El líder del partido Demócrata Cristiano (CDU), Friedrich Merz , en su declaración ante los medios después de que el Bundestag tumbara su proyecto de ley para endurecer la política de inmigración.

El líder del partido Demócrata Cristiano (CDU), Friedrich Merz , en su declaración ante los medios después de que el Bundestag tumbara su proyecto de ley para endurecer la política de inmigración.

Europa

Merz busca erigirse en el candidato de la seguridad para Alemania frente a la AfD pese a su derrota en el Bundestag

Pese a no salir adelante el polémico proyecto de ley , pero el acercamiento entre conservadores y ultras supone un grave peligro para el futuro de la UE.

Más información: El Bundestag rechaza la reforma de Merz para endurecer las leyes migratorias pese a contar con el apoyo de los ultras de AfD

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Tras el derrumbamiento de la “coalición del semáforo” que formaban el PSD, los liberales del FDP y los verdes, todo apuntaba a un triunfo cómodo de la CDU/CSU en las elecciones anticipadas de febrero, con la consiguiente llegada de su líder, Friedrich Merz, a la cancillería. Sin embargo, la subida vertiginosa de la ultraderechista Alternativa para Alemania en los sondeos, junto al sonoro apoyo externo de Elon Musk, uno de los principales asesores del presidente estadounidense Donald Trump, ha hecho que las dudas se multipliquen en la formación conservadora.

A escasas semanas de los comicios, la CDU/CSU se enfrenta al mismo dilema al que se han enfrentado o se van a enfrentar en breve casi todos los partidos de centroderecha del continente. Ante la pujanza del extremismo en determinados temas cruciales como la inmigración y la seguridad, los partidos liberales tienen que elegir si continúan su propio camino o si buscan puntos de convergencia con los ultras.

Es lo que está pasando en Alemania y no es casual que suceda después de que Musk asegurara que la AfD es la única formación capaz de combatir la inmigración, lo que deja a Merz en un incómodo segundo plano.

Estos apoyos y el zeitgeist nacionalista que recorre Occidente han colocado al partido de Alice Weidel en segunda posición en las encuestas, cada vez más cerca de la CDU/CSU. De hecho, en el último sondeo publicado el pasado miércoles, la AfD llegaba ya al 23% de los votos, por un 29% de los conservadores. No hace tanto que la distancia entre ambos superaba los diez puntos porcentuales y es lógico que en la CDU/CSU quieran parar esta sangría cuanto antes y asegurarse la posibilidad de ser ellos los que elijan a sus socios y no al revés.

Conmoción por el asesinato de un niño de dos años

Buena parte de sus opciones pasan por hacer creer a la sociedad alemana que ellos pueden defender su seguridad tan bien como lo haría la ultraderecha sin necesidad de caer en la nostalgia del nazismo ni recurrir al peligroso término lebensraum (espacio vital) en su propaganda electoral. En ese sentido hay que entender los movimientos de la última semana en el Bundestag: el miércoles, la CDU/CSU se apoyó en la AfD -y en otras formaciones- para sacar adelante un plan no vinculante llamado a endurecer las condiciones de petición de asilo en Alemania.

Este viernes, la cosa fue más allá y Merz pretendió aprobar una ley -pese a las nulas opciones de aplicación antes de las elecciones- que pretendía endurecer la inmigración con el solo apoyo de los radicales. La moción no salió adelante puesto que nadie se adhirió a ella ni hubo abstenciones suficientes, pero marcó un antes y un después en la política alemana: nunca, desde el final de la II Guerra Mundial, la extrema derecha había sido socia de una proposición de ley y aliada de uno de los dos partidos centrales mayoritarios.

La cara de la colíder del partido Alternativa para Alemania ( AfD ), Alice Weidel, tras ser tumbada en el Bundestag la reforma migratoria de Merz.

La cara de la colíder del partido Alternativa para Alemania ( AfD ), Alice Weidel, tras ser tumbada en el Bundestag la reforma migratoria de Merz. Reuters

Obviamente, la estrategia de Merz tiene sus riesgos. El país está estos días conmocionado por el asesinato de un niño de dos años y medio en un parque de Aschaffenburg, en Baviera. El autor del crimen es un ciudadano afgano que había solicitado exilio en el país y que seguía residiendo en Alemania pese a haber sido internado hasta tres veces en un psiquiátrico.

El hecho de que no se pueda establecer ninguna relación entre la nacionalidad del asesino -ni su religión, ni su etnia- y el crimen, no ha impedido que la extrema derecha haya aprovechado el trauma nacional para exagerar su discurso xenófobo y pedir medidas más restrictivas en la acogida de ciudadanos de países musulmanes. El recuerdo de la acogida masiva de refugiados sirios en 2015 sigue muy presente.

La “gran coalición”, en serio riesgo

Lo que pretende Merz es domar la ola antes de que la ola se lo lleve por delante. Ahora bien, no es sencillo: buena parte del ala más centrista de su coalición se ha pronunciado en contra de estas negociaciones con la extrema derecha. Incluso la excanciller Angela Merkel se ha mostrado muy crítica con estos coqueteos y ha vuelto a pedir que se llegue a un acuerdo similar al que la aupó a ella al poder en la llamada “gran coalición” entre socialistas y conservadores.

Por un lado, se puede entender que, con estas decisiones legislativas, la CDU/CSU toma la iniciativa… por el otro, de alguna manera, legitima el discurso de odio de su máximo rival electoral. Al centrar su discurso en los temas preferidos de la AfD, el votante medio puede normalizar el tabú y decidirse a votar a Weidel. Merz corre el riesgo de perder al electorado de centro a la vez que escenifica en el mismo Bundestag una cierta debilidad, pues ha sido incapaz de encontrar más apoyos que los de la ultraderecha. Para una coalición que lleva la palabra “cristiana” en el nombre de los dos grandes partidos que la forman, caer en un discurso tan excluyente y en ocasiones tan poco humanitario puede funcionar como un boomerang.

Un cartel de Alice Weidel, colíder y candidata a canciller de  AfD ,  manchado con el número 161, desfigurado y decorado con pegatinas anti- AfD en Bad Honnef, cerca de Bonn.

Un cartel de Alice Weidel, colíder y candidata a canciller de AfD , manchado con el número "161", desfigurado y decorado con pegatinas anti- AfD en Bad Honnef, cerca de Bonn. Reuters

Queda la duda, además, de si Merz preferirá pactar un gobierno con la AfD o reeditar otra gran coalición. De hecho, puede que no tenga escaños suficientes para lo segundo si el PSD sigue su caída en picado. Ahora mismo, los sondeos le dan en torno al 45% de los votos, lo que obligaría a esperar hasta el último momento para saber si eso se traduce en una mayoría absoluta en escaños.

Tener en el gobierno a un partido antieuropeísta, cuando Alemania es, junto a Francia, una de las dos locomotoras de la Unión Europea, sería una muy mala noticia para todos. A la larga, probablemente, también para Merz. Con todo, es un escenario viable y factible matemáticamente. Si nada cambia, y no lo parece, ambos partidos sí que podrían gobernar con mayoría absoluta. Merz sabrá si está dispuesto a aceptar lo que Weidel le pida a cambio. En cualquier caso, está claro que el “cordón sanitario” ya forma parte del pasado del país. Ahora, queda esperar las consecuencias.