De Gaza a Pakistán, el conflicto se expande: Irán internacionaliza la tensión en su propio beneficio
La apuesta iraní está saliendo regular en un momento en el que necesita tiempo para desarrollar su armamento nuclear.
20 enero, 2024 02:00Se podría decir que en el principio fue el conflicto entre Israel y Hamás, siempre que se entienda de dónde viene el conflicto entre Israel y Hamás o al menos su contexto exacto en ese momento. El 7 de octubre de 2023, Oriente Medio no era una balsa de aceite, pero la atención del mundo estaba en otro lado: Ucrania. No solo eso, sino que, tras los reconocimientos explícitos de Egipto y Jordania, Arabia Saudí estaba en negociaciones con Israel, vía Estados Unidos, para establecer relaciones diplomáticas con el país hebreo.
El posible reconocimiento de Israel como estado por parte de una de las grandes referencias del mundo musulmán suní chocaba de frente con las intenciones de la otra gran potencia de Oriente Medio: Irán. Los ayatolas no podían permitirlo. Desde la caída del Estado Islámico y su vacío de poder en Siria e Irak, los iraníes habían ido tejiendo una red de milicias preparadas para crear el caos en cualquier momento: la llamada Guardia Revolucionaria funcionaba como una especie de legión extranjera, dispuesta a defender los intereses iraníes y la interpretación chií del Corán por ambos países.
Del mismo modo, Irán llevaba décadas formando y financiando a Hezbolá y a Hamás -la primera, también chií; la segunda, sorprendentemente suní- con la idea precisamente de arrinconar a Israel y, sobre todo, de impedir que el conflicto entre hebreos y palestinos quedara en el olvido internacional. Una de las claves que distinguen dicho conflicto de otros -el estatus del Sahara Occidental o el del Kurdistán, por ejemplo, por no hablar del drama del Tíbet o la represión de las minorías armenias en Azerbaiyán- es la continua atención mediática y política.
Sin esa atención -como decíamos, volcada en Ucrania-, y con el miedo de que la normalización de relaciones entre árabes y judíos llevara consigo la extinción del elemento revolucionario islamista que es la base del régimen de los ayatolas, Irán tenía que hacer algo. Y lo hizo mediante Hamás: las doce horas más espantosas que recuerda el mundo en décadas, una orgía de muerte, violencia y odio contra objetivos civiles: niños, jóvenes, mujeres, hombres... todo lo que se pusiera en el camino y oliera a judío.
¿El momento equivocado?
La duda es si Hamás se precipitó o no. Que Irán había aprobado el ataque está claro desde el momento en el que varios de los terroristas se entrenaron en el estado persa en las semanas anteriores. Otra cosa es saber si ese era el mejor momento para un país que vive en una constante tensión interior entre reformistas y conservadores. La reacción inicial hace pensar que Hamás, efectivamente, adelantó un plan pensado para más adelante. Si no, no se entiende que, pese a las iniciales bravuconerías populistas, Hezbolá inmediatamente renunciara a establecer un doble frente desde el sur del Líbano.
Desde entonces, Irán ha ido con el pie cambiado en este conflicto, jugando siempre con fuego. Hay que reconocer que su principal objetivo está logrado: todo el mundo vuelve a hablar de Israel y Palestina, nadie recuerda ya la invasión rusa (Moscú y Teherán son aliados comerciales y militares) y Arabia Saudí se olvidó de inmediato de cualquier reconocimiento a Israel y lo vincula ahora a la creación de un estado palestino.
Por otro lado, da la sensación de que el riesgo es enorme y tal vez por ello no saben muy bien cuándo ni dónde parar. En la pulsión por internacionalizar el conflicto, extenderlo por todo Oriente Medio y demostrar su poder para impresionar a Occidente, Irán puede acabar perdiendo todo lo que ha ido construyendo en los últimos años. En lo que llevamos de 2024 (apenas 20 días), sorprende hasta qué punto ha intentado mover todas las piezas en todas las direcciones sin un objetivo claro a la vista.
El Eje de la Resistencia
Más allá de la ocupación de Gaza por parte de Israel y de las continuas escaramuzas en la frontera entre Líbano y el estado hebreo, en estas tres semanas hemos visto todo tipo de acciones y reacciones que han extendido la tensión a los países vecinos.
