Ucrania cierra el grifo del gas ruso: Europa confía en rutas alternativas pero teme una nueva subida de precios
- La UE dice estar "bien preparada" para afrontar este cambio, pero tendrá una gran repercusión en países como Austria o Eslovaquia.
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A primera hora del miércoles, el 1 de enero de 2025, se interrumpió definitivamente el flujo de gas ruso que durante 40 años ha abastecido a Europa a través de un importante gasoducto que atraviesa Ucrania. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ya había advertido con antelación que, debido a la guerra de agresión rusa, no renovaría el contrato con el Kremlin que permitía el tránsito de hidrocarburos por el país y que vencía en Año Nuevo. "Es la mayor derrota de Moscú", dijo el mandatario.
Esta decisión, anticipada y conocida por la Unión Europea, forma parte de los esfuerzos de Occidente para socavar la capacidad de Moscú de financiar su maquinaria bélica y limitar su influencia energética en Europa. Según cálculos de la agencia Reuters, este año, Moscú podría dejar de ganar alrededor de 5.000 millones de dólares en ventas a través de la infraestructura de Ucrania, de acuerdo con un pronóstico promedio del precio del gas del gobierno ruso de 339 dólares por 1.000 metros cúbicos.
No obstante, Ucrania también se verá afectada por el cierre. Y no sólo porque cada año ganaba entre 800 y 1.000 millones de dólares al año en tarifas de tránsito, sino porque cabe esperar que Rusia responda (como ha hecho en numerosas ocasiones) bombardeando la vasta red de infraestructuras energéticas ucranianas durante los meses de frío que quedan.
¿Está Europa preparada?
El sistema de gasoductos ucranianos, heredado de la era soviética, había sido durante décadas una arteria clave para que la empresa estatal rusa Gazprom exportara gas a Austria, Hungría, Eslovaquia y Moldavia, entre otros. Este flujo se sostenía gracias a un contrato de tránsito firmado el 30 de diciembre de 2019 entre Gazprom y la ucraniana Naftogaz Ukrainy, dos años antes del inicio de la invasión a gran escala.
Diseñado originalmente para transportar el gas siberiano hacia los mercados europeos, este ha sido el último gran corredor de gas ruso hacia Europa después del sabotaje en 2022 del Nord Stream –que conecta Rusia con Alemania bajo el mar Báltico– y el cierre de la ruta que atravesaba Bielorrusia hacia Polonia.
De hecho, ahora sólo queda el oleoducto TurkStream, que conecta Rusia con Turquía a través del mar Negro y que distribuye luego el gas a Bulgaria, Serbia o Hungría. La capacidad de esta infraestructura, sin embargo, es limitada.
Es cierto que desde el inicio de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, la Unión Europea ha logrado reducir significativamente su dependencia del gas ruso. En 2023, el bloque recibió un total de 14,65 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas, en comparación con los 40 bcm que importaba antes del conflicto. Y, a fecha de 1 de diciembre de 2024, las importaciones ya alcanzaban los 13,7 bcm, de acuerdo con un informe publicado por la Comisión Europea.
Ahora bien, a pesar de este descenso general, algunos países, como Austria y Eslovaquia, seguían siendo altamente dependientes del gas ruso procedente de este gasoducto, que representaba aproximadamente el 60% de su demanda.
Bruselas asegura estar "bien preparada" para el cambio y afirma que los países pueden hacer frente a este nuevo escenario energético. En eso cree también Austria –que dice haber "hecho los deberes"– pero no Eslovaquia. De hecho, en su discurso de Año Nuevo, el primer ministro eslovaco, Robert Fico, muy cercano al Kremlin, advirtió que detener el tránsito de gas "tendrá un impacto drástico en la UE, pero no en la Federación Rusa".
No contento con avisar, el mandatario, quien sostiene que su país podría perder hasta 500 millones de euros anuales en tasas de tránsito, amenazó con "medidas recíprocas" contra Ucrania, como cortarle el suministro eléctrico, durante una controvertida visita a su homólogo ruso, Vladímir Putin, a finales de diciembre.
