Un soldado ucraniano excava una trinchera en la región de Járkov.

Un soldado ucraniano excava una trinchera en la región de Járkov. Reuters

Europa

Los datos que desmienten a Putin: 400.000 rusos muertos o heridos en 2024 y sensación de estancamiento en Ucrania

Pese a la euforia propagandística, el pasado año Rusia logró conquistar el equivalente a la provincia de Pontevedra, con 100 bajas por cada kilómetro cuadrado tomado. 

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"En los últimos meses se está viendo un cambio drástico en el frente: todos los días hay avances y en todas las direcciones. No hablamos de metros cuadrados, sino de kilómetros". Así presumía el presidente ruso Vladimir Putin de la situación actual en Ucrania el pasado 31 de diciembre, en su tradicional discurso de fin de año.

Parte de lo dicho es cierto: Rusia lleva avanzando prácticamente desde el final del verano de 2023 sin contraofensiva ucraniana que amenace su iniciativa más allá de la incursión de agosto en la región de Kursk.

De hecho, en 2024, según datos del Institute for the Study of War, el ejército invasor ocupó 4.168 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano, la gran mayoría de ellos entre septiembre y noviembre. Hablamos de una extensión similar a la de la provincia de Pontevedra, lo cual no es poca cosa, sobre todo para los habitantes de las regiones que han caído en manos rusas.

Dicho esto, lo que Putin no quiso matizar en su intervención es que dichos avances no solo parecen insuficientes -un año para conquistar el 0,7% del país enemigo no parece un cambio demasiado "drástico" ni que anuncie ningún triunfo definitivo- sino que, en general, se han producido en lugares sin demasiada importancia estratégica y a un coste de vidas y material elevadísimo.

Salvo la toma de Avdiivka, en el mes de febrero, y de Vuhledar, en el de octubre, Rusia no ha conseguido triunfos en núcleos mínimamente poblados, limitando su progresión a vastas extensiones de campo, donde sus tropas a menudo se convierten en un objetivo fácil para drones y soldados ucranianos. De ahí que, pese a limitar en la actualidad su ofensiva al Donbás -es verdad que esta semana Rusia cruzó a la región de Dnipropetrovsk, pero para poner la bandera en un villorrio y volverse-, aún esté por verse qué pueden hacer los hombres de Gerasimov cuando intenten una ofensiva sobre Pokrovsk, Sloviansk, Velyka Novosilka o Kramatorsk, las grandes ciudades que Ucrania aún retiene bajo su control en la zona.

El hecho de que Pokrovsk lleve ya cinco meses en amenaza inminente, pero Rusia no encuentre la manera de lanzarse sobre la ciudad, es significativo. Podría entenderse como una maniobra de seguridad, un cocer a fuego lento al enemigo para embolsarlo y aumentar el daño, pero no es el caso. La doctrina Putin es avanzar a toda costa para luego poder presumir de ello ante una población que siente cada día los rigores de la guerra en su economía y en la marcha constante de jóvenes y voluntarios al frente. Si Rusia aún no ha conquistado Pokrovsk es, simplemente, porque no puede.

Los preparativos ante un plan de paz

Lo mismo se puede decir de Velyka Novosilka o del núcleo Sloviansk-Kramatorsk, al que Rusia no consigue siquiera acercarse desde el verano de 2022. Fracasó de nuevo en Kupiansk, que sigue en manos ucranianas pese a tres años ya de continuas evacuaciones; fracasó en Chasiv Yar, la ciudad al oeste de Bakhmut que lleva meses también bajo asedio; y fracasó en su intento de hacer caer el frente defensivo enemigo con un ataque combinado desde el sur y el este que ha permitido colorear de rojo parte del mapa, pero no ha provocado el derrumbamiento deseado de las tropas de Syrskyi.

Al contrario, en el último mes, debido al propio agotamiento ruso, a las condiciones meteorológicas, a la llegada paulatina de ayuda occidental y al ingenio ucraniano en el diseño y la producción de drones de combate, los loados avances del ejército de Putin se han moderado. Diciembre ha sido el mes en el que Rusia menos territorio ha arrebatado de la soberanía ucraniana de todo 2024 y no se puede decir que haya sido una cuestión "diplomática" por respeto a un futuro plan de paz de Donald Trump. Casi diríamos que al contrario.

La elección del millonario republicano ha sido sin duda la mejor noticia para Rusia en todo el año. No hay misil hipersónico comparable a lo que puede suponer la llegada de una administración que corte el grifo de ayudas a Kiev y 'obligue' a Zelenski a sentarse en una mesa de negociaciones con la condición de renunciar al terreno ya perdido en combate.

Ahora bien, desde el Kremlin se ha mantenido una posición de una cierta arrogancia y precaución al menos en público: tanto Putin como su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, se han mostrado contrarios a los planes filtrados del vicepresidente electo JD Vance, que consistirían en permitir a Rusia anexionarse parte de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón a cambio de aceptar la presencia de tropas internacionales en la frontera como garantía de paz.

En Moscú no quieren ni oír hablar de tropas de la OTAN en Ucrania y dicen mantener sus condiciones de febrero de 2022: un gobierno afín en Kiev, la anexión de las cuatro provincias mencionadas en su totalidad y la desmilitarización de Ucrania por si hace falta terminar lo empezado en otro momento. Para todo ello, Rusia tendría que estar ahora mismo demostrando su superioridad en el frente, lo que reforzaría su posición diplomática. No tendría sentido que, justo cuando, además, Biden ha aceptado por fin que Ucrania se defienda en suelo ruso, optase por lo contrario.

125.000 bajas en tres meses

La explicación al parón ruso y la demostración de que las cosas no son tan favorables como las pinta su presidente está en la cifra, también avalada por el ISW, de más de 400.000 muertos y heridos a lo largo del año de intensificación de operaciones. En concreto, el think tank estadounidense, manejando información propia y de la inteligencia militar ucraniana, calcula en 125.800 las bajas rusas solo entre septiembre y noviembre, lo que supondría en la práctica una media de 102 bajas por cada kilómetro cuadrado avanzado. Un ritmo insoportable si tenemos en cuenta que, solo en Donetsk, Ucrania aún tiene bajo su control un territorio estimado en más de 10.000 kilómetros cuadrados.

El anuncio del expresidente, exprimer ministro y actual consejero de Putin, Dmitri Medvedev, de una nueva partida de 440.000 reclutas para 2025, en realidad viene a coincidir con estos datos y demuestra que Rusia no puede aumentar su ritmo, sino solo mantenerlo y confiar en que el desgaste ucraniano haga el resto. Lo que no se sabe es cuánto tiempo podrá aguantar una campaña tan devastadora ni en qué estado quedará su ejército cuando termine.

Los acontecimientos recientes en Siria demuestran que Putin lo ha jugado todo a una carta: no hay refuerzos posibles en lugares remotos esperando a ser llamados, solo unos cuantos miles de norcoreanos fanáticos dispuestos a morir por lo que les diga su líder.

El manejo de la propaganda es un arte que Moscú lleva cultivando años, valiéndose para ello de una potente chequera y de la nostalgia de la URSS que aún pervive en Occidente. Dicho esto, la guerra de los diez días va camino de tres años y no hay razón para pensar que no pueda eternizarse. Bien hará Occidente, más allá de la Casa Blanca, en darse cuenta de que, por contento que parezca Putin, en realidad no tiene demasiado de lo que alegrarse en el frente. De esa manera, se evitará una paz vergonzosa e injusta y se podrá trabajar con mayor sentido para evitar que las ambiciones imperialistas vuelvan a poner el continente patas arriba.