Donald Trump aterrizó en Riad el pasado 20 de mayo con una misión clara: hacer negocios y estrechar su alianza con Arabia Saudí. La imagen del presidente de EEUU bailando la danza del sable en la primera parada de su tour internacional dio la vuelta al mundo y ha recobrado este lunes un nuevo significado en medio del estricto vacío diplomático liderado por Arabia Saudí a Qatar. Al boicot se han unido también Emiratos Árabes, Bahrein, Egipto y Yemen.
“La primera lectura que hay que hacer de este conflicto diplomático es que Arabia Saudí se siente reforzada y quiere aprovechar el respaldo de EEUU para adoptar un papel de liderazgo en la región. Con el viaje de Trump interpretan que por fin vuelven a tener una Administración de EEUU volcada con ellos”, analiza Haizam Amirah, investigador del Real Instituto Elcano en conversación con EL ESPAÑOL.
La decisión de romper relaciones, cerrar las fronteras y hasta bloquear el espacio áereo de Qatar, una península que sólo tiene frontera terrestre con Arabia Saudí, supone un punto y a parte en los desencuentros entre ambos vecinos.
La excusa en esta ocasión ha sido que el país del poderoso jeque Tamim alienta el terrorismo con su apoyo al islam político. Una explicación que ha sido rechazada por las autoridades de Qatar, un país que siempre ha intentado ir por libre en el ámbito de las ‘petromonarquías’ de la región. “Son medidas injustificadas y sin fundamento”, ha defendido el Ministerio de Exteriores qatarí en un comunicado.
Antecedentes de un desencuentro
Para el analista Haizam Amirah, experto en la política de los países de la región, el terreno estaba “abonado” para la confrontación desde 2014 cuando saltaron las primeras chispas entre Qatar de un lado y Arabia Saudí y Emiratos Árabes, del otro. La culpa la tuvo el apoyo de Doha a los Hermanos Musulmanes, que permitió al movimiento islamista refugiarse durante un tiempo en su territorio tras el golpe de Estado que derrocó a Mursi en 2013.
El investigador también sitúa en el origen de la crisis desatada este lunes el “turbio episodio” del presunto discurso del emir de Qatar hace unas semanas. En una alocución difundida ampliamente por medios saudíes, el jeque Tamim sugería que Trump no acabaría su mandato y proclamaba “Irán es un contrapeso en la región que hay que tener cuenta”.
Aunque Qatar ha negado que esto se produjera y lo achacara a un ciberataque, el discurso fantasma es diametralmente opuesto al mensaje que se transmitió en la cumbre que Riad organizó para agasajar a Trump: Irán se convirtió entonces, oficialmente, en el origen de todos los males de la región.
“Hay quien ve detrás de este choque una clara preparación del terreno mediático” para la ruptura total que se ha escenificado este lunes en el Golfo Pérsico apunta Amirah. La resistencia de Qatar a estar bajo la tutela de Arabia Saudí ha explotado y la pelota está ahora en el tejado de la Casa Blanca.
El presidente de EEUU, está señalado por varios expertos internacionales como parte indispensable de la ecuación que ha desatado este terremoto político. Trump, más entretenido este lunes en cargar contra el alcalde de Londres, no se ha pronunciado. Sí lo ha hecho su secretario de Estado, Rex Tillerson: “Intentaremos que las partes se sienten a negociar para abordar sus diferencias”.