República Checa, Hungría, Italia y Eslovenia serán otros de los países que tendrán que acostumbrarse a la falta de suministro de gas ruso por esta vía. También deberá hacerlo Moldavia, un país extracomunitario que ya está sufriendo las consecuencias. Sobre todo en Transnistria, una región separatista del este moldavo apoyada por Rusia que comenzó el año sin calefacción ni agua caliente en las casas y con la industria paralizada.
¿Subirán los precios?
Aunque los analistas no esperan un aumento en los precios del gas porque la UE lleva tiempo preparándose para este escenario, lo cierto es que el índice holandés TTF, el de referencia en Europa, ya está rozando los 50 euros/MWh, un nivel que no se veía desde noviembre de 2023.
La incertidumbre dispara la especulación en un mercado especialmente sensible a cualquier movimiento que se produzca en las relaciones geopolíticas.
Esa subida no responde a la situación real. Europa ha diversificado sus fuentes, aumentando las importaciones de gas a Estados Unidos y Catar, y además los almacenes llegaron a estar al 100% en el mes de agosto, y ahora, en pleno invierno se sitúan de media en niveles bastante altos, alrededor del 80%.
Según se explicaba en este periódico, "los precios han seguido siendo extremadamente sensibles a cualquier riesgo percibido en la producción". Por ello, y aunque los 15.000 millones de metros cúbicos de gas que Rusia envía a través de Ucrania cada año representan menos del 5% de las necesidades totales de Europa, la pérdida de una de las últimas rutas para el gas ruso pondrá más presión en un mercado de gas ya de por sí ajustado, sostienen los analistas de Energy Aspects Ltd.
El último gasoducto: TurkStream
El gasoducto que pasa por Turquía, el último en funcionamiento que conecta Rusia con Europa, tiene una capacidad limitada, y en 2024 ha estado en sus niveles récord respecto a los últimos cinco años.
Dos de los principales beneficiarios del gas a través de TurkStream son Hungría y Serbia, un país no perteneciente a la UE, que mantienen vínculos relativamente estrechos con Moscú. Pero también Turquía.
Gracias al cierre del gasoducto por Ucrania, se ha convertido un activo geopolítico que fortalece su posición como centro energético y su posicionamiento estratégico. No solo puede llegar gas ruso, también el de Azerbaiyán, Irán y otros proveedores potenciales podría fluir hacia Europa.
Ahora el propósito es maximizar el uso de la capacidad técnica firme disponible entre Turquía y Bulgaria en los puntos de interconexión. El aumento de la utilización en estos puntos podría aportar alrededor de 4 bcm de gas adicional al sistema.
Cuatro nuevas rutas
Para hacer frente al nuevo escenario, la Comisión Europea ha propuesto cuatro rutas alternativas para la importación del gas. La primera que concibe es a través de Alemania, que recientemente ha expandido las terminales de gas natural licuado (GNL) que llegan por barco y de sus importaciones de gas por tubería desde Noruega, Países Bajos y Bélgica. Desde allí, asegura la UE, se podrán inyectar volúmenes extras de gas a Austria, Chequia y Eslovaquia por infraestructuras que ya existen.
La segunda de las opciones es facilitar el acceso de gas noruego y de GNL procedente de Estados Unidos y Ucrania desde Polonia a Eslovaquia a través del interconector entre ambos países y desde ahí hacia otros países europeos, según recoge la agencia Efe.
Una tercera alternativa contempla el transporte de gas desde Italia hacia Austria, y de allí a Eslovaquia y Eslovenia, utilizando exclusivamente las capacidades actuales disponibles. Finalmente, la denominada ruta Trans-Balcánica permite el flujo de gas desde Grecia, Turquía y Rumanía hacia el norte, proporcionando combustible no solo a los países del centro y este de la UE, sino también a Ucrania y Moldavia.