Aislar a Hamás en áreas urbanas y embolsar Gaza: así se prepara Israel para el asalto final
Israel siempre ha priorizado en sus operaciones limitar el número de bajas y es exactamente lo que está haciendo ahora: prepararse para una guerra lenta en la esperanza de que eso la haga más segura.
1 noviembre, 2023 03:53Cortada desde el pasado lunes la carretera de Salah Al Deen entre Juhor ad Dik y Al Mughragga, en la zona norte de la franja de Gaza, el Ejército israelí sigue avanzando en horizontal hacia el Mediterráneo para tomar la otra gran carretera que vertebra los distintos asentamientos de refugiados: la costera de Al Rashid. Una vez controladas las dos carreteras, la Franja habrá quedado partida efectivamente en dos, impidiendo a las tropas de Hamás que puedan quedar en el sur ayudar a sus compañeros del norte, la gran mayoría atrincherados en Gaza capital y alrededores.
En sí, el movimiento no es ninguna sorpresa, pues todo el mundo lo esperaba al ser el más lógico. Al fin y al cabo, entre la frontera israelí y la costa apenas hay unos 15 kilómetros como mucho y se trata de un terreno más bien desértico y sin la densidad de población que se puede encontrar en la ciudad de Gaza y otros núcleos urbanos. Con los bulldozers por delante, Israel ha podido allanar el camino a sus tanques tanto por ese flanco como por la doble entrada desde la frontera norte hacia Alatra y Beit Lahiya.
Aunque el Ejército israelí reconoce la muerte de unos 300 de sus hombres, los enfrentamientos hasta ahora han sido escasos y propios de una guerra de guerrillas llena de emboscadas. Israel siempre ha priorizado en sus operaciones limitar el número de bajas y es exactamente lo que está haciendo ahora: ir despacio, embolsar a los terroristas, cortar sus líneas de comunicación terrestres y prepararse para una guerra lenta en la esperanza de que eso la haga más segura.
Paciencia con los núcleos urbanos
A la espera de lo que pueda pasar en el sur, donde la amenaza es menor y donde se concentra además la ayuda humanitaria, Israel sabe que su gran reto en esta operación es la ciudad de Gaza. Hay otros núcleos urbanos como Jabalia o las citadas Beit Lahiya y Al Mughragga, por encima de los 50.000 habitantes, pero que no presentan las mismas dificultades que ese doble laberinto terrestre y subterráneo que es la capital controlada por Hamás desde 2005.
Teniendo en cuenta que la organización terrorista llevaba dos años planeando el ataque del 7 de octubre y que el gran objetivo tanto de Hamás como de Hezbolá y en general de todo el yihadismo patrocinado por Irán y Qatar no es otro que desestabilizar la zona para, algún día, acabar con el Estado de Israel, lo lógico es pensar que la defensa del territorio también esté planeada con dos años de antelación. En otras palabras, que Hamás lleva esperando a Israel desde el mismo día 8 de octubre y que sabe dónde puede intentar parar su ofensiva.
El asunto es que aquí tampoco hay que ser un mago de la estrategia. La clave está en llevar el enfrentamiento al terreno de la guerrilla urbana y en que Hezbolá se decida a atacar desde Líbano para abrir un segundo frente y obligar a Israel a desviar parte de sus tropas. En cuanto a lo primero, Israel ya está sellando túneles e incluso ha entrado en algunos de ellos para tantear e ir limpiando algunos tramos. No se sabe con exactitud qué se puede encontrar ahí: ni cuántos soldados de Hamás hay escondidos ni qué arsenales guardan.
Por eso, Israel aboga por la "guerra lenta". Aislar a los terroristas en estos núcleos urbanos e ir luego sector por sector, sin ninguna prisa. Dan por hecho que mientras Hamás esté defendiéndose no tendrá margen para atacar, con lo que de paso se refuerza la seguridad de los asentamientos israelíes al otro lado de la frontera. Lanzarse con todo contra Gaza sería un disparate y un baño de sangre. Exactamente, lo que esperan los terroristas. Por ello, Israel tiene otros planes.
[Israel ataca un campo de refugiados en Gaza con el objetivo de matar a un comandante de Hamás]
Desprecio a la vida de los civiles
El problema de esos planes, como siempre, tiene que ver con los civiles. Curiosamente, aunque Hamás se ha dedicado durante años a construir túneles por todos lados para proteger a sus milicianos y acumular armas llegadas de Irán, Qatar o Turquía, no ha considerado oportuno crear una red equivalente de refugios para la población civil. Como tampoco han ayudado en lo más mínimo a la evacuación de dichos civiles hacia el sur, nos encontramos ante una situación dramática: los palestinos, como siempre, son un juguete en manos de las potencias internacionales.
Ni Hamás tiene el más mínimo interés en sus vidas -preguntado por la cadena Russia Today, uno de sus líderes, Mousa Abu Marzouk, aseguraba que eso era responsabilidad de la ONU y no suya- ni tampoco lo tiene Israel. El Estado judío lleva un mes pidiendo que se desaloje esa zona sin éxito alguno. Ahora, no se va a andar con miramientos, como se ha demostrado con los bombardeos sobre Gaza y el de este mismo martes sobre Jabalia, en el que, según las autoridades locales, habrían muerto cientos de personas. Israel ha confirmado el ataque al campo de refugiados de Jabalia con el objetivo de matar a un comandante de Hamás.
En ese sentido, el asedio a Gaza, como el asedio a otros núcleos de alta densidad de población, probablemente resulten en una carencia absoluta de comida, de agua y de bienes imprescindibles. Una vez la ciudad quede rodeada por los cuatro costados, y teniendo en cuenta que Israel, como decíamos, no tiene prisa ninguna, pueden pasar semanas sin suministros ni ayudas del exterior. Una situación que la comunidad internacional tiene que preocuparse por solucionar, puesto que ninguno de los implicados va a hacerlo.
El desgarro de Hezbolá
En cuanto a la segunda baza de Hamás en el conflicto -la coordinación con Hezbolá para abrir un doble frente-, lo que sabemos ahora mismo es que hay un desgarro en la organización chií vinculada también al régimen de los ayatolás. Por un lado, su compromiso con Palestina y, sobre todo, con la eliminación del Estado de Israel, es una de sus señas. Por el otro, el propio ministro de Asuntos Exteriores de Líbano declaró este lunes que ni su país ni el grupo terrorista estaban interesados en entrar en ninguna guerra.
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Hay miedo a que dicha intervención, en vez de complicar a Israel, acabe provocando la intervención directa de Estados Unidos, que tiene desplegados dos portaaviones en la zona y miles de tropas listas para el combate. Desde la guerra de 2006, que prácticamente acabó en tablas, Israel y Hezbolá respetan una especie de statu quo que se rompe ocasionalmente por los excesos puntuales de uno u otro bando.
Hezbolá controla el sur de Líbano a su antojo y deja hacer a su vez al Gobierno de Beirut en el resto del país. Tanto unos como otros temen que una intervención estadounidense acabe con sus privilegios y reorganice este equilibrio de poder dentro del país. Es cierto que la intervención estadounidense podría provocar a su vez una reacción iraní, pero no es Irán un país de meterse directamente en los conflictos. Prefiere pagar a otros -por ejemplo a los hutíes rebeldes de Yemen- para que lo hagan por él y si los tiene que dejar a su suerte, lo hará si así le conviene.