La pasada noche del martes se abrió un nuevo frente de guerra para Israel. Mientras el ejército israelí intensificaba los bombardeos en la Franja de Gaza (en el sur del país), la situación comenzó a tensarse en el norte del país, donde comenzaron a caer numerosos proyectiles. Procedían no sólo de Líbano, desde donde facciones del grupo terrorista Hezbolá llevan cuatro días disparando contra suelo israelí, sino también de Siria. "Estamos respondiendo con artillería y proyectiles de mortero hacia el origen del lanzamiento", indicó en un comunicado las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
El ataque, atribuido por el momento a facciones palestinas ligadas a Hezbolá, se ha convertido en el primer lanzado desde el país contra el Estado judío desde que el pasado sábado el grupo terrorista Hamás inició una ofensiva sin precedentes que ha dejado ya más de 900 israelíes muertos y 2.400 heridos. La apertura de este nuevo punto de conflicto no parece ser casual: se produce justo cuando el ejército israelí se prepara para llevar su operación militar en Gaza al siguiente nivel.
Fue el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, quien el martes anunció que tras tomar el control de las zonas colindantes con la Franja, donde militantes palestinos se infiltraron dejando un reguero de sangre y cadáveres, iba a lanzar "una ofensiva total" en Gaza que cambiará totalmente la situación sobre el terreno. "He levantado todas las restricciones", dijo Gallant durante una visita a las tropas desplegadas cerca de la frontera con Gaza.
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"Vais a tener la capacidad de cambiar la realidad aquí. Hamás quería un cambio, y va a cambiar 180º respecto a lo que pensaba. Van a arrepentirse de este momento. Gaza nunca volverá a ser lo que era", aseguró a sus soldados, en declaraciones recogidas por los medios locales. El cambio de la estrategia israelí viene acompañado de una movilización de 300.000 reservistas militares -ahora ampliada a 360.000- que se unirán a los aproximadamente 187.000 soldados que hay en activo. Más de medio millón de efectivos preparados para acabar con Hamás y, en el peor de los casos, responder a un ataque que podría proceder de hasta en tres puntos distintos.
Este despliegue monumental alimenta irremediablemente al fantasma de una gran incursión terrestre israelí sobre la Franja. Una posibilidad que las autoridades israelíes tienen sobre la mesa. Allí, sin embargo, las milicias palestinas mantienen secuestrados a más de un centenar de israelíes, lo que dificultaría una invasión. Entre otras cosas porque Hamás amenazó el lunes con ejecutar públicamente a un rehén por cada nuevo bombardeo que se lance contra Gaza sin previo aviso.
En las últimas 24 horas, la aviación israelí ha endurecido sus ataques sobre Gaza, donde ha atacado más de 250 objetivos militares y donde asegura haber matado a dos altos cargos de Hamás. Los bombardeos, sin embargo, también han golpeado numerosas infraestructuras civiles, entre ellas una mezquita, un campo de refugiados y decenas de edificios residenciales. Un barrio completo -el de Remal- ha sido reducido a escombros, mientras que ciudades cercanas a la frontera con Egipto, principal vía de entrada de ayuda humanitaria, han sido atacadas.
En el territorio palestino, donde viven hacinadas unas dos millones de personas en apenas 360 kilómetros cuadrados, el número de muertos no deja de aumentar. Se calcula que los bombardeos sobre la Franja han acabado con la vida de al menos 900 personas, un centenar de niños incluidos, y han dejado más de 4.600 heridos. Según el Ministerio de Sanidad gazatí, 22 familias al completo, que comprenden un total de 150 personas, han sido analiquiladas, de acuerdo con la agencia Efe. Bajo los escombros, además, se cree que todavía hay varios cientos de cuerpos enterrados.