A Yassin Al-Haj Saleh la vida le ha robado casi todo: su libertad, su patria y el amor de su vida. Todo se ha quedado entre los amasijos de escombros en los que se ha convertido Siria en los últimos siete años. Escritor sirio e histórico opositor al régimen de los Asad (primero con el padre, Hafez, y luego el hijo, Bachar), Saleh ha pagado la resistencia al régimen con la cárcel, el exilio y el secuestro de su mujer.
Tenía 20 años y estudiaba medicina cuando fue arrestado, acusado de pertenecer a un partido comunista ilegal y de querer derrocar el régimen. Estábamos en 1980. Saleh permaneció 16 años en la cárcel, entre Alepo, Damasco y Palmira, donde se encuentra Tadmor, una de las más temidas penitenciarias de Siria. “Es un sitio donde el miedo es una forma de vida, donde cada día las formas de tortura más primitivas son llevadas a cabo por personas sin corazón”, cuenta en su libro de relatos sobre su período de encarcelamiento.
Salió en 1996, terminó la carrera pero jamás ejerció como médico. Se dedicó a escribir sobre la situación política y social del país y, al estallar las revueltas en 2011 fue obligado a vivir en la clandestinidad hasta que, en 2013, huyó a Estambul, donde vive a día de hoy y donde ha escrito parte de las crónicas del libro que ahora publica Siria, La Revolución Imposible.
“No soy capaz de utilizar la palabra ‘exilio’ para describir mi vida en esta enorme metrópoli”, escribe, “porque vivo aquí mientras mi mitad sigue allí”. Su mitad es su mujer, Samira Khalil, secuestrada en 2013 junto a otras tres personas por la organización salafista Ejército del Islam. Desde entonces no ha tenido noticias de ninguno de los cuatro. “Uno nunca se acostumbra a vivir por la mitad. Es mi día a día y escribir es mi intento de estar en los dos sitios. Tengo que ser capaz de contar la historia de manera que la gente entienda la atrocidad de lo que estamos viviendo, nuestra tragedia”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Ganar la lucha del relato
Una tragedia irreparable con números apabullantes: más de 500.000 muertos, más de 6 millones de desplazados y más de 5 millones de refugiados. “Los sirios no hemos tenido ni un sólo día sin asesinatos resultantes de los bombardeos o la tortura, para poder respirar, mirar a nuestro alrededor”, escribe. Y, sin embargo, la dimensión humanitaria del mayor conflicto del siglo XXI parece haberse perdido entre análises geopolíticos y culturales que se distancian de las víctimas. “Al final todo se resume a dos perspectivas: o que nos están matando dos países o es que hay un conflicto sempiterno entre religiones, como dijo Obama, que llevan miles de años matándose y no hay nada que hacer... y todo eso nos despoja de humanidad. Siendo conscientes de que la lucha política la hemos perdido es importante que ganemos la lucha del relato”, alerta Saleh.
Siria, La Revolución Imposible, reivindica una nueva visión del conflicto, alejada de las perspectivas dominantes, centradas en el régimen de Asad o en los grupos terroristas. Además, el autor defiende el derecho del pueblo Sirio a apropiarse de su propia historia y a emanciparse no sólo del yugo de Asad sino también del imperialismo de las potencias que han intervenido en el conflicto para imponer su hegemonía. Rusia, EEUU, Turquía, Irán… actores externos que han alargado el conflicto a la escala global y que no parecen interesados en que termine.
“Desde 2013, que el conflicto de Siria dejó de ser local”, explica. Ese año ocurrió lo que Saleh apellida de “infame pacto químico”, el acuerdo entre Rusia y EEUU tras el ataque químico de Asad a Guta “para frenar cualquier tipo de acción”. En ese momento, el escritor recriminó la actitud pasiva de Obama, que decidió no intervenir, al igual que recrimina ahora la acción de Trump del pasado fin de semana. “Ha sido un mero golpe formal, que además no han hecho por nosotros, los sirios, ni para solucionar el conflicto, sino por las líneas rojas que ellos mismos habían establecido. En 2013 le mandaron un mensaje a Asad: el de que puede matar la población con todas las armas menos las químicas. Y ahora pasó lo mismo”, analiza.
Para Yassin Al-Haj Saleh la posición de la comunidad internacional le ha dado a Asad una sensación de total impunidad. “Es un régimen genocida, que ha demostrado que está dispuesto a todo para conservar el poder. Y después de 7 años, pese a todas las masacres y todos los crímenes, Asad sabe que puede hacer todo. Incluso utilizar armas químicas, porque se supone que las habían destruido y, ahí está, usándolas de nuevo y sin consecuencias. Al no tener ningún tipo de freno, siria se ha convertido en el espejo del fracaso mundial en parar a un régimen genocida parecido al nazi”, acusa.
Brutalidad inimaginable
La brutalidad de los métodos utilizados por el Bachar al-Asad, sin importarle la destrucción total del país ni el exterminio de la población alcanzó niveles inimaginables hasta para los que conocían los prodedimientos del régimen. “Nadie, ni yo que he sido opositor durante más de 40 años, se podía imaginar que la represión a la población se diera de esta manera, con la destrucción de ciudades enteras, asesinatos de cientos de miles de personas, las masacres químicas, los explosivos, las técnicas de tortura utilizadas, los millones de personas obligados a abandonar sus casas. Era algo que parecía imposible que pasara”, dice.
Pero pasó. Y en pocos meses, la revolución siria, que empezó como una protesta pacífica contra Bachar al-Asad, inspirada por la Primavera Árabe en 2011, se transformó en guerra civil. Y la guerra civil, se transformó en un conflicto global, con tantos actores involucrados que hace casi imposible prever la solución. “Ya no está en manos de los sirios. Hay demasiada gente, demasiados actores en el conflicto y la ONU no está funcionando, no está defendiendo la justicia”, analiza. “Este régimen tiene que cambiar pero no cambiará más que por la fuerza, o eso es lo que parece. Nadie puede imponerle una transición política y las potencias que hablan de este cambio tampoco son serias en ese intento”.
A Siria, le queda un largo y duro camino por recorrer. “Tengo esperanza en la paz, pero no veo cual sea la solución. Bachar va a seguir matando. Rusia va ganando y es probable que se acabe imponiendo y, dentro de una generación, todos habremos sido testigos de un genocidio”.