La situación en Bagdad y en el resto de Irak ha vuelto a la calma en la tarde de este martes tras los disturbios del lunes, en los que han muerto al menos 35 personas, después de que el influyente clérigo chií Muqtada al-Sadr ordenara a sus seguidores retirarse del centro de la capital.
"Si en 60 minutos no se retiran de la sentada frente al Parlamento, dejaré de ser parte de la corriente sadrista", instó Al-Sadr, en un discurso de apenas seis minutos en Nayaf, su ciudad natal ubicada en el sur de Irak.
Sólo unos minutos después las fuerzas de seguridad iraquíes anunciaron el levantamiento del toque de queda impuesto desde la víspera en todo Irak y en el transcurso de dos horas la calma se había restablecido en la Zona Verde, el área de Bagdad donde se concentran las sedes de las principales instituciones del Estado y epicentro de los disturbios protagonizados por los seguidores del Al-Sadr.
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A primera hora de la tarde una fuente de la Comandancia de Operaciones de Bagdad que pidió no ser identificada aseguró a Efe que la situación era estable dentro y alrededor de ese sector y que ya no había en ella milicianos armados.
La mayoría de los manifestantes sadristas, que el lunes irrumpieron durante algunas horas en el Palacio Presidencial y el del Gobierno habían abandonado el resto de los puntos de la Zona Verde en los que seguían, explicó.
Levantamiento de acampadas
La fuente consultada indicó que a primera hora de la tarde sólo quedaban algunos "sadristas" desmontando el campamento que tenían instalado en el exterior del Parlamento, que ocuparon durante seis días a principios de este mes para exigir la celebración de nuevas elecciones.
También los manifestantes del Marco de Coordinación, una alianza de partidos rival del Movimiento Sadrista liderada por grupos chiíes proiraníes, habían comenzado a levantar la acampada que mantenían desde principios de mes en uno de los accesos a la Zona Verde.
Se desactivó así, al menos temporalmente, una escalada de violencia con repercusiones imprevisibles que hizo saltar todas las alarmas por temor a la incertidumbre e incluso al inicio de una nueva guerra civil.
El detonante de los disturbios fue el anuncio de Al-Sadr, un clérigo y líder político populista con una gran influencia en las capas más desfavorecidas de la población chií (la rama del islam mayoritaria en Irak), de que se retiraba de forma definitiva de la política.
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El religioso llevaba varias semanas reclamando las celebración de elecciones anticipadas con la baza de la acampada frente al Parlamento de sus seguidores después de que su bloque político ganara las elecciones legislativas de octubre pasado, pero con sólo 73 de los 329 escaños del Parlamento, lo que le impidió sumar los diputados necesarios para elegir presidente y formar Gobierno.
Muertos y heridos
Su anuncio del lunes, unido a la inestabilidad provocada por los meses de parálisis institucional, provocó unas violentas protestas en Bagdad y otras ciudades del sur del país que continuaron durante toda la noche y la mañana del martes en las que murieron al menos 35 personas y más de 250 personas resultaron heridas.
Los fallecimientos ocurrieron en la capital y se debieron a "disparos y actos violentos", según una fuente de seguridad.
Incluso unos desconocidos todavía no identificados lanzaron cuatro misiles desde una zona populosa de mayoría chií en el este de la ciudad contra un complejo residencial en la Zona Verde, causando solamente daños materiales.
Al-Sadr, que en la noche del lunes había comenzado una huelga de hambre hasta que cesara la violencia, según uno de sus portavoces, pidió en su discurso de este martes disculpas "al pueblo iraquí, ya que es el único perjudicado por lo está ocurriendo".
Tras su llamamiento a detener las protestas, el primer ministro en funciones iraquí, Mustafa al Kazemi, que como en anteriores protestas había pedido contención a las fuerzas de seguridad, afirmó en un tuit que éste representaba "los niveles más altos de patriotismo y preocupación por la protección de la sangre iraquí".