El infierno de Al-Mawasi: la "blitzkrieg" de Israel en Jan Yunis deja sin recursos a miles de palestinos
Los palestinos sólo pueden huir a Rafah o Al-Mawasi, que no está preparada para acoger a miles de personas que llegan sin orden y sin pertenencias.
7 diciembre, 2023 02:16Si tenemos en cuenta que la totalidad de la Franja de Gaza tiene una extensión idéntica a la del municipio de Móstoles (45 kilómetros cuadrados), pedir a cientos de miles de palestinos que busquen refugios seguros en medio de una invasión parece una quimera. Israel insistió desde el primer día de invasión en que los civiles se desplazaran al sur y habilitó para ello la carretera de Salah Al Din en un solo sentido. Pese a las reticencias de Hamás, que saboteó en numerosas ocasiones estos desplazamientos, gran parte de las familias residentes en Gaza City lo dejaron todo y se fueron a las zonas supuestamente seguras que había prometido Israel.
Ahora bien, al sur de la N10, solo hay cuatro núcleos urbanos que puedan acoger tal cantidad de refugiados: las ciudades de Deir Al Balah, Jan Yunis, Rafah y, en menor medida, Al-Mawasi, al oeste de la Franja, casi limítrofe con el Mar Mediterráneo. La mayoría de palestinos huyeron a las dos primeras ciudades, pero, tras la tregua, Israel exigió que el desplazamiento continuara: había que huir a Rafah o a Al-Mawasi y había que hacerlo ya. Contra el mar o contra la frontera de Egipto, había que elegir.
El ridículo mapa de “refugios seguros” que publicaron las IDF por internet apenas ha sido de utilidad para nadie. No está claro siquiera que esa fuera su intención. El caso es que, tras el ataque relámpago de esta semana sobre Jan Yunis y el aislamiento de Deir Al Balah del resto del sur de la Franja, a estos miles de civiles solo les quedan dos opciones: refugiarse en Rafah, donde al menos la Cruz Roja ha podido desplegar un número de tiendas de campaña y donde la cercanía con Egipto permite la entrada puntual de víveres para dar de comer y beber a los desplazados… o hacerlo en Al-Mawasi, una ciudad que no está preparada para una acogida de este tipo.
Un hacinamiento peligroso
Según publicaba el New York Times en su edición del miércoles, ambas ciudades se están llenando de palestinos del norte que llegan sin organización alguna y buscan cualquier rincón para poder instalarse: en medio de la calle, en parques, en aparcamientos vacíos…
El rotativo estadounidense hace especial hincapié en lo desesperada de la situación en Al-Mawasi, donde ni la Cruz Roja ni la Media Luna Roja palestina tienen medios para atender a tantas familias que llegan agotadas y sin apenas medios.
El hacinamiento que se puede producir en las próximas semanas junto a la ausencia de un mínimo control sanitario hace que la OMS tema por la aparición y el contagio de enfermedades entre los refugiados. Aparte, ni Rafah ni Al-Mawasi son zonas totalmente seguras: la aviación israelí sigue bombardeando determinados objetivos en su búsqueda desesperada de los rehenes que aún quedan por liberar y de los líderes de Hamás presuntamente escondidos en el sur.
Este desastre humanitario podría haberse paliado, como pedía Estados Unidos a través de su secretario de Estado, Antony Blinken, con solo haber retrasado un poco la ofensiva sobre el sur de Gaza… pero está claro que Israel tiene prisa.
Las condiciones de los rehenes, según los testimonios de los que ya han sido liberados, son penosas. No tienen acceso a medicamentos y ni siquiera los voluntarios que trabajan en la zona pueden establecer contacto con ellos.
Israel está convencido de que los principales líderes de Hamás -en especial, Yahya Sinwar, cuya familia es de Jan Yunis- han huido junto a los secuestrados y se encuentran en algún lugar del sur de la Franja. Es de entender que la maniobra de amenazar con inundar los túneles donde se refugian los terroristas responde a una cierta seguridad de que los rehenes no están en el subsuelo, sino probablemente entre la población civil, fuertemente custodiados por familias afines a Hamás.
Jan Yunis, por 3 direcciones
De ahí, las prisas. Israel ha hecho oídos sordos a las peticiones de Estados Unidos y de buena parte de la comunidad internacional y se ha lanzado a una guerra relámpago sobre el sur de Gaza.
Cuando la lógica apuntaba a una operación más calmada, estableciendo zonas de seguridad al sur de Deir Al Balah y el norte de Jan Yunis, lo que estamos viendo es un ataque frontal desde tres posiciones con tanques, infantería y bulldozers para abrir camino en medio del desierto y preparar la llegada de más tropas desde la frontera occidental de Israel.
Sea por el efecto sorpresa o sea porque se ha sobrevalorado la capacidad militar de Hamás, lo cierto es que la banda terrorista apenas puede detener la sangría sobre el terreno que controla. Las IDF siguen bajando por Salah Al Din y atacando el norte de Jan Yunis, donde esperan reunirse con las tropas que vienen del este y están colocadas junto al ayuntamiento de la ciudad.
A estas dos unidades se les ha unido este miércoles una tercera que ha entrado por Abasan y que pretende rodear el sur de la ciudad, de manera que la única huida es precisamente hacia Al-Mawasi. La facilidad con la que está avanzando el ejército israelí confirma que la tregua apenas ha servido a los terroristas para nada: no ha habido rearme, no ha habido reorganización y su capacidad de resistencia sigue estando bajo mínimos.
Dicho esto, igual que pasara durante el mes de noviembre, las IDF avanzan a su antojo, sí, pero siguen sin encontrar a los rehenes. Hasta el momento, solo la diplomacia ha devuelto a sus hogares a aproximadamente la mitad de los secuestrados por Hamás y la Yihad Islámica el pasado 7 de octubre.
Cualquier éxito militar que no venga acompañado por la liberación de los cautivos será considerado un fracaso en la práctica por la sociedad israelí. La anunciada destrucción de Hamás, si se produjera, no serviría para tapar el dolor y la rabia contra Netanyahu. Si este ataque relámpago tampoco funciona, será como volver a la casilla de inicio.