Sin duda, los incidentes más llamativos tienen a los hutíes como protagonistas, con su bombardeo constante del acceso al mar Rojo por el Golfo de Adén. Aquí, la crisis política pasa al terreno económico, lo que ha obligado a países de medio mundo a mandar buques para proteger a sus barcos y ha llevado a Reino Unido y Estados Unidos a lanzar el mayor ataque en años sobre posiciones estratégicas de la milicia.
Más fuera de los focos, tenemos el conflicto constante en Siria e Irak, en la actualidad dos estados fallidos. Ambos quedaron devastados por la acción del Estado Islámico y el apoyo internacional a sátrapas despiadados (el inevitable Bashar Al-Asad en Damasco y el clérigo Muqtada Al-Sadr en Bagdad) por parte de Occidente.
En la actualidad, mientras al menos en Irak se intenta recomponer algo parecido a una democracia, lo cierto es que ambos países han quedado como campo de tiro de las distintas facciones enfrentadas en Oriente Medio. Desde el inicio del conflicto en Gaza, tanto Israel como Estados Unidos o el propio Irán han bombardeado territorio sirio e iraquí por una razón u otra.
Por último, está el reciente y un tanto incomprensible desencuentro entre persas y pakistaníes. Son dos países vecinos, pero sin una tradición de enfrentamiento previa. Sin embargo, el 16 de enero, Irán atacó unas bases del grupo terrorista Jaish Al-Adl, una guerrilla suní que opera en Baluchistán y Sistán, en la frontera entre ambos países... y dos días después fue Pakistán quien atacó Irán en represalia. Este mismo viernes, y una vez medidas ya las fuerzas, se ha anunciado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el fin del conflicto.
Los riesgos de la guerra "proxy"
En este tumultuoso 2024, hemos tenido la oportunidad incluso de ver la "resurrección" del ISIS, con su ataque suicida sobre la multitud reunida en el aniversario de la muerte del general Soulemaini. El atentado causó más de doscientos muertos y fue el más grave de la historia de Irán. Aquí es donde empieza el verdadero peligro para los ayatolas en toda esta operación: el país ha sido víctima de un atentado y de un bombardeo en pocos días, algo que no se producía desde los tiempos de la guerra contra el Irak de Sadam Hussein.
No solo eso, sino que sus milicias están en peligro, precisamente por ponerse en primer plano. Ya puede la presión internacional salvar a Hamás, porque de lo contrario, Israel parece dispuesto a acabar con sus líderes y su organización. Incluso en el caso de crearse un estado palestino, parece ya imposible que se acepte a los terroristas en sus puestos de mando, lo que sería un paso atrás gigantesco para Irán, que, por vía interpuesta, controlaba la mitad del territorio de la Autoridad Nacional Palestina.
Del mismo modo, Hezbolá corre un enorme peligro. Israel ya ha anunciado en varias ocasiones que está en condiciones de expulsarles del sur del Líbano... y no hay que descartar que lo intente una vez cierre por completo la operación en Gaza. Por su parte, los hutíes tienen un futuro más bien negro si siguen empeñados en enfrentarse al resto del mundo. Su influencia sobre el norte de Yemen puede acabar de mala manera en cualquier momento.
Mirando a Rusia
Lo mismo podría decirse de las fuerzas de la Guardia Revolucionaria en Irak y Siria. Hasta ahora, cumplían en un relativo silencio su tarea de Eje de la Resistencia, pero está por ver qué pasaría si Estados Unidos se toma en serio su eliminación. ¿Acudiría Rusia al rescate, ya que también tiene serios intereses en la zona? Dependerá de hasta qué punto afecta al gobierno autocrático de Al-Asad, aunque suficiente tiene Rusia en el Donbás y en Crimea como para andar complicándose demasiado la vida.
Es de suponer, en cualquier caso, que ese es, en el fondo, el sueño de Jamenei y compañía. Una intervención rusa que termine de internacionalizar el conflicto y lo lleve a Occidente. Prender la llama y que arda el resto del mundo con sus millones de infieles. De momento, los que están pagando el precio son sus propias milicias. La apuesta está saliendo regular en un momento en el que Irán necesita por encima de todo tiempo para desarrollar su armamento nuclear. Una vez Teherán tenga la capacidad de fabricar su propia bomba atómica -algo que no parece lejano, según anunció este jueves la OIEA en Davos-, todo cambiaría de inmediato.