"Las tropas españolas corren peligro, porque mejor que actuemos cuanto antes. Con Hezbolá no hay acuerdo que valga". En 1977, Naciones Unidas inauguró la FINUL (Fuerza Internacional de Naciones Unidas en el Líbano), para tratar de guardar la paz entre el país de los cedros e Israel. Desde entonces, no lo han logrado nunca. El Ejército español se desplegó en el sur del Líbano en septiembre de 2006, y comanda desde entonces la misión de la ONU, que nunca ha visto la guerra tan cerca de estallar.
EL ESPAÑOL se ha acercado a la frontera, apenas 16 horas después de que cayeran 24 cohetes lanzados por los terroristas chiíes sobre poblaciones hoy evacuadas. Dos semanas después del salvaje ataque de Hamás en el sur de Israel, el 22 de octubre, el Gobierno de Benjamin Netanyahu sacó a 80.000 de sus conciudadanos de la región.
"Nos quedamos algunos", explica Gideon Harari, teniente coronel en la reserva. "Si no actuamos ya, será en un año, dos o tres, porque Hezbolá no se va a ningún sitio, y quiere luchar, destruir Israel". Es un hombre mayor, de 64 años, pero fuerte como un roble, y lidera el "grupo de emergencia", una especie de equipo de seguridad de su comunidad, que hoy es también el gobierno local.
"Yo no pongo mi vida en manos de nadie", explica refiriéndose a los cascos azules españoles. "Yo soy quien me defiendo, y mi ejército, mi Estado. La FINUL no sirve, no sé si no quieren, pero seguro que no pueden".
El grueso del contingente español en la llamada operación Libre Hidalgo se encuentra en la base Miguel de Cervantes, a pocos kilómetros de Marjayún donde está el Cuartel General del sector Este, liderado por tropas de nuestro país. Alrededor del acuartelamiento español, decenas de miles de milicianos de Hezbolá ajustan sus cohetes y misiles mirando al sur. Y disparan.
Entre montañas arboladas de pasos estrechos, a cinco kilómetros de la frontera desde la base y a menos de siete ya en Israel, se encuentra la Reserva Natural de Tel Dan, donde nos encontramos.
"Habrá guerra, tenemos que empujar a Hezbolá 15 o 20 kilómetros más lejos de la frontera. Así que más vale que cuanto antes se vayan las tropas de la FINUL", la joya de la corona de los contingentes de paz españoles por el mundo. Acariciando su fusil de asalto, el teniente coronel, que pide que le llamemos Gidi, atiende a este periódico en un español casi perfecto, de sus años en Colombia.
"Cuanto antes pase, mejor".
¿La guerra o la evacuación de los cascos azules? "La guerra, que puede estallar en cinco minutos. No hay nada que negociar con unos terroristas". ¿Y la FINUL? "Si no se van, tendrán problemas, porque estarán en medio. Y como no sirven para nada, ni pueden hacer nada, mejor que se vayan".
Evitar la pinza
El norte de Israel es hoy una especie de región fantasma. Las más de 80.000 personas evacuadas viven hoy desperdigadas en hoteles junto al Lago Tiberíades, o en la costa, entre Netanya y Tel Aviv.
El objetivo del Gobierno era vaciar de población civil una zona fronteriza con el sur del Líbano y llenarla de soldados: más de 200.000 reservistas han sido movilizados desde octubre. La economía del país se ha paralizado, sobre todo en poblaciones como Kiryat Shmona, una pequeña ciudad de 7.300 habitantes que hoy está vacía, con una sola calle abierta, la carretera que la cruza para mover suministros y tropas.
La milicia terrorista chií de Hezbolá es un aliado de Irán fundado en 1982, que la financia, entrena e inspira en su misión: destruir el Estado judío. Es también lo más parecido a un ejército con altísimas capacidades, en tropas y en armamento. "El segundo ejército en número y tecnología de la región", explica Mario Sznajder, profesor emérito de Ciencia Política en la Universidad Hebrea.
Desde el salvaje ataque de Hamás el pasado 7 de octubre -cuando ese otro proxi iraní invadió el sur de Israel asesinando a más de 1.400 personas y secuestrando a otras 240- los libaneses no han dejado de avisar de que están preparados y dispuestos a hacer lo mismo.
