Dos semanas después de iniciar su incursión militar en la Franja de Gaza, Israel ya ha conseguido partir el territorio en dos a la altura de la N40, controlar las dos grandes carreteras que van del sur al norte y sus tropas combaten en los barrios de Gaza City. Mientras, los bombardeos solo cejan durante las cuatro horas pactadas con EEUU para la evacuación de civiles. Llegamos, pues, a la hora decisiva, la de la toma definitiva de la capital, el reducto donde se esconde la gran mayoría de los terroristas de Hamás… y donde siguen viviendo cientos de miles de ciudadanos de a pie cuya vida ha quedado completamente destrozada.
En la organización de dicha toma, las IDF se enfrentan al dilema de los hospitales. En Gaza City hay multitud de ellos, más, quizá, de lo que uno espera en una ciudad de seiscientos mil habitantes, e Israel sospecha que eso se debe a que no cumplen una función sanitaria, sino militar. Demostrarlo es complicado, pero la experiencia de la invasión frustrada de 2014 invita a pensar que buena parte de estos complejos médicos se utilizan en realidad para el almacenaje de armas y para el descanso de los terroristas.
No solo eso: Israel ha expresado numerosas veces su convencimiento de que Hamás se vale de las inmediaciones de estos hospitales para colocar lanzagranadas y otros equipos bélicos cuya eliminación pone en peligro la vida de numerosos civiles. Reciente está aún el bombardeo sobre dos ambulancias a la salida del hospital Al Shifa que los palestinos consideraron un crimen de guerra y los israelíes justificaron alegando que en realidad transportaban un grupo de milicianos de Hamás que intentaban huir del complejo.
Los tres sectores de Gaza City
Prácticamente, todos los avances de Israel en la ciudad tienen un hospital de por medio. En el norte, las tropas del estado judío están rodeando el centro de especialidades Ranteesi, lo que supone un avance de más de un kilómetro desde la costa con la finalidad de tomar las calles Salah Khalaf y Al Quds (su continuación) para cortar el barrio de Jabalia, donde se encuentra uno de los mayores campos de refugiados de la franja.
Precisamente en ese barrio, se encuentra el Hospital Indonesio, actualmente sin luz eléctrica, parcialmente evacuado y junto al cual cayeron varias bombas la noche del jueves al viernes provocando destrozos en las inmediaciones. El objetivo de Israel en ese sector sería precisamente unir el Ranteesi con el Indonesio y aislar por completo el norte del resto de la ciudad, dificultando así las labores de defensa de Hamás.
En el centro de la ciudad, la batalla gira en torno al citado Hospital Al Shifa, en el barrio de Zeitoun, con ataques puntuales al Hospital Al Nasser, en el barrio vecino de Rimal. Este viernes se difundieron imágenes de civiles intentando huir de este último centro sanitario con banderas blancas solo para ser “disuadidos” por la policía de Hamás y las brigadas de Al Qassam. Israel ha repetido en varias ocasiones que todos los hospitales de Gaza deben ser evacuados de enfermos y personal sanitario, pero Hamás se niega en redondo.
De hecho, en Al Shifa está haciendo todo lo contrario: congregar gente, incluidos niños, para evitar el ataque al hospital por tierra y por aire. Las tropas israelíes están a escasos metros del complejo, con el convencimiento de que justo por debajo pasa el túnel en el que se esconde el centro de operaciones de Hamás. Tal vez por ello, en vez de construir refugios en condiciones y mandar ahí a sus civiles, Hamás ha preferido congregarlos alrededor del hospital. Se habla de 50.000 o 60.000 personas malviviendo en los alrededores. No tiene pinta de que eso vaya a disuadir a Israel a la hora de lanzar un ataque definitivo.
La reacción de Blinken
Queda, por último, el sur de Gaza City. El terreno comprendido entre la calle Al Shawa Al Khasa y la avenida de Omar Al Mukhtar. Ahí, las confrontaciones se producen también en torno a dos centros de salud: el Hospital Al Quds, varias veces bombardeado, y el Hospital Jerusalén, sede de la delegación palestina de la Media Luna Roja. Como se ve, Gaza se puede recorrer de oeste a este y de norte a sur yendo de hospital en hospital y eso es exactamente lo que está haciendo Israel, convencido de que, de esa manera, el daño que se hace a Hamás es mayor que el que se hace a su imagen pública: si las autoridades de Gaza no cuidan de sus civiles, se preguntan en Tel-Aviv, ¿por qué habrían de hacerlo ellos?
Quienes no tienen la misma opinión son los estadounidenses. El Secretario de Estado, Antony Blinken, volvió a ser contundente en sus declaraciones de este viernes. "Han muerto demasiados palestinos en Gaza, es hora de un alto el fuego". Por supuesto, sus palabras caerán en saco roto como han caído las del propio Biden, pero indican la enorme preocupación de Estados Unidos por lo que está sucediendo en la franja. Por mucho que el coronel israelí Moshe Tetro, de la COGAT, afirme que "en Gaza no hay una crisis humanitaria", las imágenes hablan por sí mismas.
Más allá de dilemas morales, Estados Unidos tiene pánico a que el odio a Israel por su desprecio a los civiles de Gaza provoque una oleada de ataques a objetivos estadounidenses en Oriente Medio. Hay que recordar que, aparte de una enorme crisis interna, abierta desde el intento de golpe de estado del 6 de enero de 2021, la administración Biden tiene que lidiar ahora mismo con la resistencia ucraniana a la invasión rusa y con las aspiraciones chinas sobre la isla de Taiwán.
El tercer frente
Abrir un tercer frente en el este del Mediterráneo supondría un trabajo diplomático y militar extraordinario para una secretaría de estado que no sale de una crisis para entrar en otra. Aparte, rompería en mil pedazos la fina red de alianzas que ha ido tejiendo Estados Unidos en la zona con Egipto, Jordania, el régimen iraquí (no así las múltiples guerrillas iraníes que controlan en el fondo buena parte del país) y, por supuesto, Arabia Saudí y Qatar, que suelen estar detrás, económicamente, de todos estos grupos.
En resumen, lo que puede servir cuando la amenaza es directa no sirve cuando es diferida. Israel siente que su viabilidad como estado o al menos la protección de sus ciudadanos pasa por acabar sin contemplaciones con cualquier vestigio terrorista en Gaza. Al precio que sea. Estados Unidos, en cambio, sin la urgencia del ataque sorpresa, entiende que bombardear hospitales uno tras otro no da precisamente la mejor imagen posible y reconoce, sí, que la táctica de los terroristas es utilizar escudos humanos (ya se los encontraron ellos en Irak), pero que Israel tiene una responsabilidad como país democrático para causar el menor daño posible. Algo que no está quedando claro, ni mucho menos.