Dos días después de que la moción de censura descabalgara al Gobierno francés del conservador Michel Barnier, el presidente, Emmanuel Macron, intensificó este viernes los contactos políticos para encontrar un sucesor, abriendo la puerta a los socialistas pero con la prioridad todavía en el centroderecha.
La gran novedad de la jornada fue que por el Elíseo desfiló una delegación al más alto nivel del Partido Socialista (PS), encabezada por su líder, Olivier Faure, para una reunión desautorizada por La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, que es la formación hegemónica de la alianza de izquierdas mayoritaria en la Asamblea Nacional, denominada Nuevo Frente Popular (NFP).
El encuentro fue acogido con entusiasmo por quienes aspiran a que el PS abandone el maximalismo de Mélenchon, opuesto a cualquier pacto e insistente en pedir la dimisión de Macron, para desbloquear una legislatura atascada.
Para los 60 diputados socialistas constituye una oportunidad de apartar de la ecuación a la extrema derecha de Marine Le Pen, que se ha rebelado como un aliado poco fiable, como quedó demostrado en la moción de censura contra Barnier.
Pero Faure acudió al Elíseo con sus propias exigencias: que el próximo primer ministro sea de izquierdas y que el presidente cuente también con los otros componentes de su coalición electoral, es decir, LFI, comunistas y ecologistas.
"No participaremos en ningún Gobierno dirigido por un primer ministro de derechas", aseguró el líder socialista a la salida de la reunión con Macron, flanqueado de sus portavoces en la Asamblea Nacional, Boris Vallaud, y el Senado, Patrick Kenner.
Los socialistas exigen también "un cambio de rumbo" en la política y "acabar con el macronismo", demandas fundamentadas en los resultados de las legislativas del pasado 7 de julio, en las que la izquierda arrebató la mayoría al bloque presidencial, que también fue adelantado en votos por la extrema derecha.
La idea del PS pasa por encontrar un pacto de circunstancias entre los partidos más en el centro del arco parlamentario, para sacar adelante un Gobierno provisional, hasta que en el próximo verano puedan volver a convocarse legislativas, y asentado en un mínimo común denominador.
Faure, quien negó estar traicionando a la alianza de izquierdas, aseguró que el presidente les recibió "sin condiciones previas", pero salió con un único compromiso, el de hablar con sus otros socios de izquierdas, algo que el presidente hará, incluida LFI.
Les invitó a visitarlo el lunes en el Elíseo pero los de Mélenchon rechazaron ya la invitación y redoblaron su llamamiento a que Macron dimita como solución al bloqueo político.
Mirada a la derecha
Un potencial apoyo socialista, en cualquier caso, no sería suficiente para desatascar la legislatura si su presencia en el Ejecutivo provoca la fuga de otros.
Empezando por la derecha moderada de Los Republicanos (LR), que por la mañana se había mostrado tajante en su rechazo a un jefe de Gobierno de izquierdas a través del ministro del Interior en funciones, Bruno Retailleau, adalid de la corriente más conservadora de LR, muy próxima a la ultraderecha en temas de inmigración y seguridad.
Lo dejó claro en un mensaje en las redes sociales: "No podemos aceptar a quienes se niegan a denunciar las locas derivas 'melenchonistas' y votaron una moción de censura irresponsable".
Pero los dirigentes de LR que visitaron el Elíseo a última hora del día se mostraron más moderados e incluso dejaron abierta la puerta a un primer ministro de izquierdas con dos líneas rojas: veto al programa que la izquierda presentó para las elecciones y veto a que haya insumisos en el Gobierno.
"No cederemos a la opción fácil de la moción censura, salvo en un caso: el de un gobierno que aplique el programa del Nuevo Frente Popular o que incluya a miembros de La Francia Insumisa", señaló a la prensa Laurent Wauquiez, jefe de los diputados de ese grupo conservador en la Asamblea Nacional.
Sin comunicación oficial desde el Elíseo, los observadores analizan los pocos gestos que superan las barreras del palacio y que parecen apuntar a que Macron no apuesta en principio por un primer ministro de izquierdas.
El nombre que suena con más fuerza es el del centrista François Bayrou, aliado de primera hora de Macron, con el que aspira a romper algunos de los bloqueos que acarreaba el conservador Barnier sin perder la línea política del macronismo.
Tres veces candidato al Elíseo, ministro de gobiernos conservadores de Jacques Chirac, el actual alcalde de Pau, de 73 años (la misma edad de Barnier), presenta la ventaja de que no es conservador y, además, tiene el visto bueno de Le Pen, con quien comparte la defensa de un sistema electoral más proporcional.
Pero nada hace indicar que no acabe, como el exnegociador para el brexit, en las garras de la ultraderechista, con los resultados que ya se conocen.
En medio de esas combinaciones, el tiempo corre para el presidente, que prometió tener un nuevo jefe de Gobierno "en unos días", pero que ve cómo el calendario se le echa encima.
Francia, que lidera en Europa la oposición al acuerdo con Mercosur, asistió este viernes sin un Gobierno sólido al avance de esa alianza ensalzada en Montevideo por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Esa urgencia se suma a las impuestas por una economía nacional en situación crítica, que debe afrontar sin unos presupuestos actualizados la creciente tensión en los mercados internacionales, que sitúan la prima de riesgo francesa en niveles equivalentes a los de Grecia.