El primer ministro de Israel, Naftali Bennett, y el ministro de Exteriores, Yair Lapid, han acordado disolver la Knesset (el Parlamento) la semana que viene, abriendo el camino hacia las quintas elecciones del país en apenas tres años.
La idea es que Lapid asuma el cargo de primer ministro, según informan fuentes oficiales a la agencia Reuters y según recogen también varios medios israelíes, entre ellos Haaretz.
La semana que viene se llevará a cabo una votación parlamentaria tras la que Yair Lapid se convertirá en primer ministro hasta la convocatoria de nuevos comicios en apenas unos meses. Se espera que Lapid y Bennett publiquen comunicados oficiales en las próximas horas para dar explicaciones sobre la crisis de Gobierno.
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En una declaración conjunta Bennett y Lapid señalaron que habían "agotado las opciones para estabilizar" su diversa coalición apenas un año después de conformarla.
Yair Lapid logró cerrar un pacto con las fuerzas opositoras para crear un Ejecutivo que desbancó del poder a Benjamin Netanyahu después de 12 años en el cargo.
La nueva coalición la componían partidos de casi todo el arco ideológico -incluido por primera vez un partido árabe-, y lo acordado era que estuviera liderada por el ultranacionalista religioso Naftali Bennett durante los dos primeros años, que sería reemplazado por el centrista laico Lapid durante los dos siguientes.
Pero Netanyahu nunca quiso irse y, como informó EL ESPAÑOL la semana pasada, tenía un plan para recuperar el poder que un día fue suyo: votar en contra de sus propios principios. El lunes, el partido conservador Likud, liderado por el exprimer ministro, se opuso a una ley clave que beneficia a los cerca de 430.000 colonos israelíes que se han instalado en Cisjordania desde 1967 y que representan una parte clave de su base electoral.
Una ley que lleva extendiéndose sin problema durante décadas y que si no se aprueba antes del 1 de julio, va a colocar a los israelíes en la misma situación legal que a los palestinos de la misma área, que están sometidos al régimen de ocupación militar. Así, los colonos podrían perder beneficios como la Seguridad Social o la libertad de entrar libremente en Israel.
Parecía que Netanyahu se había pegado un tiro en el pie. Sobre todo, porque durante su extenso Gobierno fue en un férreo defensor de los judíos colonos en el territorio. Llegó a construir cientos de casas en diversos asentamientos e incluso propuso -con ayuda de su aliado Donald Trump- anexionar un 30% de Cisjordania a Israel.
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Pero Netanyahu sabía bien lo que estaba haciendo. Bloquear la votación formaba parte de una estrategia para asestar un golpe al actual primer ministro, Naftali Bennett, que en los últimos meses ha visto cómo empezaba a desmoronarse su frágil Gobierno.
Debilitada por una oleada de renuncias políticas y la escalada de violencia en Israel, que exacerbó las diferencias entre los socios, la alianza sufrió un duro golpe el pasado abril, cuando Idit Silman, líder de la coalición, desertó para fugarse a Likud. Un movimiento devastador que despojó al Gobierno de su mayoría en el Parlamento. Dos meses después Naftali Bennett y Yasir Lapid han decidido disolverlo.