La Unión Europea tiene un plan para ganarse a Trump (o salir airoso de su furia): comprarle más gas licuado y armamento
- El presidente reelecto de EEUU ya ha anunciado aranceles contra México, Canadá y China, pero todavía no ha concretado sus planes para la UE.
- Más información: La UE se enfrenta a un escenario de pesadilla con Trump: guerra comercial y probable abandono de Ucrania
El nuevo jefe del Consejo Europeo, el portugués António Costa, ha pedido consejo al exsecretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sobre cómo tratar con éxito a Donald Trump. Su sucesor en la Alianza Atlántica, Mark Rutte, fue uno de los primeros líderes mundiales en viajar a Mar-a-Lago para rendir pleitesía al magnate estadounidense tras su victoria electoral. La presidenta Ursula von der Leyen, cuya segunda Comisión acaba de ser aprobada por la Eurocámara, no está segura sobre si también debe peregrinar al santuario de Trump en Miami antes del 20 de enero.
Los líderes europeos escenifican una actividad frenética de preparativos cuyo objetivo declarado es minimizar los daños del regreso del republicano a la Casa Blanca. De momento, la UE ha escapado al primer ataque de furia escenficado por Trump esta semana contra México, Canadá y China. A los dos primeros les aplicará un arancel general del 25% desde el día 1 de su mandato, mientras que para el país asiático anuncia un recargo adicional del 10%. Un castigo por no hacer bastante en la lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de drogas.
En Bruselas nadie duda de que los europeos van a ser los siguientes: recargos generales de entre el 10% y el 20%, que podrían llegar al 100% en el caso de los coches. En una entrevista a Bloomberg en campaña, Trump se quejó de un déficit comercial que él sitúa en 300.000 millones de dólares (una cifra falsa, la real es de alrededor de 125.000 millones en 2023). "La UE nos trata tan mal", afirma.
Los dirigentes comunitarios también han extraído lecciones de la experiencia de su primer mandato: el magnate estadounidense impuso derechos aduaneros a la aceituna negra española o al acero y aluminio europeos y entabló una guerra comercial contra Bruselas a cuenta de las subvenciones cruzadas de Airbus y Boeing.
La Comisión Von der Leyen lleva meses preparando un plan secreto para hacer frente a la amenaza de Trump. Un programa del que hasta hace bien poco sólo se conocían sus líneas generales: ofrecerle primero una serie de pequeños acuerdos comerciales para tratar de aplacarle; pero desplegar en paralelo un arsenal de contraataque si el apaciguamiento fracasa y el 'renacido' presidente de EEUU sigue adelante con sus aranceles.
Pero en los últimos días, los dirigentes de la UE empiezan a concretar su oferta a Trump. La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, defiende apostar por lo que ella misma ha bautizado como "estrategia de la chequera". "Podríamos ofrecer comprar ciertas cosas a Estados Unidos y señalar que estamos dispuestos a sentarnos a la mesa y ver cómo podemos trabajar juntos. Creo que este es un escenario mejor que una pura estrategia de represalia, que puede conducir a una dinámica de ojo por ojo en el que nadie sale realmente ganando", ha dicho este jueves Lagarde en una entrevista al FT.
"Europa podría hablar de comprar más gas natural licuado de Estados Unidos. Y obviamente está toda la categoría de productos de defensa, algunos de los cuales no somos capaces de fabricar aquí en Europa y que los Estados miembros podrían comprar con un enfoque común de la UE", ha subrayado.
La propia Von der Leyen ya mencionó expresamente el gas natural licuado de Estados Unidos en la reciente cumbre de Budapest, que además podría ayudar a los europeos a acabar de desengancharse de las importaciones energéticas de Moscú. "Todavía recibimos mucho GNL de Rusia. ¿Por qué no reemplazarlo por GNL americano, que es más barato para nosotros y reduciría nuestros precios energéticos?", dijo la presidenta. En su rueda de prensa tras la aprobación de su colegio, la alemana, que ya ha mantenido una primera conversación telefónica con Trump, reiteró que trabajará duro "para mantener una cooperación constructiva con la administración norteamericana".
En su entrevista, Lagarde insiste en que una proliferación de aranceles tendría consecuencias económicas muy negativas. "En una guerra comercial, pronto se produce una escalada con un balance neto negativo para todos. Esto no puede beneficiar a nadie, ni a Estados Unidos ni a Europa, ni a nadie. Esto induciría una reducción global del PIB", avisa la presidenta del BCE.
En el fondo, la UE quiere apelar al instinto de comerciante de Trump, al que lo que más le gusta es negociar duro y cerrar acuerdos. "Mi estilo de hacer tratos es bastante simple y directo. Apunto muy alto y entonces no dejo de presionar presionar y presionar para conseguir lo que busco. A veces me conformo con menos de lo que busco, pero en la mayoría de los resultados termino con lo que quiero", asegura en su biografía autorizada, que se llama precisamente El Arte de la Negociación.
Los dirigentes comunitarios ya intentaron esta vía durante el primer mandato, con resultados desiguales. En julio de 2018, el entonces presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, firmó un acuerdo con Trump por el que la UE ya se comprometía a importar más gas natural licuado de EEUU para diversificar su cesta energética. En materia agrícola, Juncker anunció que los europeos comprarían más soja estadounidense.
Al inicio de su primer mandato, Von der Leyen firmó con Trump el "acuerdo de la langosta", por el que la UE eliminó los aranceles sobre las importaciones de ejemplares vivos y congelados de este crustáceo procedentes de EEUU. El impacto real de este acuerdo fue ínfimo: las compras de langostas norteamericanas en Europa apenas ascendían a 100 millones de euros. Pero sí que sirvió para rebajar la temperatura de la guerra comercial.
En todo caso, Trump nunca eliminó los aranceles a las aceitunas negras españolas ni al acero y aluminio europeos. Unos recargos que además se han mantenido durante todo el mandato de Joe Biden, que sólo puso fin a la guerra Boeing-Airbus. La incógnita ahora es si la "estrategia de la chequera" de Lagarde funcionará esta vez, o acabará igualmente en fracaso.