"Es más, llevaban tres años preparando una acción similar aquí en el norte de Israel", sostiene Gidi Harari, él también en la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
¿Y por qué no actúan? ¿No les convendría crear una pinza, y hostigar a Israel en dos frentes, ahora que tiene a las tropas concentradas en la invasión de Gaza? "Saben que acabaríamos con ellos, y han perdido el factor sorpresa", responde mientras se coloca el fusil de asalto, siempre al hombro, salvo cuando entra en el refugio a prepararse un té.
Estamos en algún lugar entre Yuval y Moshav, a menos de dos kilómetros de la frontera. Es una especie de Asturias montañosa y verde, cerca de los Altos del Golán, arrebatados por Israel a Siria en la Guerra de los Seis Días, en 1967. Toda esta región es un precioso e intrincado territorio, repleto de riachuelos, vegetación, cultivos de cítricos y barrancos, perfecta para una infiltración terrestre.
"Hamás, Hezbolá y el régimen sirio de Bashar Asad serán aliados, y todos controlados por Irán, pero tenemos la ventaja de que no se fían unos de otros", continúa Harari. "Los de Hamás no avisaron a los de Hezbolá, e hicieron al sur lo que ellos preparaban al norte".
Si en la frontera libanesa hubiese ocurrido como en la de Gaza, nadie duda en Israel de que "habría pasado lo mismo". Las FDI estaban desplegadas, esencialmente, en Cisjordania. Y faltas de material.
Netanyahu ha logrado mantenerse en el Gobierno casi ininterrumpidamente en las últimas dos décadas "presentándose como míster Seguridad", explica Alberto Spektorovski, experto en Ciencia Política de la Universidad de Tel Aviv, pero ahora se sabe que se limitaba a "gestionar el conflicto". La vigilancia, sorprendentemente, se relajó.
Y la preparación. Pero ya no. "Si algo sabe Bibi [Netanyahu] es que la guerra ha unido al país, y que la guerra es una especie de 'seguro' que lo mantiene al mando, y lo salva de sus juicios por corrupción", apunta el profesor Sznajder. Así que en las semanas siguientes al ataque desde Gaza, el Gobierno ordenó la evacuación de las comunidades fronterizas con Líbano.
Hoy, sólo el Ejército y los equipos de seguridad de los kibutzim, como el que comanda Harari, siguen viviendo aquí. "Porque lo próximo es la guerra con Hezbolá. No será una guerra total, porque parece que ninguna de las partes quiere, pero cuanto antes mejor".
Tensión, escalada, guerra
Teóricamente, los militares españoles realizan patrullas a pie y en vehículo, para vigilar permanentemente la línea que separación entre Líbano e Israel. "Pero no salen de su acuartelamiento, no les conviene", diagnostica Harari, que dice tener información de Inteligencia para sostenerlo.
Los casos azules españoles también establecen puestos de observación y realizan otras actividades en colaboración con las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL). Su misión es garantizar el cumplimiento de la resolución 1701 de Naciones Unidas y evitar situaciones como la actual, escaladas de tensión entre las partes.
Pero la tensión, que siempre ha estado, ya ha llegado a escalada. A un lado, se disparan cohetes y misiles -"no aciertan casi nunca, pero en 2006, cuando llegaron los españoles, aquí en Moshav cayeron 26 cohetes"-; al otro se concentran tropas y se operan drones, como el que aniquiló al número dos de Hamás en Beirut, hace unas semanas. Y las hostilidades "van a estallar", todo el mundo lo anticipa. Aunque falta ponerle fecha.
"No importaría que la llamada Fuerza Raduán, los supuestos combatientes, se replegaran... los mismos civiles del sur son los que disparan", advierte Harari.
"Es el Gobierno el que tiene que traer la solución. Pero un arreglo diplomático, porque no puedes firmar nada con una organización terrorista. ¡El Estado de Líbano no tiene nada que ver con lo que está pasando! Beirut no es el que maneja las cosas. También la Resolución 1701 fue firmada y nadie la cumple, ¡ni siquiera la ONU!".
El contingente español, que llegó a contar con un total de 1.100 militares, tiene ahora alrededor de 650 tropas desplegadas. "Pero no están guardando la frontera. Están en sus pequeñas bases, porque Hezbolá los trata muy mal y no, no pueden hacer nada. Son mucho más débiles que las fuerzas de Israel", concluye el teniente coronel a modo de advertencia, antes de despedirse, calarse bien el fusil y continuar su patrulla diaria.
Desde el inicio de la misión, han fallecido en Líbano 15 militares españoles.