Desde primera hora de la mañana del jueves la explanada de la Knéset (Parlamento israelí) fue un trasiego de ciudadanos que vinieron a rendir tributo a la memoria del expresidente, fallecido durante la madrugada del miércoles a sus 93 años de edad. Entre ellos, grupos de niños acompañados con sus profesores del colegio, jóvenes de uniforme haciendo el servicio militar, padres con sus hijos. Incluso algunos turistas, a los que el fallecimiento de Peres les ha cogido de visita en Jerusalén. Todo de forma pausada y ordenada, pues los servicios de seguridad cerraron muchas de las calles y accesos, permitiendo la entrada sólo andando o en autobuses fletados por la organización.
La capilla ardiente fue inaugurada a primera hora por el primer ministro Benjamín Netanyahu –quien depositó una corona de flores con la bandera israelí junto al féretro– y se mantuvo abierta hasta alrededor de las 9 de la noche. Poco después de hacerlo Netanyahu, compareció el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, claramente emocionado, que guardó unos minutos de silencio. Clinton, que apoyó activamente el proceso de Oslo durante sus ocho años en la Casa Blanca (haciendo un último esfuerzo promoviendo las negociaciones de Camp David en julio del 2000) se unió al actual presidente de Israel, Ruven Rivlin, y al presidente de la Knéset, Yuli Edelstein, para dar un último adiós de carácter solemne. A partir de ahí los tres entraron en el edificio junto a la ministra de Cultura y coordinadora del evento, Miri Regev, junto a numerosos guardaespaldas, diputados y asesores parlamentarios, circundados a su vez por numerosos cámaras y fotógrafos.
El féretro con los restos de histórico líder del laborismo israelí permaneció todo el día junto a la entrada de la Knéset para que el público pudiera despedirse de un personaje tan querido como controvertido. Un animal político que generó innumerables pasiones –obtuvo los índices de aceptación más altos en su fase frente a la jefatura del Estado–, pero también algunos odios. El periodista del prestigioso diario Haaretz Gideon Levy recordaba en su columna semanal que si bien Peres impresionaba a todos sus interlocutores por su gran encanto personal, conocimiento enciclopédico y optimismo antropológico también escondía las facetas más oscuras de su trayectoria política que siempre fue de la mano de la construcción del propio Estado.
Pues además de ser uno de los arquitectos de los Acuerdos de Olso y del Tratado de Paz con Jordania durante la década de los 90, también estuvo involucrado en la compra de armas a Francia en vísperas de la Guerra del Sinaí en 1956, la puesta en marcha de las primeras empresas públicas de seguridad y defensa, la construcción de la central nuclear de Dimona y el desarrollo del programa atómico militar, la construcción de los asentamientos judíos en los territorios ocupados, la orden de liquidación del “ingeniero” de Hamás Yaiyah Ayyash (que desencadenó una ola de terrorismo suicida sin precedentes en vísperas de las elecciones de 1996) y la ejecución de la operación militar “Uvas de la Ira“ contra la guerrilla chií libanesa Hizbolá, que desencadenó el bombardeo del campo de refugiados de Qana en el que murieron más de un centenar de civiles, la mitad de ellos niños.
Por esta razón quizás la inmensa mayoría de los países árabes y musulmanes no han enviado sus condolencias, sino que han permanecido en silencio. Uno de los pocos que lo ha hecho públicamente ha sido el exministro de Asuntos Exteriores de Baréin, Khaled bin Ahmed Al Khalifa, quien envió un tuit en el que le deseaba “Descanse en paz, Simón Peres, un hombre de guerra y un hombre de la todavía esquiva paz en Oriente Medio”. Una magnífica metáfora que refleja esa dualidad que presidió siempre la dilatada carrera política de Peres, quien aunque no tuvo nunca un papel activo en el frente de batalla –a diferencia de otros muchos otros dirigentes como Moshe Dayan, Issac Rabin o Ehud Barak– siempre utilizó sus habilidades diplomáticas para nutrir el complejo militar-industrial israelí.
Preparativos para el funeral
El Gobierno de Israel ultima los preparativos para el que se espera sea el mayor funeral de su historia, superando incluso al del exprimer ministro Isaac Rabin en 1995, que fue multitudinario. El sepelio tendrá lugar bajo fuertes medidas de seguridad –el Shabak (servicio de seguridad interior) ha tenido que desplegar todas sus unidades, que se coordinarán con la Policía Nacional y la Guardia de Fronteras– obligando al cierre temporal de la carretera que conecta el aeropuerto internacional de Ben Gurion con Jerusalén, así como algunas calles y accesos de la ciudad, pues está previsto que cuente con la presencia de mandatarios de numerosos países.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha aprovechado la ocasión para manifestar que la mejor forma de rendir tributo a la memoria de Peres sería reanudar las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos rotas desde abril de 2014, después de los infructuosos intentos de mediación por parte de su Secretario de Estado John Kerry, que le acompañará durante la visita. Hay que recordar que la celebración del décimo aniversario del asesinato de Rabin en noviembre de 2005 posibilitó que su predecesora Condolezza Rice lograra negociar un acuerdo para la apertura del paso fronterizo de Rafah y para el libre tránsito entre Cisjordania y Gaza, aunque luego la aplicación de éste resultó efímera (concluyendo a los 7 meses con el secuestro de Gilad Shalit en junio de 2006).
Además de Obama, han confirmado su asistencia los presidentes de Francia, François Hollande, de Alemania, Joachim Gauck y de México, Enrique Peña Nieto, así como los primeros ministros de Holanda, Mark Rutte, de Canadá, Justin Trudeau, y de Australia, Malcolm Turnbull, sumando más de una veintena de jefes de Estado y de Gobierno. En el caso del Reino Unido la delegación estará encabezada por el Príncipe de Gales y contará con tres exprimeros ministros (Tony Blair, Gordon Brown y David Cameron) y el titular de Exteriores, Boris Johnson. En representación de España está prevista la presencia del Rey Felipe VI y del ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo.
Por parte de los países árabes acudirán el jefe de la diplomacia egipcia Sameh Soukry y el primer ministro adjunto para asuntos económicos jordano Adnan al Anani. En el caso de Palestina, está prevista la presencia del presidente de la ANP Mahmud Abás, del secretario general de la OLP, Saeb Erekat, y del director del servicio de inteligencia, Majed Farah (que se vislumbra como uno de los posibles sucesores del ya octogenario Abás).
A diferencia de Rabin, cuya política de paz y reconciliación con los palestinos polarizó completamente a la ciudadanía israelí, Peres cultivó un perfil de consenso, especialmente en su última etapa como presidente entre 2007 y 2014.