar que ese mundo en cuestión siga existiendo. A Pekín, ahora mismo, el holocausto le viene muy mal. Algo tendrán que decir al respecto.