Georgia inicia el año con 'dos presidentes': un prorruso en el poder y una europeísta que reivindica su legitimidad
- El exfutbolista Mikheïl Kavelashvili asumió el cargo el domingo entre tarjetas rojas y pitadas. Mientras, la hasta ahora presidenta, Salomé Zurabishvili, hizo un llamamiento a protestar durante la Nochevieja frente al Parlamento del país, que atraviesa una crisis política tras las acusaciones de fraude electoral.
- Más información: Los proeuropeos se echan a las calles de Georgia tras el frenazo a la adhesión a la UE de un Gobierno alineado con Moscú
A lo largo de su carrera como futbolista profesional, Mijaíl Kavelashvili, de 53 años, nunca había visto tantas tarjetas rojas como este domingo, cuando asumió el cargo de presidente de Georgia en una ceremonia, cuando menos, tensa, y sin invitados extranjeros. Mientras este nacionalista prorruso juraba como presidente del país caucásico, miles de personas protestaban con pitadas y alzaban cartulinas frente a las puertas del Parlamento en contra de un nuevo jefe de Estado al que consideran "ilegítimo".
Crítico de línea dura hacia Occidente, Kavelashvili no fue elegido por voto universal, sino por un colegio electoral de 300 miembros controlado por Sueño Georgiano desde que el pasado octubre se proclamó ganador de unas elecciones parlamentarias que han sido calificadas de fraudulentas. Quien lidera estas denuncias es la presidenta saliente, la proeuropea Salomé Zurabishvili, además de los partidos de la oposición.
Las acusaciones se basan en informes de observadores locales e internacionales, además de las pruebas recabadas por la misión de la OSCE que señalaron que la votación estuvo marcada por irregularidades. Y detrás de estas irregularidades, la siempre presente sombra de Rusia, que desde la breve guerra de 2008 tiene presencia militar en Osetia del Sur y Abjasia, dos regiones de facto independientes, pero oficialmente reconocidas como georgianas.
Desde otoño, las calles de Tiflis, la capital, se han llenado noche tras noche de manifestantes que reclaman la celebración de nuevos comicios. Y no sólo eso: también se revuelven contra la decisión tomada recientemente por el primer ministro georgiano, Irakli Kobakhidze, de suspender hasta 2028 las negociaciones de adhesión del país a la Unión Europea. Así, los manifestantes han tenido que enfrentarse a la represión policial, que ha utilizado desde cañones de agua hasta gases lacrimógenos. De hecho, desde que comenzó la ola de protestas, decenas de personas han sido detenidas y más de un centenar han resultado heridas, según Reuters.
"Prometo ante el pueblo y Dios defender la Constitución, la independencia y la unidad del país", dijo durante su jura Kavelashvili, conocido no sólo por haber jugado como delantero en el Manchester City, sino por ser uno de los autores de la controvertida ley georgiana de "agentes extranjeros" inspirada en una norma rusa que permite perseguir a los críticos con el Gobierno.
Así, todo apunta a que la crisis política sólo va a ensancharse. Entre otras cosas porque la presidenta saliente se ha negado a renunciar a pesar de haber recibido amenazas de encarcelamiento. Es cierto que Zurabishvili ha abandonado el palacio presidencial, pero no lo ha hecho en silencio. Mucho menos con la cabeza gacha. En un duro discurso pronunciado el mismo domingo, la política dijo seguir siendo la "única presidenta legítima de Georgia" y calificó de "parodia" la investidura de Kavelashvili. "No tenemos miedo a nada, ni siquiera a la cárcel. Me llevo la legitimidad y la bandera y, lo más importante, vuestra confianza", dijo entre los aplausos de sus seguidores.
Por su parte, la presidenta Zurabishvili ha emprendido una gira por varios países europeos en busca de apoyos. Mientras tanto, en su país, ha instado a los georgianos a reunirse en la Avenida Rustaveli la noche de fin de año y, desde el Parlamento, recibir el nuevo año con la firme convicción de que, como ella misma proclamó, "será pacífico y victorioso".