Alan Mohammad (de 30 años) y su hermana Gyan (de 28) no pueden caminar, ni coger un tenedor y llevárselo a la boca, ni lavarse las manos sin ayuda. Se lo impide la distrofia muscular que sufren desde su nacimiento. Sin embargo, esto no les impidió emprender el largo y tortuoso viaje para abandonar su hogar en Al Hasakah, en el noreste de Siria, cuando el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico (EI) fue avanzando hacia allá en 2014.
Así lo explica Amnistía Internacional, que este jueves publica un vídeo con imágenes que la propia familia de estos dos hermanos tomó del extraordinario viaje hasta llegar a Grecia y ser acogidos como refugiados en un campamento. El periplo, junto a su madre y otros dos hermanos, les llevó dos años en los que recorrieron 2.500 kilómetros, obligados a retroceder repetidamente.
"Fue un viaje muy difícil. Para personas normales es muy difícil, pero para personas con discapacidad es como un milagro cruzar las fronteras", sostiene Alan.
Aseguran que trataron de cruzar la frontera con Turquía hasta en tres ocasiones, pero en todas ellas la policía turca les disparó. En la zona de Siria donde estaban habían comenzado a caer bombas. "Había oído que a las personas con discapacidad y a las embarazadas las dejaban pasar", recuerda Alan. Pero cuando su familia llegó al punto fronterizo no fue así.
Decidieron entonces intentar una ruta de escape diferente, cruzando la frontera al Kurdistán iraquí. "Su madre, su hermano y su hermana menor iban detrás, empujando sus pesadas sillas de ruedas", detalla Amnistía Internacional. Estuvieron un año y cuatro meses allí, hasta que también llegó la amenaza del grupo terrorista.
Cuando el EI avanzó por Irak, cruzaron las montañas hasta Turquía colgando de los costados de un caballo dentro de enormes alforjas y sujetos por correas. "Cuando llegamos a las montañas, tomamos dos caballos: uno para mí y para mi hermana discapacitada y otro para nuestras sillas de ruedas", explica Alan.
Desde Turquía pagaron a unos traficantes de personas para que los llevaran a bordo de un barco abarrotado de gente a la isla griega de Quíos. Desde allí los llevaron al campamento de refugiados de Ritsona, en territorio continental griego.
Amnistía Internacional denuncia que "permanecen abandonados a su suerte en condiciones espantosas". La madre de Gyan y Alan explica que vivir en tiendas de campaña es especialmente difícil para personas con distrofia muscular, como sus hijos. La familia ha solicitado un alojamiento más apropiado a sus necesidades, pero les han asegurado que no hay ninguno mejor disponible.
Las clases de inglés que imparte a niños del campamento animan a Alan, el único de ambos hermanos que ha prestado su testimonio en el vídeo. Aunque su sueño, confiesa, es reunirse con su padre y otra hermana, que viven en Alemania.