Publicada
Actualizada

François Bayrou, un veterano centrista de 73 años, alcalde de la pequeña ciudad sureña de Pau hasta hace un año, es el elegido por el presidente Macron para ser el próximo primer ministro de Francia.

Será el cuarto jefe de Gobierno desde su reelección en abril de 2022. El principal cometido de Bayrou será formar un equipo que margine a las fuerzas más agitadoras (y poderosas) de la Asamblea, la extrema izquierda de Mélenchon y la extrema derecha de Le Pen, y conseguir que confluyan en unos intereses comunes grupos tan dispares como los republicanos, los socialistas o los ecologistas. Macron saca cuentas, pues, con los 166 macronistas, 66 socialistas, 47 conservadores, 38 ecologistas, 21 regionalistas y 17 comunistas que hay en la cámara.

Nadie dirá que Bayrou es un novato en los pasillos de poder parisinos, ni tampoco un desconocido para sus compatriotas. Fue ministro con François Mitterrand, Jacques Chirac y el propio Macron, y consiguió que una biografía sobre Enrique IV se convirtiese en un superventas.

Su nombre sonó con fuerza durante días, pero otros corrieron a la misma velocidad en las últimas horas. El periódico Le Monde cuenta que el presidente se decantó finalmente por Roland Lescure, un fiel macronista, con la confianza de que Bayrou se conformaría con ser su número dos. Bayrou, escandalizado, amenazó con romper el apoyo de los 36 representantes del Movimiento Demócrata a Macron en la Asamblea, según el reputado diario, y el presidente terminó por no complicar las cosas más todavía.

Así que Macron, trastabillado, cierra el último ciclo de suspense con una elección que pretende dar la estabilidad política a Francia que fue incapaz de conseguir con su apuesta por un hombre con talante negociador y agradable para la extrema derecha, como fue el republicano Michel Barnier. Lo que no negarán al presidente, al menos, que cumplió con la palabra dada la pasada semana a los franceses de ser más rápido en esta ocasión y no hacerles esperar durante todo un mes.

El viernes, en un vídeo pregrabado, acusó del fracaso de Barnier a un "frente antirrepublicano", compuesto por los de Mélenchon y los de Le Pen, para sembrar el "caos". Macron ofreció una lectura que pasó por alto sus errores, como el adelanto electoral con el que perdió su mayoría parlamentaria, y se cebó con la insólita alianza que tumbó a su primer ministro tras menos de cien días en el cargo.

"Sólo piensan en las elecciones presidenciales, en prepararlas, en provocarlas, en apresurarlas", protestó, junto antes de afirmar que no dimitirá y que cumplirá con un mandato popular que vence en 2027. "El único calendario que me importa es el de nuestra nación, no el de las ambiciones", afirmó, y que su "responsabilidad" pasa por "garantizar la continuidad del Estado, el buen funcionamiento de nuestras instituciones, la independencia de nuestro país y la protección de todos vosotros".

De esta guisa, el miércoles, el Gobierno en funciones de Barnier aprobó un proyecto de ley especial para prolongar los presupuestos de 2024 y evitar un "apagón financiero" cuando el país afronta serias dificultades económicas, acosado por unos intereses de la deuda que comen más presupuesto que las partidas militares y con un déficit anual que alarma en Bruselas.

Muchos analistas advierten sobre los riesgos de la nueva jugada de Macron. En Italia, la creación de un gobierno de concentración con el respaldo de la mayoría de fuerzas provocó que quienes se mantuvieron al margen, los Hermanos de Italia, subieran como la espuma en las encuestas, inmunes al desgaste de la gestión, y convirtieran a Giorgia Meloni en primera ministra tras un adelanto electoral.

La amenaza de Marine Le Pen

La reacción de la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, no se ha hecho esperar y ya ha amenazado a François Bayrou exigiéndole un cambio de rumbo político para no correr la misma suerte que su antecesor, el conservador Michel Barnier, desbancado por una moción de censura.

"Toda política que solo consista en prolongar el macronismo, rechazado dos veces en las urnas, solo puede conducir al callejón sin salida y al fracaso", advirtió Le Pen en redes sociales. 

A diferencia de la izquierdista La Francia Insumisa (LFI), su partido ha señalado que no presentará una moción de censura de entrada, pero le ha pedido la apertura de negociaciones sobre el presupuesto.

"Le pedimos que haga lo que su antecesor no quiso hacer: escuchar a los opositores para construir un presupuesto razonable y elaborado", ha dicho la líder ultraderechista.

Moción de censura de La Francia Insumisa 

Si el Gobierno de Barnier parecía totalmente dependiente de Le Pen, porque la izquierda en bloque lo rechazó de entrada, Bayrou parece gozar de cierta indulgencia de socialistas, comunistas y ecologistas.



Bayrou tendrá ahora que nombrar un Ejecutivo y mostrar sus grandes líneas políticas, de lo que dependerá su supervivencia al frente del Gobierno.

La portavoz parlamentaria de LFI, Mathilde Panot, ya ha anunciado la presentación de una moción de censura en los próximos días.

La líder ecologista Marine Tondelier aseguró que se plantean apoyar esa moción, el comunista Fabien Roussel señaló que no lo harán de entrada, a la espera de conocer los objetivos de Bayrou.

Algo similar a lo que vienen diciendo los líderes socialistas, que todavía no se han pronunciado tras el anuncio del nombramiento de Bayrou, al igual que la derecha conservadora